Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB: IvánMercado
Más allá de los brutales niveles de inseguridad y el descaro con el que la pasada administración federal incurrió en escándalos de corrupción que exhibieron una voracidad y descaro casi inauditos, hubo un componente económico que terminó por convencer sobre la necesidad urgente de apoyar un cambio en el rumbo de México: El de la gasolina de 2017, un golpe bajo a la economía de los mexicanos que disparó la inflación a niveles de 6.77%, la tasa más alta en caso 20 años.
El escenario de descontento y hartazgo de casi toda la población ante un gobierno que se exhibía con asombroso empeño como un verdadero desastre, fue extraordinariamente capitalizado por el movimiento político de Andrés Manuel López Obrador, actual presidente de México.
La crisis provocada por los recurrentes encarecimientos de los hidrocarburos, durante la administración de Peña Nieto, se transformó en una de las más atractivas promesas de campaña del entonces candidato de Morena y con su frase “No más gasolinazos”, en uno de los pilares de la exitosa campaña.
Sin embargo, dados los componentes que envuelven a esta variable y el impacto que esta tiene sobre los precios de los combustibles, será prácticamente imposible que el actual jefe del Ejecutivo pueda cumplir con uno de los compromisos que le permitió obtener más apoyos durante las campañas y votaciones de 2018.
Y NO, NO ES FALTA DE VOLUNTAD O DECISIÓN DEL EJECUTIVO
La promesa de mantener los precios de los hidrocarburos bajo “control” para evitar que estos se disparen por arriba de la inflación obedece a que esta variable económica no esta en manos del presidente, toda vez que los costos al consumidor final se determinan mediante una fórmula compuesta por cuatro componentes, dos de los cuales nunca han estado en el terreno de las promesas ni de las decisiones o caprichos en el Palacio Nacional.
El margen de maniobra de la actual administración se hacen más estrechos a medida que se hacen más grandes los agujeros en las finanzas públicas del país, es aquí donde aparecen esos dos componentes de la ecuación que resultan impredecibles: La insospechada baja en la captación de impuestos y los precios marcados por un mercado internacional del petróleo incierto.
Con un nivel de precariedad en las finanzas públicas como el que actualmente se vive y se proyecta para México durante los próximos años, pensar en mantener la redituable promesa de “No más gasolinazos” es prácticamente un tema que los meses y la siempre necia realidad terminarán por reventar.
Los referentes históricos de precios sobre los hidrocarburos durante las últimas cinco administraciones federales son el soporte más claro de la incapacidad por mantener una promesa política sobre una variable económica.
Durante la administración de Carlos Salinas los precios de las gasolinas cerraron con 37.47% arriba en comparación con el precio de los mismos hidrocarburos en los Estados Unidos, con Ernesto Zedillo el porcentaje se disparó al cierre de su sexenio con 60.11% arriba del mismo referente, Vicente Fox dejó su administración con un incremento en los precios de 5.76%, mientras que Felipe Calderon se fue del gobierno dejando la referencia en 1.21%.
El desastre y la oportunidad capitalizada electoralmente por AMLO llegaron al cierre de 2018, cuando Enrique Peña Nieto y compañía se fueron del gobierno dejándonos con un doloroso 87.20% arriba los precios de los energéticos en comparación al precio de las gasolinas en el vecino país del norte. Fue el sexenio de los gasolinazos y del desencanto.
Dados los antecedentes y dadas las circunstancias económicas actuales, la probabilidad de sostener la promesa electoral de bajar el precio de las gasolinas durante la actual administración o incluso impedir que esta suba por arriba de la inflación resulta a todas luces imposible de mantener.
El escenario no es nada favorable, de hecho es profundamente peor que todas las crisis que nos acompañaron y nos sometieron durante gobiernos priístas y panistas. La actual es una sociedad más golpeada (por circunstancias internas y externas) en lo que va de la actual administración, que lo que fue sacudida durante todo el sexenio pasado.
Por su puesto, en el primer caso, la brutal crisis que comenzamos a tener encima viene motivada fundamentalmente por una pandemia sin control, mientras que el desgaste y hartazgo anterior a la contingencia, fue alimentado por la corrupción y la negligencia agravada en nuestro país.
A estas alturas, no se puede ignorar y mucho menos tratar de insistir en la nula probabilidad de volver a experimentar el amargo sabor y sensación que dejan los tan odiados gasolinazos. Nadie, ni el presidente pueden pasar por alto que no esta en sus manos ni en sus buenos deseos, que esa redituable promesa de campaña no depende de su voluntad, sino de cinco elementos: el precio de referencia, los impuestos, el margen de utilidad de los distribuidores, los gastos de logística y del estado de salud económica de Pemex.