La guerra entre Estados, precisamente por sus
intrínsecas características destructivas,
no admite hoy justificaciones morales y
políticas. Por sus propias características, la
guerra es una regresión al estado salvaje o
de naturaleza del homo homini lupus
Luigi Ferrajoli
Uno de los principales juristas de la actualidad, el profesor italiano Luigi Ferrajoli, concluye respecto a la guerra y el derecho que: “La guerra es la negación del derecho y de los derechos, ante todo del derecho a la vida, así como del derecho, fuera del cual no es concebible ninguna tutela de los derechos” (Ferrajoli, Luigi. (2004). Razones jurídicas del pacifismo. Madrid: Editorial Trotta).
Así, con lo que estamos viviendo del otro lado del mundo, con la invasión rusa a Ucrania, los sucesos de Guantánamo en Cuba –cárcel clandestina de los norteamericanos–, la migración de la pobreza, pareciera que no ha aprendido la humanidad de los destrozos de la Segunda Guerra Mundial y de las dictaduras, pues a pesar de los 50 millones o 70 millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial se siguen dando genocidios y politicidos por doquier en estos tiempos.
Con todo eso: ¿se puede seguir hablando sobre el derecho?
Lo que está sucediendo en esta nación mexicana, en la actualidad, en donde la población tiene el presentimiento que no hay forma de parar la inseguridad pública, en donde se vive en un clima de desempleo y de falta de estabilidad con los pocos empleos que subsisten, que la inflación y la crisis económica no se ve para cuándo tenga un fin, que cada quien hace lo que quiere ante la ley, que las instituciones del Estado se observan generalmente torpes.
Pero, sobre todo, prepotencia de los grupos criminales que gobiernan por doquier, que las muertes de la población no cuentan para las estadísticas oficiales o se trata de ciudadanos de segunda al formar parte de grupos criminales o simples “periodistas”… aun así: ¿se puede seguir hablado sobre el derecho?
Que los legisladores aprueban leyes que nadie aplica, salvo para extorsionar a los particulares y, en ciertas ocasiones, para justificar por qué los servidores públicos ocupan ciertos cargos públicos, que pasa desapercibido cualquier acto de corrupción, sea chico o sea grande, pero lo que no se pasa inadvertido es la ausencia de un requisito formal de los particulares para cumplir con una licencia, permiso, autorización gubernamental, aun así: ¿se puede seguir hablando sobre el derecho?
Que es más sencillo el camino para materializar la justicia y con ello reconocer un derecho cualquiera, no por los caminos ortodoxos que marcan las leyes y las instituciones del Estado, sino por medio de las extorsiones, corruptelas, amiguismos, aun así: ¿se puede seguir hablando sobre el derecho?
Pareciera que la respuesta debería ser enfática que no se puede seguir hablando sobre el derecho, es evidente que el Estado, sus instituciones y sus leyes se han visto rebasadas, que hoy la seguridad jurídica es cosa del pasado, como que, con tantas y tantas penurias jurídicas, no se puede seguir haciendo mención que subsiste el derecho, cuando vemos un Estado rebasado e, incluso, inoperante.
Que las instancias jurisdiccionales, en muchas de las ocasiones, con el mínimo grado de dificultad jurídica, o de riesgo para comprometer el buen nombre de las leyes e instituciones, se hace uso en las sentencias, resoluciones, acuerdos y demás actuaciones en una serie de ejercicios de gimnasia jurídica, de “contorsionismo” jurídico, para que por medio de una “argumentación jurídica adecuada” se pueda lograr que lo más oscuro se vea claro, que lo más claro se vea oscuro, que lo más inconstitucional se observe constitucional, todo con la finalidad de mantener el buen nombre del Estado de Derecho que cada día se observa más disfuncional, es decir, que tiene algunas de sus partes y órganos que aún funcionan.
Pero muchos de los órganos restantes no pueden ya funcionar, en gran parte, por la ausencia de compromiso los servidores públicos, por el exceso de compromiso con otros intereses, con mucho entusiasmo, pero muy poco conocimiento de la materia, o bien, debido a que muchos cuentan con la oportunidad de oro que les ha brindado la vida, el partido o el compadre, de estar en el lugar ideal del político, como lo sostuvo un político ahora ya de “familia empresarial”: “Un político pobre, es un pobre político”.
Con todo eso, ¿se puede seguir hablando sobre el derecho?