Dr. José Manuel Nieto Jalil
En el vasto contenido de la física teórica emerge un intrigante enigma que desafía las fronteras de nuestro entendimiento cósmico: los universos paralelos.
¿Será posible aventurarnos más allá de las limitaciones de nuestra percepción y comprensión convencionales para considerar la existencia de las llamadas realidades alternativas?
La teoría de los universos paralelos, aunque inicialmente controversial, ha ganado terreno en la comunidad científica, desvelando un panorama fascinante donde los límites de la realidad se expanden en direcciones inimaginables.
Son una idea fascinante que ha surgido en la física teórica, especialmente en el contexto de la mecánica cuántica.
La interpretación de los universos paralelos fue propuesta por primera vez por el destacado físico teórico y matemático Hugh Everett III (1930-1982), en 1957, y constituye una de las teorías más conocidas en este sentido.
En lugar de seguir la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica, que postulaba la existencia de una única realidad que se colapsa en un estado definido por la medición, Everett propuso que cada vez que ocurre un evento cuántico con múltiples posibles resultados, el universo se divide en múltiples ramas, cada una representando una de las posibilidades.
Esta idea desafiante sugiere la existencia de una multiplicidad de universos, cada uno siguiendo un camino distinto de probabilidades.
A pesar de la relevancia de su propuesta, la interpretación de los universos paralelos fue inicialmente recibida con escepticismo por la comunidad científica, sin embargo, con el tiempo ha ganado reconocimiento y aceptación en algunos de estos círculos.
Es importante destacar que la interpretación de los universos paralelos es sólo una de las muchas explicaciones de la mecánica cuántica, y no todos los físicos están de acuerdo en su validez.
Aunque es una idea intrigante, aún no hay evidencia experimental directa que respalde o refute la existencia de universos paralelos.
Es importante señalar que los antecedentes de la idea de universos paralelos se remontan a 1928, cuando el físico Paul Dirac introdujo un concepto revolucionario que transformó nuestra comprensión del universo.
En ese año, Dirac formuló una ecuación que fusiona la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad, proporcionando una descripción del comportamiento de los electrones. Esta ecuación reveló dos soluciones: una con carga positiva y otra con carga negativa.
La interpretación audaz de Dirac a partir de estas soluciones marcó un hito crucial en la evolución del pensamiento científico.
Al reconocer que si existía un electrón con carga negativa debía también existir su contraparte con carga positiva, conocida como positrón, Dirac propuso la idea innovadora de que cada partícula debería tener una antipartícula asociada, ambas con cargas opuestas.
Esta conceptualización gradual dio origen al fascinante concepto de materia y antimateria, sentando las bases para explorar las complejidades de la física subatómica y contribuyendo, eventualmente, al desarrollo de teorías sobre universos paralelos en la mecánica cuántica.
En este intrigante enigma de los universos paralelos que estamos desarrollando, remontémonos al año 2014, cuando la NASA dio luz verde a un proyecto pionero: Antarctic Impulsive Transient Antenna, conocido como Anita.
Esta extraordinaria iniciativa desplegó un globo estratosférico que se eleva majestuosamente a unos 37 kilómetros sobre la Antártida, en la remota base de McMurdo, ubicada en el extremo sur de la isla de Ross.
El propósito intrínseco de Anita era nada menos que captar los misteriosos rayos cósmicos, sirviéndose de su capacidad para registrar señales de ondas de radio.
En el año 2018, Anita registró una serie de rayos cósmicos que desafiaban las leyes de la física conocida, debido que emergían del hielo antártico, imbuidas de una energía extraordinaria.
Este fenómeno trascendental desconcertó a los científicos, ya que hasta ese momento nunca se habían detectado rayos cósmicos ascendentes, surgidos literalmente desde las profundidades de nuestro propio planeta.
Adicionalmente, Anita capturó en dos instancias diferentes pulsos de radio impregnados con una energía asombrosa: 500 mil TeV.
Esto equivale a más de 38 mil veces la potencia de las mayores colisiones de partículas logradas en el colosal Gran Colisionador de Hadrones de Ginebra, que alcanza apenas energías de 13 TeV.
Este descubrimiento desafiaba nuestras percepciones fundamentales de la física de partículas.
Y de estos resultados, diversos físicos sugirieron la posibilidad de fenómenos cósmicos aún desconocidos y de considerar la hipótesis de universos paralelos, dando nuevamente vida a la probabilidad de la existencia de estos.
En la actualidad, la consolidación de la mecánica cuántica ha impulsado a diversos físicos teóricos a desarrollar variadas teorías sobre la existencia física de universos paralelos, dando lugar a la concepción de múltiples universos o realidades relativamente independientes.
El avance simultáneo en la física cuántica, la búsqueda de una teoría unificada (la cuántica de la gravedad) y el desarrollo de la hipótesis de cuerdas han insinuado la existencia de un multiverso compuesto por múltiples universos paralelos.
Sin embargo, hasta el momento ninguna de estas conjeturas ha logrado ser comprobada experimentalmente.
La física moderna presenta diversas teorías sobre la formación del universo después del Big Bang.
Una de ellas, respaldada por prominentes físicos como Stephen Hawking y Richard Feynman, sugiere que tras la primera explosión se sucedieron múltiples estallidos creando una multiplicidad de universos más pequeños, también conocidos como pocket universes.
Estos universos alternativos podrían regirse por leyes físicas diferentes a las que conocemos, dando lugar a anomalías como las observadas por Anita, que desafían nuestra comprensión convencional del universo.
En las semanas previas a su fallecimiento, Stephen Hawking remitió un artículo científico en el que formuló las bases teóricas para verificar la existencia de universos paralelos.
Aunque otros estudios han postulado zonas de contacto entre nuestro universo y otros paralelos, los cálculos necesarios para abordar estos conceptos a menudo han presentado resultados incómodos e inmanejables, manifestando la complejidad inherente a la exploración de los límites de la realidad cósmica.
En la encrucijada entre la especulación teórica y la búsqueda de evidencia concreta, el enigma de los universos paralelos persiste como un desafío apasionante para la ciencia moderna.
Aunque la mecánica cuántica, la teoría de la relatividad y las observaciones cósmicas han llevado a algunos científicos a considerar la posibilidad de una multiplicidad de realidades, aún no se cuenta con pruebas tangibles que confirmen o descarten estas teorías.
En este continuo viaje hacia lo desconocido, los universos paralelos siguen iluminando el horizonte de la investigación científica, invitándonos a explorar los límites de la comprensión humana y a soñar con los secretos aún por revelar en el vasto tejido del cosmos.