La guerra se desató y no hay nadie que sea capaz de contenerla. A seis meses de los comicios “más grandes y complejos de la historia”, el debate verbal se destapó abruptamente en los días recientes, tras el anuncio de que el PRI y el PAN irán de la mano ante Morena, el rival que parecía inalcanzable y que ahora escucha, con simulada indiferencia, incesantes pasos en la azotea.
Y a ellos, aunque su cuota sea precaria, su sumará también lo que queda del PRD en un afán de “echarle montón” a las huestes de la 4T y recuperar, ese sería el objetivo mayor, la mayoría en el Congreso federal, aunque también los de algunas entidades y varias gubernaturas.
Según el acuerdo, la inédita alianza opositora se formalizará en aproximadamente 140 de los 300 distritos electorales para la renovación de la Cámara de Diputados en 2021 para enfrentar a Morena.
Las alianzas electorales del PRI, PAN y el sol azteca se aplicarían también para algunas elecciones a gobernador en los estados de Baja California, Baja California Sur, San Luis Potosí, Tlaxcala, Zacatecas, Colima, Nayarit, Sonora, y Michoacán; queda pendiente Campeche y se descarta en Nuevo León y Guerrero.
La propuesta plantea en general que en los distritos donde tenga fuerza el PAN, éste será quien encabece la coalición; en donde el tricolor tenga representación importante ellos abanderarán la alianza y en menor proporción lo mismo ocurrirá con el PRD.
Este maléfico pacto repercute desde luego también en Puebla, donde la disputa PRIPAN tiene antecedentes de humeantes batallas. Todo quedará atrás e incluso el pastel parece estar repartido.
Las primeras negociaciones entre las dirigencias partidistas –ayer mismo se reunieron– indican que habría alianza “flexibles” en las 15 candidaturas a diputados federales, de las cuales ocho distritos serían para el PAN; cuatro en coalición y cuatro de manera independiente, así como otras cuatro en alianza para el PRI y uno para el PRD, quedando por resolver antes del 11 de diciembre los distritos de Cholula y Tehuacán.
En principio, el PRI podría encabezar los distritos de Zacatlán (II), Teziutlán (III), Ciudad Serdán (VIII) y Acatlán (XIV), además que pretende también el distrito de Ajalpan y Atlixco para cederlo a Antorcha Campesina.
En su caso, el PAN iría al frente de la coalición en Huauchinango (I), San Martín Texmelucan (V), Tepeaca (VII) y Atlixco (XIII), además que irá solo en los distritos VI, IX, XI y XII de la capital poblana, mientras que para el PRD sería el distrito IV de Ajalpan.
Como es de suponerse, las componendas entre el ahora PRI-AN-PRD han provocado gran revuelo y duras expresiones que seguramente irá en aumento. Los argumentos de todos los bandos suenan lógicos.
El propio presidente Andrés Manuel López Obrador –advertido ya por el INE para abstenerse de realizar comentarios sobre el proceso electoral– dijo esta semana, un poco para minimizarlo, que la alianza le había generado “cierta satisfacción”.
“Siempre sostuve que eran lo mismo”, ironizó al asegurar que lo que pretenden es tener el control del presupuesto para dejar de ayudar a los más pobres.
“Pues ya lo dije, sí genera cierta satisfacción, el tener la razón en este caso no duele; siempre sostuvimos que eran lo mismo, se engañó por mucho tiempo, pero como decía (Abraham) Lincoln: al pueblo se le puede engañar una vez, dos veces, pero no se le puede engañar toda la vida”.
Por su parte, el recién estrenado dirigente nacional de Morena, como le corresponde, fue más allá y en tono más agudo calificó a la alianza como un auténtico tumor, cuyas siglas se ajustan precisamente al propósito de que irán “Todos Unidos contra Morena”.
A su juicio la alianza nace para defender sus propios intereses y esto prueba que sí existe la llamada mafia del poder. “Son lo mismo, conservadores que representan al neoliberalismo rancio, culpable de la desigualdad y la injusticia en México”.
El dirigente de Morena opinó que el PRI, PAN y PRD han demostrado a lo largo de los años, con creces y de manera reiterada, que son máquinas de malos gobiernos, de invenciones corruptas como los “moches” y de prácticas inmorales como el despilfarro del erario, por lo que no son dignos de la confianza del pueblo de México.
Y cree que el electorado los rechazará por representa a la politiquería añeja, la corrupción y los privilegios del pasado, y seguirá confiando en Morena para que continúe la regeneración de la vida pública del país.
En respuesta, el dirigente del Partido de Acción Nacional, Marko Cortés Mendoza señaló que “lo peor del PRI y demás partidos se refugian en Morena”, acusó a Delgado de cinismo y le dijo que para vivir del presupuesto se fue del PRI y también del PRD.
“Hoy lo peor del PRI y todos los partidos están en Morena, empezando por el propio López Obrador”, remató.
En ese frenesí discursivo, el dirigente del PRI Alejandro Moreno también le contestó a Mario Delgado: “Si tan interesados están en Morena en combatir algún “tumor”, mejor que empiecen por abastecer medicamentos a las miles de familias que están viendo fallecer a sus hijos, por la incompetencia de este gobierno”.
“La hipocresía de Morena es tan grande que pretenden ignorar su responsabilidad total en la desaparición de las guarderías infantiles, el agandalle de los fideicomisos y la falsa austeridad que pregonan. La realidad es clara: Morena es la desgracia de México, ¡en el 2021 se van!”
En esa controversia, una de las posiciones más duras ha provenido del gobernador poblano Miguel Barbosa, quien dijo de los partidos aliancistas que “son una vergüenza”.
“Esos son dos partidos que no pueden solos, más “una colita” (PRD), tratan de frenar a Morena y al movimiento de López Obrador, pero el pueblo los va a vencer, la gente los va vencer”.
Dijo que el PRI y el PAN “siempre han vivido en promiscuidad política y fétida”, y aunque reconoció que tienen derecho a aliarse con “la colita”, advirtió que se exponen a un error estratégico del que no podrán reponerse como partidos políticos, porque nunca más podrán decir que representan opciones distintas.
Destacó que durante los procesos electorales de 1988 al 2012 esa “feliz alianza” actuó en franca complicidad para alternarse el poder, hasta el triunfo de López Obrador en 2018 que rompió su hegemonía.
De esta forma el escenario político sube su temperatura y por ahora es impredecible calcular qué tan exitosa podrá ser esa comunión entre el PRI y PAN, los dos partidos más controversiales de la historia política del país, ni tampoco medir hasta dónde podrían llegar al momento crucial en el que se cuenten los votos tras la jornada electoral del 6 de junio.
También resulta complicado tratar de interpretar cuál será la reacción del electorado ante una oferta electoral ambigua, desdibujada, sin proyecto social definido y carente del más mínimo principio ideológico.
Por mientras habría que reconocer que si bien están irremediablemente inspiradas en un espíritu de perversidad política, las alianzas no son nuevas en nuestro controvertido sistema democrático.
No lo son incluso en Puebla, donde en su momento el PRD se sumó a la oleada antiPRI para llevar al morenovallismo al poder, así que no es un asunto para asustarse.
Siempre se dijo que el PRI y el PAN no podían mezclarse, porque eran como el agua y el aceite, pero nadie advirtió que había una posibilidad de hacerlo, en cuyo caso la fusión podría convertirse en veneno puro. Ya veremos.