Vicky Fuentes / @NoticiasVicky / FB VickyFuentes/Oficial
Qué razón tenía Maquiavelo cuando decía que “La política es el arte de engañar”. De esto pueden dar fe y aval personajes destacados como el aspirante a la dirigencia nacional de Morena, Mario Delgado; la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde y la alcaldesa de Álvaro Obregón, Layda Sansores, sólo por mencionar algunos de los aplaudidores de López Obrador, que no de la 4T. El culto al personaje es abrumador (antes no era muy diferente), con ello se obtienen muchos privilegios. Los beneficios de la fidelidad y la lealtad son cuantiosos, aunque parezca una locura o un imperdonable engaño.
Los procesos democráticos tienen distintas aristas, todas muy respetables mientras estén y se desarrollen dentro de la ley, ¿pero qué pasa cuando se transgreden y se abusa de la inteligencia de los ciudadanos?
Vivimos representaciones dignas de un psiquiátrico de quienes escenifican la defensa a capa y espada los derechos de los mexicanos. La mentira oficial ha sido un recurso para eludir presiones o, dicho de otro modo, un recurso para burlarse de los adversarios y ahora, la falta de credibilidad resulta ser síntoma y característica de un gobierno autoritario, elitista y burocratizado.
Si a todo esto le sumamos que incluso con las mentiras las cosas no resultan como esperaba el presidente, se agudiza su necesidad de mentir convenientemente; ya sea sobre el engaño del aparente éxito en la rifa del avión (el gobierno vende boletos que al final compra para regalar algunos a sus hospitales, ¡un negociazo!), el llamado a recabar firmas para lograr una consulta que pretende enjuiciar a los expresidentes, que al final no se logró como esperaba y que tuvo que sustentar en una petición por escrito el mismo López Obrador.
¿No que todo el pueblo pedía a gritos el juicio? Todo esto son distractores de lo que realmente le importa: conservar la mayoría de curules en el proceso electoral 2021 y así poder seguir haciendo lo que se le antoja.
Estamos hartos de que tenga otros datos y no lo sustente, es un engaño.
Estamos hartos de la ironía y sarcasmo de López-Gatell al cuestionarle su eficiencia en el manejo de la pandemia, cuando ya rebasamos su catastrófico escenario de 60 mil muertes por COVID, es un engaño. Estamos hartos de las asignaciones directas a personajes cercanos que prometió erradicar y que son el día a día de la 4T; ejemplo de ello el costo “austero” de El Grito sin gente que se adjudicó de manera directa por 12.7 mdp, tres más que en 2019. ¡Es un exceso! Si no asistiría el pueblo, ¿era necesario un gasto tan exorbitante?
¿Cuántas quimioterapias podría haberse pagado con esos millones?
Conste que no digo que no se hubiera realizado, es una fecha importante, lo que indigna es el gasto y la forma en la que están operando, igual que antes o hasta peor. Nada ha cambiado. De hecho, se ha podrido. Lo de antes se veía mal; lo de ahora, apesta.
Hacer que la política no sea el arte del engaño depende de la propia participación ciudadana. Debemos unirnos y trabajar en proyectos en defensa de la verdad y la voluntad de mejorar nuestro México, aún con la 4T, aún con la pandemia, aún con la crisis económica. Gobernar desde la escuela del odio dejará un saldo difícil de compensar, pero no imposible. Que no nos venza el desánimo.
Espero tus comentarios.