Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] web: parmenasradio.org
¡El mercado necesita reglas de decencia claras y globales! La crisis actual debería
llevarnos a un cambio de conciencia para gestionar la economía con responsabilidad!
Hans Kung
Hay muchos signos que a los ciudadanos de a pie nos están poniendo sobre aviso para no estar comprometiéndonos con créditos, financiamientos, tarjetas de crédito, etcétera. En resumen: ¡no pedir prestado!
En principio, el aumento de las tasas de interés que se han ido presentando a lo largo de 2022 y en estos primeros meses de 2023 es muestra de que no es el momento de solicitar préstamos.
Por otro lado, lo que se observa hasta el momento en que dos bancos fueron intervenidos en Estados Unidos de América y uno más en Suiza, porque han caído en quiebra –sólo por citar a esos países– es para preocuparse, pues no fueron bancos de un país de Latinoamérica o africano, con todo respeto y proporción. Son dos de las naciones más importantes financieramente, motivo por el cual nos hacemos la pregunta: ¿qué sucederá con los bancos de nuestra región?
Los bancos viven de su mercancía, que es el dinero, particularmente de los créditos que otorgan; si los intereses que cobran son muy bajos, es claro que habrá más interesados en contratar créditos, en resumen: más clientes, a veces sin necesidad para pedir prestado, sino simplemente porque con ello se les puede facilitar el inicio de algún proyecto.
Pero, si resulta que estos intereses sobre los préstamos se incrementan, como sucedió desde el año pasado, los bancos pierden mercado, pierden clientes, por ello es que quiebran, y esto da como consecuencia que los gobiernos de los países, en donde están situados esos bancos deban intervenir para rescatarlos, con el propósito de que el daño en la economía nacional no sea mayor; por ende, el dinero de las contribuciones, es decir, el pago de los impuestos de los contribuyentes, tiene como destino pagar las quiebras de los bancos, salvando a los accionistas en principio y, luego, a los clientes de esas instituciones bancarias.
Por ello es que siempre se ha visto con malos ojos el rescate bancario.
El problema, para los que saben al respecto, es que se aumentan los intereses para que se disminuya la inflación, ya que si suben las tasas de interés hay menos público consumidor de mercancías, productos, servicios, etcétera, pero esto representa que haya menos interesados en solicitar préstamos, por lo cual la repercusión es en los bancos, que pierden clientela y llegan –como sucedió con estos tres bancos– a la quiebra.
La disyuntiva de las políticas económicas es muy clara: aumentar los intereses que repercute en la quiebra de los bancos, o bien, disminuir los intereses con la salvedad de que con ello se aumentan los índices de la inflación.
En esta realidad económica muy complicada es que no resulta –por lo menos en estos momentos– oportuno pedir prestado. En especial si las tasas de interés son altas, particularmente en las tarjetas de crédito, que suelen ser las que tienen intereses sumamente altos y pueden llegar al extremo de que los pagos se vuelvan inalcanzables.
Ya se tuvo la experiencia en las crisis de los años 80 del siglo XX, también en la crisis de diciembre de 1994. En esos tiempos cualquiera podía, como ahora sucede, contar con una tarjeta de crédito, pues prácticamente se repartían sin distingo y se utilizaban sin el conocimiento de la magnitud que es manejar este instrumento, pues muchos asumen que es prácticamente un regalo, pero las repercusiones son fuertes.
Por ello, con la realidad que estamos viviendo –inflación, tasas de interés altas, bancos que están retirándose del mercado– lo mejor es asumir que no es nada recomendable involucrarse en préstamos y créditos. En resumen: ¡no pedir prestado!