Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] web: parmenasradio.org
La generación de estudiantes de derecho que correspondió a la primera parte de la década de los 90, del pasado siglo XX, es a la que le tocó vivir el inicio de vigencia del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), así como la sublevación del ejército zapatista en Chiapas, además de dos genocidios: el de Ruanda, en África, con 800 mil muertos en cinco meses; y el de la extinta Yugoslavia, en Srebrenica, donde hubo aproximadamente 8 mil 500 hombres muertos, donde las mujeres fueron ultrajadas y violadas. En tanto, se estudiaba la naturaleza jurídica de los bienes monstrencos (los bienes abandonados). ¿Será que ya no importa el derecho en el mundo actual?, ¿estará el derecho en crisis desde esos tiempos?, ¿qué hace la academia jurídica al respecto?
En las lecciones de derecho de esos tiempos se indicaba que el derecho brinda seguridad jurídica, la certidumbre de qué conductas están prohibidas, permitidas o prohibidas. Por ello es que, para el ciudadano de a pie, el derecho en su momento otorgó esperanza a la población.
Pues, si partimos de lo que sostenía Baruch Spinoza, de que el futuro se observa bajo el miedo o la esperanza, el derecho lo que brinda es seguridad jurídica, es decir, esperanza a la población.
Pero, en la actualidad, en el ambiente generalizado de la academia del siglo XXI, pareciera que está prohibido reprobar a los alumnos, así como imponer tareas sobre la investigación de alguna institución jurídica, o comprar un libro y leerlo, esto último es “un delito de lesa humanidad”. Mucho menos se leen los libros de los profesores, y tampoco se medita que los libros son la materia prima de los abogados. Resultaría imposible que un textilero no adquiriera tela como materia prima, o en una tortillería no se adquiera masa de maíz. Ya ni hablar de elaborar una tesis para la titulación de una licenciatura, maestría e incluso doctorado, pues, en el caso de la actual educación, pareciera que ya no es necesario en muchos de los centros de educación jurídica.
Por ello es que hoy las materias de vanguardia en una licenciatura en derecho, incluso en una maestría en derecho, son aquellas que han sustituido a la filosofía del derecho, a la sociología jurídica, a la lógica jurídica, a la teoría del derecho, por materias que se pueden denominar como: F2 o F3, es decir, se ponen materias en las cuales se hacen simples prácticas de llenado de formatos, formularios, etc. Comúnmente se les denomina: laboratorios”, y esto ha provocado que se pierda en el derecho la reflexión jurídica, por lo cual, se les denomina actualmente a los abogados como simples: “operadores jurídicos”, muy lejos de lo que se nombraba como juristas, una concepción, pareciera, decimonónica. Por tanto, hoy se desconoce qué es el ius-naturalismo, el ius-positivismo, si a caso algunos comprenden al neo-constitucionalismo o al garantismo. Pero muy pocos conocen de las teorías críticas del derecho, tan recurridas en América latina, ante la problemática de que el ius-naturalismo y el ius-positivismo han respondido muy poco a nuestras necesidades actuales.
Por esta crisis, hoy confundimos seguridad jurídica con seguridad pública, o bien, nos conformamos con citar al interés público o al interés social para justificar cualquier tipo de decisión judicial. Por ello es que hemos caído en la subjetividad y en la discrecionalidad sobre qué derechos tienen preferencia sobre otros con el uso de los juicios de ponderación, que terminamos en la plena discrecionalidad jurisdiccional y, por ende, en que: “la política esté sobre el derecho” y no “el derecho sobre la política”. La consecuencia es que al sistema jurídico actual lo hemos transformado para que “lo ilícito sea más fácil de hacer que lo licito”. Y los desastres de lo anterior son hechos notorios, que todos conocemos, vemos día con día y, a veces, desafortunadamente, los padecemos. Por ello, la lucha en la academia y sobre todo de tantos años de la ANFADE es que: “El derecho esté sobre la política y no la política sobre el derecho”. Para que, por fin, lo lícito sea más fácil de hacer por el ciudadano de a pie que lo ilícito, esa es nuestra misión en la academia jurídica. Pero, sobre todo, la lucha permanente de la ANFADE.