Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Son muchos los indicios para suponer que 2023 será, en todos los sentidos, el año de la consolidación para el gobierno de Miguel Barbosa Huerta.
Para llegar a ese punto, que se advierte climático, se han tenido que superar muchos escollos, entre ellos, algunos titubeos en la ruta de aprendizaje del equipo de trabajo al arranque de la gestión gubernamental.
Llegó luego la pandemia de la COVID-19, que obligó a posponer proyectos y concentrar esfuerzos y recursos para enfrentar esa crisis de la mejor manera, lo cual finalmente se logró mediante una estrategia que mereció incluso reconocimientos a nivel nacional.
En ese difícil periodo, en todo momento fue determinante haber ido un paso adelante con decisiones previsoras, alejadas frecuentemente de los lineamientos y a las políticas que tercamente se proponían desde la Federación, además que se dispuso aquí de un eficiente liderazgo en los altos mandos del sector salud.
Superados aquellos estragos sanitarios, ya con una administración en madurez, durante este año que casi concluye se multiplicaron las acciones para impulsar la reactivación económica y se aterrizaron muchos programas de gobierno, en especial los que significaron mayor impacto social.
En el ámbito político también se fue de menos a más y la recuperación de los hilos del poder, que estaban dispersos, fue notoria. La renovación de los cuadros directivos de Morena en toda la entidad favoreció sustancialmente al gobernador, que ahora se da tiempo incluso de alentar a figuras de su propio gabinete para participar en el venidero proceso de su sucesión.
De modo adicional, en esta dinámica se estrechó notoriamente la relación personal del mandatario poblano con el presidente Andrés Manuel López Obrador y hasta hubo margen para arropar en los mejores términos a Claudia Sheinbaum, a todas luces la favorita para la candidatura de Morena en la sucesión presidencial.
En este lapso hubo también espacios para afianzar la estructura institucional mediante reformas legales en diversos ámbitos que son torales, como el relativo al transporte y la movilidad, la actividad notarial y otras de mayor alcance y visión, como la que implica el inédito fortalecimiento a todo el sistema del Poder Judicial.
Ahora las bases han sido sentadas, con una administración en ritmo ascendente que acredita una mejor gobernanza y una estabilidad política inigualable, en la que, por cierto, poca sombra le hace los desconciertos de la oposición.
El escenario luce ideal para planear un cierre de gestión a todo ritmo, que se vislumbra en buena medida tras conocer algunos detalles del Paquete Económico 2023, que este jueves envió el Ejecutivo al Congreso del Estado.
A saber, el monto disponible para el año entrante será de 119 mil 199.9 millones de pesos, históricamente el más alto que haya tenido Puebla y suficiente para evitar cualquier tipo de endeudamiento, hacer frente a las obligaciones previstas y atender holgadamente situaciones extraordinarias, como las que se han tenido, por ejemplo, con la explosión en una toma clandestina de gas en San Pablo Xochimehuacan, el socavón en Juan C. Bonilla y otras afectaciones climáticas en el campo, o la más reciente, por un pago inesperado al magisterio por más de 300 millones de pesos.
El buen manejo de los recursos públicos ha sido parte del éxito de la actual gestión. La disciplina financiera, el gasto ordenado y la exclusión de obras fastuosas han permitido no solo puntualidad de respuesta ante imprevistos, sino además la posibilidad de asistencia a demandas que muchas administraciones municipales plantean ante su precario patrimonio, a las que, de manera adicional, se les han dotado de patrullas para sus cuerpos de seguridad.
Esos remantes resguardados en el “cochinito” gubernamental hay ayudado, incluso, para solventar compromisos financieros que fueron heredados de las pasadas administraciones, cuyo monto asciende, nada menos, a unos 2 mil 500 millones de pesos.
Es así que se proyecta –y eso no es cualquier cosa– mantener equilibrio entre los ingresos y los gastos están previstos para 2023.
En las políticas anunciadas en el proyecto de presupuesto ahora a consideración del legislativo, destaca la previsión para otorgar incrementos importantes a favor de las dependencias que realizan acciones sociales, mientras que habrá contracciones para otras áreas administrativas de menor relieve.
La prioridad de este gobierno –se dijo– “es la gente” y bajo esa política se canalizarán los recursos a las áreas “que tengan un impacto directo a las y los poblanos”.
Esto que serán el Sistema DIF estatal, salud, seguridad pública, educación y el campo, así como los rubros de procuración y administración de justicia, los que tendrán el mayor apoyo presupuestal.
Además de las múltiples acciones que se derivarán de esas áreas, en la lista de proyectos, algunos bianuales, figuran otros muchos, entre ellos, el de los Barrios Fundacionales, los relativos al transporte y la movilidad, el mejoramiento de Ciudad Modelo, mejoras en los centros penitenciarios, la construcción de un Auditorio y la remoción del Reforma, ambos en la zona de Los Fuertes, entre otros.
Todo esto apunta para un 2023 muy activo, de intenso trabajo y de resultados, justo para afrontar un año después el cierre de administración, coincidente con el proceso electoral en el que se renovará la presidencia de la República, y en el caso de Puebla, la gubernatura, el Congreso y los 217 ayuntamientos.
Como anillo al dedo, es así como pinta el 2023 para la administración del mandatario estatal.