Por: Alejandro Montiel Bonilla
PRIMERA PARTE
Y quizás debiera extender el sentido de esta lapidaria y muy arrogante pregunta a los analistas de varios países en el mundo, al menos a los de Estados Unidos, Argentina y Brasil.
A mediados de 2016 el triunfo de Donald Trump se veía muy posible, de hecho, su servidor lo comentó en varios
programas de radio locales y quedaron los testimonios de mis advertencias en mi TL de Twitter. Lo sorprendente, para mí, era que todo el mainstream media menospreciaba por completo la posibilidad de que un tipo tan despreciable como Trump pudiera llegar a la presidencia del país más poderoso de la tierra. ¿Por qué algunas personas podíamos tener una lectura de la realidad norteamericana tan distinta de los grandes medios dominantes?
Todo se reduce a las fuentes, a las fuentes de información en las que te nutres cotidianamente.
Los grandes medios de EU o de México o de Brasil que citan permanentemente a los mismos analistas y columnistas, que son a su vez los que por años han dominado la opinión pública -concepto que por otra parte está demostrado que es una invención genial- logran una construcción de la realidad muy diferente a la de la mayoría de los habitantes de un pequeño poblado o de una gran ciudad. Era común leer frases como: “lo
que el pueblo norteamericano desea”, “lo que los californianos quieren”, “lo que los texanos anhelan”.
ALTO TOTAL.
¿Quién demonios puede saber lo que una ciudad o un estado “quiere”? Sí claro, ya sabemos que existen las encuestas, sondeos de opinión y demás menjurjes. Sin embargo, ¿existe una sola casa encuestadora en el mundo que sea completamente independiente de los poderes fácticos y que además posea la infraestructura material y humana para extraer la opinión mayoritaria de un pueblo? Todo esto para decir que los mainstream media
se inventaron su realidad, la realidad que ellos querían para conservar el status quo de las cosas, la construcción de la realidad que necesitaban para que sus prioridades, las prioridades de los centros de poder de las grandes metrópolis, siguieran en la agenda del gobierno.
Y todo se cayó.
Donald Trump llegó al poder.
Y entonces vino un periodo, muy corto por cierto, de análisis; los sesudos columnistas se preguntaban ¿qué nos pasó?, ¿cómo no vimos la llegada de Trump al poder?
La respuesta es muy sencilla, se refugiaron en sus fuentes tradicionales, pasaron su tiempo con sus círculos de información de siempre, no fueron capaces de viajar, de preguntar, de salir de su tibia zona de confort para ver las condiciones reales de sufrimiento de miles de norteamericanos, no vieron la desesperanza de muchos trabajadores, no vieron la rabia en los ojos de cientos de miles.
Y hoy siguen igual, sin poder analizar los puntos claves del discurso de Trump, descalificándolo a priori, y permanentemente, cayendo en el juego mediático y político del más nefasto hombre de poder, que el mundo haya visto en décadas.
¿Por qué menciono este breve resumen sobre el comportamiento de los analistas norteamericanos, si voy a hablar de México? Sencillamente porque todo se aplica para el caso mexicano, y no deseo defender a AMLO -no lo necesita-, simplemente es muy complicado para columnistas nacionales, que en general viven en sus lindas zonas residenciales de la Ciudad de México, que puedan descifrar las claves del discurso de un político que, guste a muchos o no, conoce mejor que nadie las diferentes culturas de este país. Durante 18 años visitó casi todos los rincones del país, y se le nota este conocimiento de las culturas populares, en el discurso. Casi podríamos decir que aquello que denominen los “grandes” columnistas mexicanos como un error, significa en realidad una conexión profunda con la manera de pensar y de sentir de grandes y muy diversas capas de la población.
El famoso “detente” contra la pandemia del COVID-19, sería uno de los casos más recientes. Este sábado, 25 de abril de 2020, según fuentes de Nueva York, supimos que más del 80 por ciento de los enfermos en estado crítico, que se atiendan con respiradores artificiales, van a morir. En estas condiciones de realidad, y pensando en la idiosincrasia de gran parte del pueblo mexicano, ¿carece completamente de sentido el “detente” de López
Obrador?
Gracias, querido Arturo Luna Silva por la invitación.
Simplemente gracias.