Silvino Vergara
El primer problema de la oposición en México es saber si, verdaderamente, existe una al régimen actual, denominado “Cuarta transformación”; pues, si analizamos estrictamente las posiciones de los partidos políticos respecto de las iniciativas de ley, de las políticas públicas, existen muy pocas críticas y, en algunos casos, ninguna.
Hay, en pocas palabras un silencio absoluto de los partidos políticos de oposición al régimen actual. Si acaso, hacen críticas periféricas, que no versan sobre la parte central del problema. Es más, ahora, con la lamentable pandemia, era una ocasión muy ad-hoc para poder criticar la situación en que se ha dejado a la población, la atención médica, la atención a los deudos de los fallecidos, la poca asistencia a la economía, etc.; pero esa oposición brilla por su ausencia. Por ello, de entrada, pareciera que ésta no existe.
Ahora bien, si averiguamos si la oposición existe entre los ciudadanos de a pie, entre aquellos que se la juegan todos los días saliendo de sus casas para trabajar, para ingeniar cómo no cerrar sus negocios o, bien, aquellos que trabajan bajo la imaginaria home office, los resultados son catastróficos. La oposición está desbordada, es decir, hay poco que decir de gente común y corriente que aún tiene esperanzas en esta “cuarta transformación”.
Basta acudir a los pocos cafés que dan servicio para darse cuenta, en las pláticas dominicales, etc., de la impresionante oposición que existe al respecto, pero, desafortunadamente, olvidada por el propio régimen. Lo cual es uno de los graves problemas de estar en el poder: olvidarse de la ciudadanía común.
Así las cosas, algo no está bien, no solamente en México (este no es un problema local, es un problema mundial).
Basta con observar las campañas electorales en Estados Unidos de América, en donde no hay más que oposición hablando de las locuras del presidente Trump, quien hace menos al partido demócrata. No hay más discusión.
Por ende, ¿cuál será la diferencia esencial de los que votarán por la reelección en Estados Unidos y los que no lo harán?
Todo da a entender que esa lapidaria sentencia de Francis Fukuyama hacia 1989 se está materializando hoy; es decir, hemos llegado al fin de la historia, al fin de las ideologías, porque sencillamente no las hay. Esto se está materializando con la ausencia de oposición. No hay ideas que surjan para contrarrestar a quien se encuentre en el poder. Y se ve cómo, una vez que llega al poder el siguiente, hará lo mismo que hizo el antecesor, es decir: el fin de la historia.
Por ello, se ve perdida la esperanza, por ejemplo, de un cambio; pues los cambios requieren ideología y ésta no existe.
Es lo mismo que sucedió con la “cuarta transformación”, que terminó sin empezar, porque no hay ideología alguna por un lado ni por el otro. Por ende, el problema es resolver ¿qué mueve, entonces, al poder?
Precisamente, lo que sentenciaba Michel Foucault, sobre todo en sus conferencias en los setenta en Francia, era que lo que mueve al poder es el totalitarismo; además de que éste no es ni de derecha ni de izquierda o, mejor dicho, está en ambos lados. Y la historia puede constatar esto. El nazismo fue de extrema derecha y el régimen de la URSS fue exactamente lo contrario. En ambos casos, sin embargo, nos encontramos al totalitarismo. Así, el problema de la oposición en México y en el mundo no es que no exista, porque, desde luego, sí existen, sobre todo en la ciudadanía. Ya veremos todas las proezas que se harán para que, en el mes de julio de 2021, el partido oficial intente mantenerse en el poder en México. Pero la verdadera opción, incluso para quien se ostente en el poder, es una ideología clara, una visión que hoy en el mundo posmoderno no se concibe.