Por: Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Es relativo
En todos los tiempos, todos los filósofos, poetas, maestros entre otros, han lanzado la pregunta ¿qué es el hombre?, con otras dos derivadas: ¿de dónde viene?, ¿a dónde va?, y una serie de cuestionamientos que han tenido muchos intentos de respuestas.
Hay quien indica que el hombre es una paradoja hecha carne, un manojo de contradicciones. Confucio señalaba: “No siento el no ser conocido de los hombres, siento el no conocerlos yo”. Se nos ha dicho y tratado de explicar que la naturaleza humana es de todas formas un misterio incomprensible para el hombre mismo.
El problema para las mujeres y hombres de hoy sigue siendo que no se ha dado ninguna definición acerca del ser humano. Hay gente –nos explica el escritor Milan Renders– “que afirma amar a la humanidad, otros le responden acertadamente que sólo se puede amar en singular, es decir a personas concretas, yo estoy de acuerdo con eso y añado que lo que vale para el amor, vale también para el odio. El hombre, ese ser ansioso de equilibrio, compensa el peso del mal que cae sobre sus hombros con el peso de su odio”.
José Ortega y Gasset nos expresa que: “nuestra existencia es en sí misma un vacío de sentido, una extraña realidad que consiste en ser algo, que en definitiva es nada, es la nada siendo, es la pretensión de algo positivo que se queda en pura pretensión fallida. Si en su conjunto y totalidad carece de sentido el vivir, es decir, que se vive para nada, todas las justificaciones interiores a mi vida que hallo para sus actos son un error de perspectiva. Se impone un cambio radical de ésta, se impone otra perspectiva”, tal vez agrego: una rebelión contra el destino.
Como observamos, no nos podemos encontrar los seres humanos en los conceptos de otros autores, y esas obras culturales siguen siendo discutidas en lo filosófico, en lo científico y en lo teológico. Hay un libro titulado La condición humana del autor francés André Malraux, con una vida interesante, muy diversa, su juventud difícil, su madurez coincidió con la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial.
Su generación además conoció la Revolución China y las guerras de independencia en África y Asia. Fue luchador dentro de la resistencia en Francia; todo ello sirvió para conocer mucho la naturaleza del ser humano. En 1968 fue ministro de Cultura del General de Gaulle, creó casas de la cultura, fue enemigo de los fanatismos y de la violencia.
Creó puentes entre las culturas más diversas en pro del entendimiento de los hombres y de las mujeres en un mundo de paz. Entre sus obras literarias está La condición humana (1933) que obtuvo el premio Goncourt (esta obra está considerada, nos dice Don Francisco Prieto en su libro Los 100 mejores libros del siglo XX como ese tipo de obras que demandan los lectores).
Están igualmente redactados e impresos títulos de la obra de Malraux como La tentación de occidente, Los conquistadores, La vía real, El tiempo del desprecio, La esperanza, Antimemorias (que contiene su autobiografía), y otras más de las que se deriva en mucho la tendencia ideológica del autor en relación con los seres humanos y su vida algo aventurera.
La condición humana nos cuenta la lucha de los comunistas chinos contra los occidentales y su caudillo, es una novela con un insobornable fondo moral.
Nos habla de una sociedad en donde se observan las pasiones, las mezquindades, sueños, ideales y vicios… de todos los integrantes, porque se trata de ir hasta el fondo de la condición humana, y la condición humana acaba revelándonos que, ni ángel ni bestia, el hombre no alcanzará jamás el paraíso. “… Son sesenta años de sacrificios, de voluntad… de tantas cosas, y cuando ese hombre está hecho, cuando no queda en él nada de la infancia, ni de la adolescencia, cuando verdaderamente es un hombre, sólo es bueno ya para morir”, afirma.
Fue un hombre que sí dedicó su vida, su lucha, su capacidad al servicio de las personas; sabía de la crisis que en esa época pasaban los seres humanos; conocía y sabía que ser inservible a las dos grandes enfermedades del espíritu, miseria e injusticia, destruye al ser humano.
Finalmente debemos comprender que, para el ser humano, el verdadero combate empieza cuando uno debe luchar contra una parte de sí mismo; pero uno solo se convierte en hombre o llega a hacerse mujer cuando supera ese combate. Debemos ser realistas, porque los que se quedan mucho tiempo mirando a los sueños terminan pareciéndose a una sombra, a nada.