Por: Jorge Alberto Calles Santillana
Agenda Ciudadana
Una vez más, el presidente López Obrador nos sorprendió. Días después de que España otorgara el beneplácito a la propuesta mexicana de enviar a Quirino Ordaz como nuevo embajador, el presidente informó el miércoles pasado en su conferencia matutina que sugerirá al país ibérico pausar la relación bilateral. La sorpresa consiste en que el anuncio se hace a pesar de que hace unas semanas, él mismo había expresado que Ordaz tendría por misión recomponer la relación, dañada desde que en 2019 solicitara al rey español disculpas por los daños que los españoles conquistadores causaron a los pueblos originarios. Pero también llama la atención que, a pesar de que solicitó “darnos tiempo para respetarnos”, en ningún momento sugirió formas de respeto surgidas de mutuos actos de reflexión; es España la que debe respetarnos. La razón: los españoles siguen considerando a nuestro país, sostuvo el presidente, como tierra a ser conquistada. Su interés reside en nuestros recursos; su motivación es el saqueo.
Por sorpresiva, la declaración creó confusión por dos razones. La primera, el presidente no dijo que México rompería relaciones con España; pidió una “pausa”, vocablo que en la jerga internacionalista no existe. La segunda, dijo que la petición no se planteará sino de manera informal. No extraña, pues, que España respondiera con desconcierto. Su vocero dijo que a la declaración presidencial no se siguió una nota diplomática dirigida a la corona. Afirmó, además, que en todo caso pedirán al presidente López Obrador que defina con claridad el significado de “pausa”.
Debería preocuparnos que la petición se hiciera llegar al reino, sea formal o informalmente. Después de los Estados Unidos, España es el país con mayor participación en la inversión extranjera directa. Si bien la inversión norteamericana representa la mitad de toda esa inversión, y si bien la participación española ha decaído en estos dos últimos años, el hecho de que diez de cada cien dólares invertidos en México provengan de España, no es un hecho menor. Adicionalmente, el interés turístico de los españoles en México es creciente. En 2021 nos visitaron poco más de doscientos mil españoles, el doble de los que lo hicieron el 2020. Ese número ubica a España en el quinto sitio de la lista de países cuyos habitantes más visitan México. A reserva de que el presidente aclare lo que quiso decir, la pausa podría tener efectos muy negativos sobre nuestra ya afectada economía. Ni qué decir acerca de los aspectos negativos sobre una larga historia de intercambios culturales.
No debemos obviar el hecho de que el presidente frecuentemente coloca en la agenda pública temas que capturan la atención ciudadana con el fin de disipar o evitar controversias sobre otros asuntos relevantes. Habrá, entonces, que reparar en el momento en que se hizo el anuncio. En estos días ha estado en México John Kerry, enviado especial del gobierno estadounidense para tratar asuntos ambientales con el gobierno mexicano, en momentos en que la reforma energética propuesta por el presidente está en debate. Kerry vino a insistir y a dejarle claro al gobierno mexicano que el futuro está en las energías limpias, lo que va a contracorriente del proyecto presidencial. Lo interesante es que Kerry visita México poco después de que lo hizo la secretaria norteamericana de Energía, Jennifer Granholm, quien también expresó con claridad la postura del gobierno de Biden al respecto. Evidentemente, Kerry también viene a corregir el error cometido por el embajador Salazar, quien por querer resultar amigable, hizo una afirmación pública que la prensa mexicana interpretó como espaldarazo a la reforma lopezobradorista. La presión norteamericana es fuerte. El presidente no quiere ocuparse del tema.
Comentaristas que tiene conexiones al interior de Palacio Nacional han hecho saber que el presidente también tiene urgencia por hacer desaparecer de la conversación pública el posible conflicto de intereses que generó el hecho de que su hijo José Ramón y su esposa ocuparan en Houston una casa propiedad de un empresario que tiene tratos con Pemex.
No se puede dejar desapercibido el lenguaje utilizado por el presidente en esta petición. Acusa a los españoles de conquistadores y saqueadores con el fin de reafirmar la creencia de que todos nuestros males provienen de ese pasado ominoso que, en diferentes etapas, evolucionó hasta antes de su ascenso al poder. Esto es importante porque en estos momentos el INE está bajo una inclemente arremetida, fundamentada también en ecos del pasado. Se le acusa de ser fraguador de fraudes electorales, cuando la realidad es lo contrario. El Instituto surgió de la larga aspiración de los mexicanos por contar con organismos electorales confiables, deseo que se exacerbó después de que Salinas de Gortari se convirtiera en presidente en 1988 gracias a una clara manipulación de los votos por parte de la secretaría de Gobernación, que en esos momentos ocupaba, curiosamente, Manuel Bartlett, hoy director de la CFE y uno de los líderes conspicuos del proyecto energético de López Obrador.
El sexenio vive su parte final. El presidente, convencido de tener un papel relevante en la historia, hará todo lo que esté a su alcance por preservar lo que él considera que es su legado. Exacerbar nuestro nacionalismo y nuestras fobias hacia el pasado mítico que la historia oficial ha construido son las mejores armas del presidente. Están probando ser eficaces. Vivimos, pues, momentos complicados y se podrían complicar aún más.