Por: Adolfo Flores Fragoso/ [email protected]
De Sandoval fue el apellido de un desconocido asesinado y tirado en la ribera del río Alseseca. Fue un aplicado asistente de un Oidor de la Puebla de los Ángeles del siglo XVI, según consta en el legajo 102 de cierto archivo municipal.
Ahí quedó escrito que supervisó la construcción del primer sistema hidráulico de la naciente ciudad.
Puebla es un ejemplo de la arquitectura renacentista y, como buen ingeniero (que nunca lo fue), De Sandoval se avocó a evitar las inundaciones que destruyeron las endebles casitas de la primera fundación de la Puebla, allá por los altos de los franciscanos, que dieron nombre un siglo después al barrio de El Alto.
Posteriormente participó en la cuadrícula actual de la ciudad, recomendando no exponer a los habitantes de los tres ríos que cruzan este valle de Cuetlaxcoapan.
Especialmente en la zona de los altos franciscanos (o el Alto), donde hay canales y puentes que posteriormente permitieron sobrevivir a los barrios de indios asentados en el oriente de la actual ciudad angelopolitana.
Y gracias a la calidad del agua proveniente de La Malinche y el Citlaltépetl, los indios –la mayoría provenientes de Tlaxcala–, gozaron de cabal salud y su habitual sanidad.
En un ensayo próximo a publicar, el filósofo e investigador Rodrigo Cervantes asegura que la Puebla terminó siendo “una utopía fallida”, dado que los cauces de agua terminaron por llevar a una segunda fundación lejos de los vertederos fundacionales.
Muy alejados de los brotes infecciosos de peste, varicela, viruela, sarampión impregnados en la piel de los fundadores españoles, que afectaron y diezmaron a la población de los barrios en mayor medida durante la época colonial.
El tema es que el sistema hidráulico creado para salvar a la ciudad de abundante agua (en temporada de lluvias) fluyó y pasa por el subsuelo del barrio de los altos de San Francisco.
Manuel Villarruel Vázquez, director del Centro INAH Puebla, podría dar una explicación, pero es un arquitecto –no arqueólogo–, quien basa una opinión en que en los altos de San Francisco fue hallada “simplemente” una pila de agua
La Pila. La pilita, como fue conocida por los habitantes.
“Ay, Dios”, le diría mi abuela.
Ya reenterrados los ductos, canales y basamento de esa pila, el INAH y el Ayuntamiento de Puebla impiden que estos vestigios puedan ser preservados como ventanas arqueológicas, con cédula y reconocimiento del INAH.
Ventanas arqueológicas.
Como las hay, por ejemplo, en el centro comercial San Francisco.
Lo cierto es que hay gente que asesina la historia de Puebla.
Ignorantes.
Como esos que asesinaron a De Sandoval, cierta tarde del siglo XVI. Quién sabe por qué.
Tirado al río con una flor en sus manos.
Dice la crónica que era una rosa para su novia.
Entre sus manos pálidas, hinchadas, muy frías, pero inundadas de amor. Como aquel río.
Un sabio y amoroso amante con una rosa en sus manos.