Por: Dr. José Manuel Nieto Jalil / Director del Departamento Regional de Ciencias en la Región Centro-Sur Tecnológico de Monterrey Campus Puebla
Desde hace años se rastrean huellas de posible vida en el espacio. Muchos astrónomos han escudriñado el firmamento durante décadas en busca de señales de otra civilización. Sólo domina el silencio. Sin embargo, los científicos piensan que la vida podría estar distribuyéndose por el espacio, viajando a bordo de cometas, asteroides y otros objetos astronómicos según la teoría de la Panspermia.
Cada día son más los investigadores que apoyan esta teoría, en la que la vida se dispersa por la galaxia. Virus, bacterias y quizás huevos de animales podrían haber llegado a la Tierra procedentes de otros lugares.
La teoría se basa en la idea de que tanto los microorganismos como los precursores químicos de la vida (los llamados ladrillos de la vida) son capaces de sobrevivir a las duras condiciones del espacio y ser, de este modo, transportados de un sistema estelar a otro. Adicionalmente sostiene que la vida no se originó en la Tierra, sino que llegó a nuestro planeta y a otros muchos a través del espacio.
La existencia comprobada de microorganismos capaces de sobrevivir a las duras condiciones espaciales y la posibilidad de que, a través de impactos, estos organismos salieran despedidos de sus planetas de origen y fueran depositados después en otros lugares por cometas o asteroides, parece cada vez más probable.
La vida bacteriana es la más resistente que se conoce. Se han reanimado bacterias que estuvieron bajo el hielo ártico durante decenas de miles de años. Por otra parte, algunas bacterias llevadas a la Luna por la sonda Surveyor 3, en abril de 1967, se reanimaron al traerlas de vuelta dos años más tarde por la misión Apolo 12. Dos trabajos importantes que refuerzan esta teoría han sido publicados. P
rimeramente, el aparecido en la prestigiosa revista “Progress in Biophysics and Molecular Biology” destaca entre sus conclusiones que a nuestro planeta han llegado, y llegan actualmente, organismos completos, tanto vegetales como animales, y no sólo moléculas orgánicas, como se creía hasta ahora; organismos que pueden dar lugar a nuevas líneas evolutivas, a explosiones de vida como la que sucedió hace casi 500 millones de años en el Cámbrico, o adaptarse a las condiciones de nuestro mundo y prosperar en él, como sería el caso de los pulpos. Nadie sabe aún con certeza cómo surgió la vida, ni tampoco el lugar exacto donde empezó.
La abiogénesis, por ejemplo, sostiene que ese comienzo fue aquí, en nuestro planeta, y que en algún momento de la historia de la Tierra las condiciones se volvieron favorables para el surgimiento de una química orgánica compleja que, a su vez, condujo a la autoorganización de las primeras formas de vida primitivas. Los cefalópodos (el grupo que incluye a los calamares, las sepias, los nautilos y los pulpos) cuentan con un árbol evolutivo bastante confuso, que apareció por primera vez hacia finales del Cámbrico y cuyo origen, en apariencia, procede de un único nautiloide ancestral.
El pulpo es sin duda el más intrigante, ya que sus increíbles características (un sistema nervioso complejo, ojos sofisticados o su capacidad de camuflaje) aparecieron de forma repentina en su historia evolutiva. De hecho, según los investigadores, los genes necesarios para que surgieran todas estas capacidades no están presentes en ninguno de sus antepasados. Lo cual podría ser una prueba de que fueron tomados directamente del Cosmos. El pulpo muestra una serie de diferencias bioquímicas muy específicas con respecto al nautilo, su pariente vivo más cercano. En particular, existen evidencias de cambios súbitos y masivos en su ARN, y por lo tanto en sus proteínas, con respecto a las que se suelen encontrar en las estructuras neuronales del resto de los cefalópodos. La publicación del genoma del pulpo generó comentarios como “lo más parecido a un extraterrestre”.
Otro trabajo interesante publicado que hace referencia a este tema y titulado “Panspermia galáctica”, de la Universidad de Harvard, ha ampliado la teoría con un estudio en el que se considera que la Panspermia podría ser posible también en una escala galáctica. Según su modelo, nuestra Vía Láctea podría ser capaz, incluso, de intercambiar con las otras galaxias los componentes necesarios para la vida.
Los investigadores aseguran que la inspiración para realizar la investigación procede del primer visitante interestelar conocido de nuestro sistema solar ocurrido en octubre de 2017, el asteroide Oumuamua en forma de puro. Su nombre fue elegido por el equipo de investigadores del telescopio de sondeo panorámico y sistema de respuesta rápida (Pan-Starrs), que en hawaiano significa explorador.
El conjunto de esos objetos interestelares podría, potencialmente, sembrar vida procedente de otro sistema planetario en nuestro propio sistema solar, debido a la posibilidad de que pueden ser expulsados de su propio sistema y viajar, potencialmente, a miles de años luz de distancia. En particular, el centro de la galaxia puede actuar como un poderoso motor para sembrar toda la Vía Láctea.
En sus cálculos, y sobre el supuesto que la vida puede sobrevivir durante un millón de años, debería haber más de un millón de objetos del tamaño de Oumuamua que fueran capturados por otro sistema y pudieran transferir la vida de una estrella a otra. Por lo tanto, la Panspermia no se limita exclusivamente a escalas del tamaño del Sistema Solar, y toda la Vía Láctea podría estar intercambiando componentes bióticos a través de enormes distancias.
En otras palabras, descubrieron que la Panspermia es viable a escalas galácticas, e incluso intergalácticas. Es conocido, por otras investigaciones, que existen aproximadamente un billón de estrellas hiper veloces viajando a través del espacio intergaláctico, y que esas estrellas podrían estar arrastrando consigo a sus sistemas planetarios, por lo que es posible que esos sistemas sean perfectamente capaces de propagar la vida y no sólo la microbiana de una galaxia a otra, por lo que estas estrellas súper veloces pueden en potencia transferir la vida a todo el Universo.
La importancia de estos artículos está en el hecho que la comprensión de la vida tal y como la conocemos hoy en día puede ser diferente. Los ladrillos de la vida podrían haber llegado hasta aquí desde otro sistema solar, o incluso desde otra galaxia diferente, por lo que puede ser posible que algún día logremos encontrar vida más allá de nuestro sistema solar o incluso lleguemos a encontrarnos con algunas especies avanzadas que resulten ser lejanos, muy lejanos, parientes nuestros, y que podamos reflexionar junto a ellos sobre la procedencia de los ingredientes básicos que nos hicieron posibles.