Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB IvánMercado
En gira de trabajo por el estado de Sinaloa, el presidente López Obrador afirmó que la semana pasada ha sido una de las más difíciles para este territorio de cuarta transformación. Ello, por todas las lluvias, huracanes, inundaciones, y hasta temblores registrados en diferentes estados y municipios del país. Y guarda razón el mandatario; sin embargo, los “malos” escenarios para México van mucho más allá de unos días complicados por fenómenos naturales.
Señaló con justa razón que las últimas jornadas han sido más que complicadas, dados los desastres naturales que en cosa de semanas han puesto contra la pared a cientos de miles de mexicanos, acorralados por una pandemia inclemente, por una crisis económica sin control, por una inseguridad insólita y por un actuar institucional indiferente y lejano a las desgracias y necesidades de ese pueblo “bueno y sabio” del que tanto habla.
Y es que a diferencia de todos los escenarios complejos que enfrentan los mexicanos en materia de desastres naturales, sencillamente no hay forma de endosar la factura de tanta tragedia a los “nefastos” gobiernos del pasado, a los neoliberales, a los conservadores o a los detractores del actual régimen. En esto del cambio climático y de la madre naturaleza, no hay forma de aventarle la culpa a los enemigos favoritos de la 4T.
Lo que ahora es urgente es la atención, la ayuda, el apoyo y la respuesta institucional de un gobierno que está a prueba y del que su eficiencia pública ya no depende de una declaración furibunda para culpar a alguien más.
No, hoy se trata de demostrar resultados casi de inmediato.
Se debe también considerar con claridad que en ejercicio del poder “la forma es fondo” y, por ello, es necesario reconfirmar su liderazgo acompañando a los que están en desagracia, escuchándolos, ensuciándose los zapatos y hasta mojándose de ser necesario, sin embargo, eso no ha sucedido porque dadas las actuales circunstancias y riesgos, no se puede o no se debe.
A pesar de las muchas teorías que se hacen cada vez más públicas, no hay certeza de qué es exactamente lo que impide al ejecutivo estar cerca de la gente (su pueblo) para ratificar su popularidad o para solidarizarse en un gesto legítimo apoyo, pero sin importar lo que sea, no verlo ahí, deja una sensación opuesta a la de un líder cercano y empático.
El presidente prefirió defender su decisión unilateral de desaparecer el Fonden por tratarse de “un barril sin fondo”, de un mecanismo plagado de corrupción desde el cual se enriquecieron muchos y se abandonaron a millones en sus desgracias personales y comunitarias. El ejecutivo afirmo categórico que a los damnificados de hoy, se les está apoyando “mejor que nunca” y nadie, hasta ahora, se ha atrevido a refutarlo porque en ese escabroso tema del fondo de desastres naturales, el presidente tiene absoluta razón.
Para nadie es un secreto que en gobierno pasados, un terremoto, un huracán o hasta una tormenta tropical eran motivo de singular alegría por la “cascada” de declaratorias que en materia de desastres hacían decenas de municipios en diferentes estados.
Aún hoy se cuentan historias insólitas y despreciables de cómo algunos gobernantes y hasta funcionarios de “medio pelo” se frotaban las manos en señal de regocijo cuando se les informaba de una catástrofe en camino; “Hay que apurarse con las declaratorias y hay que inflar los censos…” esa era la orden inmediata por aquello de los recursos públicos que tendrían que entregarse para hacer frente a la desgracia del pueblo que casi siempre terminó sin apoyos reales y levantándose solo.
Los casos de corrupción producto de recursos desviados con motivo de diferentes desastres naturales se pueden contar por decenas, es totalmente cierta la acusación del ejecutivo federal. Lo que resulta inexplicable es cómo existiendo tantos y tantos casos públicos, no hay un solo señalado o acusado por el robo o desvío de dinero público destinado a la recuperación de los menos tienen en este país de ficción.
Está clara la razón para desaparecer el fondo federal y porqué han optado por entregar los apoyos directamente a los afectados, lo que no es comprensible es que hasta ahora no haya un solo acusado por esa evidente corrupción señalada desde el Fonden.
Los responsables de tales acciones ahí están, algunos fuera de los reflectores, pero otros muchos moviéndose entre las diferentes esferas del poder a fin de colarse o encumbrarse aún más en su voraz carrera política.
No es nada difícil dar con esos personajes que, por ejemplo, en el 2017, encabezaron los programas de reconstrucción en pueblos y hasta ciudades sacudidas por el terremoto de hace apenas cuatro años.
Esas historias están ahí, en muchos estados, abiertas en la memoria colectiva en espera de ser observadas o bien, perdonadas y olvidadas por un gobierno que tiene como su principal bandera, el combate implacable a la corrupción.
El cambio climático es una realidad incuestionable y los embates de la naturaleza serán cada vez más frecuentes más destructivos, por ello, mención aparte merece la forma, rapidez y determinación con la que se reaccionó desde Puebla a la destrucción que dejó a su paso el huracán “Grace” en las sierras Norte y Nororiental. El gobernador Miguel Barbosa Huerta entendió de inmediato que la tragedia había tocado al estado y que lejos de “evaluar daños” había que ayudar a la gente, a pueblos enteros.
En Puebla así se hizo; de hecho, se sigue haciendo sin importar que el foco de la atención mediática ahora esté en otras latitudes donde la tragedia también los ha golpeado.
El rápido accionar para implementar estrategias de apoyo y reconstrucción en decenas de municipios y pueblos afectados en tierras poblanas, deja constancia de que en medio de las tragedias, no solo se puede, sino se debe dejar de lado la tentación de jugar el papel de “salvador” para ponerse el traje de estadista.
Para la cuarta transformación, el 2021 abre la invaluable oportunidad de subirse a los recientes desastres naturales para demostrar que en realidad son diferentes, que en verdad los apoyos llegarán sin condiciones a los que acaban de perderlo todo. Pero más aún, les abre el camino para mostrar que efectivamente, como sostienen desde su llegada al poder: por el bien de México, primero los pobres.