Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Desde hace tiempo me sobran razones para dudar de los resultados de las encuestas electorales.
Cierto que en mi largo transitar he conocido a quienes las elaboran con un alto sentido ético y con inalterable rigor profesional.
No obstante, debo decir que coludidos por actores políticos, igual me he topado con auténticos charlatanes.
Por desgracia, unos y otros se confunden.
Y confunden también.
Entre los pasajes que guardo en la memoria respecto al tema, sobresale uno que me evoca a quien considero un maestro en la materia, el añorado amigo Rigoberto Benítez, precursor de los estudios de opinión en Puebla al frente del CISO de la BUAP.
Ante la persistencia de mis dudas, Rigo alguna vez me obsequió una inteligente recomendación: “No las creas a cabalidad, las encuestas siempre tendrán sesgos y no deben asumirse como verdades absolutas”.
Algunas vivencias me han dado pauta también para desconfiar en las encuestas. La más cruda fue cuando fui testigo de cómo un diario local aceptó publicar en su portada una mañosa y fantasiosa encuesta que había sido diseñada para tratar de amortiguar la ventaja que en la elección de 1995 tenía –y finalmente concretó– el PAN sobre el PRI, en la disputa por la presidencia municipal de Puebla capital.
En 2010, como otros muchos periodistas, tuve en las manos varios estudios que supuestamente acreditaban una cómoda ventaja de Javier López Zavala –ahora sumido en la desgracia– en la elección por la gubernatura de Puebla que finalmente ganó con cinco puntos de ventaja el extinto Rafael Moreno Valle.
Ambos casos fueron productos de una burda manipulación y redituable negocio para muchos, pero eso no quiere decir que haya muchos trabajos serios y dignos de absoluto respeto.
La demoscopia es toda una ciencia, pero no es exacta, como la matemática, y eso explica sus equivocaciones, aquí y en el mundo entero, como ocurrió en el Reino Unido con el Brexit, en la elección presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump, en los comicios de Argentina que ganó Milei, o para no ir muy lejos, en la reciente elección por la gubernatura del Estado de México.
Toda esta larga referencia viene al caso por las encuestas que esta semana publicó el diario Reforma, cuyos resultados han causado verdadera conmoción.
Según esos estudios, la candidata presidencial Claudia Sheinbaum lleva una ventaja de 24 puntos sobre la opositora Xóchitl Gálvez (58-34), pero además tiene un crecimiento de 5% desde agosto a la fecha, mientras que el repunte de la candidata del PRI-PAN-PRD ha sido apenas del 1%.
En la dinámica de esa tendencia, un 61% está convencido de que Sheinbaum superará incluso la votación que obtuvo López Obrador en 2018, en tanto que un 26% de los encuestados cree que Xóchitl podría ganar.
Aun acotando que, del total de encuestados, un 47 por ciento se negó a responder y de ellos, el 38 por ciento dijo no haber decidido todavía su voto, las cifras recabadas no dejan de ser considerables.
Por si fuera poco, y es relevante porque su protagonismo es indiscutible e incidirá definitivamente en el resultado final, la aprobación ciudadana de AMLO ha mejorado sustancialmente, para llegar ahora a un 73%.
En el caso de Puebla, la encuesta de la empresa Rubrum también publicada por Reforma, concede al candidato morenista Alejandro Armenta Mier una preferencia electoral del 52.4%, mientras que a su opositor, el panista Eduardo Rivera Pérez, le atribuye un 29.5% de las preferencias, esto es, una diferencia de casi 23 puntos.
Ante la contundencia de los números es difícil hacer objeciones, si bien es cierto que en el caso de la elección federal las campañas están incipientes y falta por ver qué ocurre en los tres debates más otros posibles incidentes, en tanto que para la elección por la gubernatura poblana, las campañas ni siquiera han comenzado.
De cualquier modo, todo parecería que Claudia Sheinbaum, Alejandro Armenta Mier y el presidente López Obrador cabalgan en caballo de hacienda y prácticamente ya ganaron la elección.
Así, cabe preguntarse:
¿En verdad está todo definido?
¿Hay lugar para que el escepticismo persista?
¿Esos números son verdades absolutas? ¿Apagamos ya las luces?