José Manuel Nieto Jalil / Director del Departamento Regional de Ciencias en la Región Centro-Sur Tecnológico de Monterrey Campus Puebla
En el corazón de nuestra galaxia, la Vía Láctea, brillan aproximadamente 200,000 millones de estrellas. Cada una de estas estrellas podría albergar sistemas solares con múltiples exoplanetas orbitando a su alrededor. La mera posibilidad de que en uno de estos remotos rincones exista una civilización extraterrestre despierta nuestra curiosidad y alimenta nuestra imaginación.
La búsqueda de vida extraterrestre continúa siendo una de las fronteras más emocionantes y desafiantes de la ciencia moderna. A medida que nuestros instrumentos y tecnologías avanzan, cada nueva observación nos acerca un poco más a responder la pregunta que ha intrigado a la humanidad durante siglos: ¿Estamos solos en el Universo?
En 2015, se lanzó el programa Breakthrough Listen, también conocido como SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence).
Este programa representa la iniciativa de investigación científica más ambiciosa de la historia, con el objetivo de encontrar evidencia de civilizaciones más allá de la Tierra.
En estos años de trabajo, SETI ha investigado sistemáticamente miles de estrellas en la Vía Láctea y galaxias cercanas, utilizando tres de los telescopios más grandes y avanzados del mundo. Financiado con 100 millones de dólares por el multimillonario ruso Yuri Milner, el proyecto ha escudriñado el cosmos en busca de señales, como ondas de radio, que pudieran indicar la existencia de civilizaciones inteligentes.
Sin embargo, hasta la fecha, no se ha encontrado ninguna huella indirecta de vida.
La Vía Láctea, con sus al menos 100,000 años luz de extensión, aún guarda muchos secretos por descubrir. A pesar de nuestros esfuerzos, la vastedad del espacio nos recuerda que aún estamos en las etapas iniciales de esta búsqueda monumental.
La famosa paradoja de Fermi, propuesta en 1950 por el laureado físico Enrico Fermi, trata de abordar la aparente contradicción entre la alta probabilidad de la existencia de otras civilizaciones inteligentes en el universo observable y la ausencia de evidencias.
Si en nuestro planeta ha surgido vida inteligente y hay miles de millones de estrellas en la galaxia, parece lógico que la vida también floreciera en algún otro lugar. Pero entonces, ¿por qué no hemos logrado establecer contacto con nadie ahí afuera?
Adicionalmente, una de las charlas más conocidas del fallecido Stephen Hawking, titulada “Life in the Universe”, abordaba esta misma cuestión. El brillante físico británico se preguntaba por qué la vida no abunda en nuestra galaxia, a pesar de la existencia de cientos de miles de millones de planetas, muchos de ellos parecidos a la Tierra y orbitando estrellas similares al Sol.
A pesar de los desafíos y los misterios sin resolver, los últimos años han sido increíblemente fructíferos para los astrónomos en busca de objetos interestelares.
A finales de 2017, se descubrió el enigmático Oumuamua, cuerpo proveniente de más allá de nuestro Sistema Solar, captado al final de su travesía por nuestro vecindario cósmico. Este objeto sigue siendo un enigma, y su origen y composición son aún objeto de debate en la comunidad científica.
El objeto interestelar Oumuamua fue detectado por primera vez el 19 de octubre de 2017 por el astrónomo canadiense Robert Weryk, utilizando el telescopio Pan-STARRS, un innovador instrumento desarrollado por la Universidad de Hawái.
Tras las primeras observaciones, se demostró que su órbita era extremadamente excéntrica y su velocidad demasiado elevada como para ser un objeto originario del Sistema Solar. Estas características llevaron a la conclusión de que Oumuamua había llegado desde otra estrella o incluso desde otra galaxia.
El origen de Oumuamua sigue siendo un misterio. Algunos investigadores creen que podría provenir de la nube molecular gigante (GMC) W51, situada a solo 17,000 años luz de la Tierra. Sin embargo, la naturaleza exacta del objeto ha generado diversas teorías y especulaciones.
Uno de los estudios más intrigantes proviene del profesor Abraham Loeb de la Universidad de Harvard, quien fue uno de los primeros en examinar detalladamente este mensajero interestelar.
En su análisis, Loeb concluyó que Oumuamua no se comportaba como un asteroide ni como una nube de moléculas gigantes. Argumentó que era improbable que un objeto de esas características hubiera sobrevivido intacto a un viaje tan largo hasta el Sistema Solar.
En su reporte científico, Loeb mencionaba que Oumuamua se movía a una velocidad extremadamente alta y seguía una órbita extraña, sin dejar rastros de gas o escombros a su paso. Sólo había una explicación concebible: el objeto podría ser una pieza de tecnología avanzada creada por una civilización alienígena distante.
Esta hipótesis fue explorada más a fondo en su libro “Extraterrestrial: The First Sign of Intelligent Life Beyond Earth”, donde asegura que nuestro Sistema Solar fue visitado recientemente por tecnología alienígena avanzada procedente de una estrella lejana.
A pesar de las afirmaciones de Loeb, la teoría más aceptada es que Oumuamua es un objeto natural. Sin embargo, su verdadera naturaleza sigue rodeada de misterios.
Este objeto de color rojo y forma alargada mostró una aceleración inesperada que no se pudo explicar completamente con emisiones de gases, ya que no se encontró evidencia de tal actividad. Se sugirió que estaba compuesto de hielo de hidrógeno molecular para explicar su comportamiento, pero esta hipótesis fue refutada en un artículo publicado en la revista The Astrophysical Journal Letters.
Recientemente, los astrofísicos Steven Desch y Alan Jackson de la Universidad Estatal de Arizona propusieron que Oumuamua podría ser un fragmento de un planeta similar a Plutón, arrancado por un impacto hace aproximadamente 500 millones de años y expulsado de su sistema estelar.
Según esta teoría, Oumuamua estaría compuesto de diferentes tipos de hielo, sugiriendo la existencia de planetas con características similares a Plutón en otros sistemas solares.
A pesar de estas teorías, Avi Loeb sigue defendiendo su postura de que Oumuamua es un objeto de origen artificial.
Es indudable que Oumuamua proporciona a los científicos una oportunidad única para observar y estudiar sistemas planetarios extrasolares. A medida que se descubran y analicen más objetos interestelares, nuestra comprensión sobre la formación y las características de otros sistemas planetarios continuará expandiéndose, revelando los misterios del cosmos.
Mientras los científicos siguen explorando y debatiendo su verdadera naturaleza, una cosa es segura: este misterioso objeto interestelar nos recuerda que aún hay mucho por descubrir en el vasto e infinito espacio que nos rodea. A medida que avanzamos en nuestra búsqueda de conocimiento, cada descubrimiento nos lleva un paso más cerca de comprender nuestro lugar en el cosmos y las posibles maravillas que aún nos esperan.