ESCAPADAS
ALEJANDRO CAÑEDO PRIESCA
Roma no es sólo una ciudad; es un pensamiento, una forma de vida, la cuna de un imperio que cambió para siempre la manera de ver, pensar y vivir en el mundo conocido.
Se dice que todos los caminos conducen a Roma, y con razón: es un destino inevitable para quienes buscan historia, arte y cultura en su máxima expresión.
Antes de convertirse en la capital de la Italia unificada en 1871, Roma ya contaba con más de 2 mil años de historia.
Es, sin duda, una de las ciudades-museo más importantes del mundo, quizá la mayor.
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Su legado se despliega en monumentos icónicos como el Coliseo –cuyo nombre original es Anfiteatro Flavio–, el Foro Romano, el Arco de Constantino, la Domus Aurea, el Mercado de Trajano, el Circo Máximo y las Termas de Caracalla. También está el imponente Castel Sant’Angelo, que en su origen fue un mausoleo imperial y luego sirvió como fortaleza papal.
Roma es un viaje a través del tiempo. Desde las primitivas basílicas cristianas, hasta las grandiosas construcciones del Renacimiento y el Barroco, la ciudad está salpicada de palacios, iglesias suntuosas y plazas inolvidables. El río Tíber acompaña este recorrido, llevando consigo siglos de historia y secretos.
Y, por supuesto, junto a Roma se encuentra el Vaticano, con la majestuosa Basílica de San Pedro y la Columnata de Bernini. En su interior, la Capilla Sixtina deslumbra con el fresco del Juicio Final, obra maestra de Miguel Ángel, mientras que los Museos Vaticanos resguardan tesoros invaluables de la humanidad.
Pero una visita a Roma no estaría completa sin pasar por la Fontana di Trevi –donde la mítica escena de La Dolce Vita inmortalizó el sueño romano–, la Plaza de España y la Fontana della Barcaccia, y tantos otros rincones que hacen de esta ciudad un lugar único.
Fue precisamente en los años 60, con Fellini y su icónica película, cuando Roma se consolidó como símbolo del dolce far niente, ese dulce placer de no hacer nada y simplemente disfrutar.
En cada esquina, en monumentos, en antiguas inscripciones, aparece una sigla: SPQR. Estas letras representan Senatus Populusque Romanus –el Senado y el Pueblo Romano–, el emblema de una ciudad que aún late con el orgullo de su pasado imperial.
Roma es eterna y viajar a ella es viajar en el tiempo. Es perderse en sus calles, maravillarse con su arte y, por supuesto, rendirse ante la irresistible gastronomía italiana. Porque Roma no se visita una vez; Roma se vive para siempre.
Viajemos juntos.
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