Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Tras haber renunciado como secretario estatal de Salud en su pretensión de ser el candidato de Morena a la gubernatura de Puebla, José Antonio Martínez García criticó a los políticos poblanos que con el fin de promocionarse hacen uso desmedido de anuncios espectaculares, así como en la pinta en bardas y de otros espacios públicos.
Sin mencionarlos de manera explícita, “el doctor” se refería desde luego a quienes disputan también la postulación morenista a la gubernatura, cuya identidad todos conocen: Ignacio Mier Velasco, Alejandro Armenta Mier y Julio Huerta Gómez.
Aunque no mintió el doctor Martínez, porque hay anuncios por todos lados, habrá quien diga que la denuncia pública en contra de sus correligionarios fue poco política, y en efecto lo es. En estricto rigor, él no es político, su perfil se ajusta más a la de un ciudadano, un profesionista destacado que fue sumado a la lista de aspirantes por sus méritos durante la pandemia como responsable del sistema estatal de salud.
Martínez García habló más bien como ciudadano y con ello interpretó, ahí sí con incuestionable puntería, lo que percibe y opina la mayoría de la gente en torno a toda esa propaganda que desde hace meses ha inundado especialmente la capital, los municipios conurbados y muchos otros de la entidad poblana.
Al respecto, esta misma semana las dirigencias estatales del PRI y del PAN señalaron esa anomalía y aseguraron que han detectado en la entidad al menos unos 300 espectaculares de Morena, cuyo costo unitario mensual en promedio es de unos 30 mil pesos, con la advertencia de que son financiados con recursos públicos, sospecha que ya había advertido Marcelo Ebrard en el caso de la disputa presidencial.
También este mismo mar tes, el presidente Andrés Manuel López Obrador cuestionó en su conferencia mañanera la promoción que se hace a través de los anuncios espectaculares, práctica que inició desde hace tiempo Claudia Sheinbaum, su “corcholata” preferida para la sucesión presidencial, y que luego retomó en excesiva proporción en todo el territorio nacional su exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López.
Quizá de manera “sembrada”, al presidente le preguntaron en específico sobre la abundante propaganda del poblano Ignacio Mier, a lo que, para justificarlo, contestó que ese “no era el único caso”, aunque el mandatario reconoció que se trata de una mala práctica.
“Acerca de la publicidad, aquí hemos dicho que eso no sólo es indebido e ilegal, sino que resulta contraproducente, porque la gente ya está muy informada, muy consciente y ya no se deja manipular con un cartel o un espectacular”, enfatizó.
A qué grado de simulación hemos llegado que los aspirantes morenistas se esfuerzan para minimizar su proceder. Es el caso, por ejemplo, de Julio Huerta, quien ante los cuestionamientos por su propaganda respondió que él solo tenía algunos anuncios. “Yo tengo pocos en Puebla, diría que un 10 por ciento del total que tienen los demás”, respondió.
Su explicación equivale a la de aquel candidato nayarita que en su campaña para reelegirse como Alcalde reconoció con cinismo que había robado. “Sí robé, pero poquito…”.
En otros casos se intenta desviar la atención, como el de Alejandro Armenta, quien luego de validar la decisión del Cabildo de Puebla de multar hasta con 300 mil pesos a quienes se promuevan con fines electorales en espacios públicos o mobiliario urbano, pidió que el dinero que se recaude no sea utilizado para financiar campañas electorales, obviamente a favor de la oposición. Algo así como la paja en el ojo ajeno.
Ante tal insinuación, el Alcalde poblano agradeció que los actores políticos aprueben la medida restrictiva, pero al mismo tiempo los llamó a poner el ejemplo despintando las bardas en las que se promueven, lo cual sería –dijo– un acto de congruencia y un mensaje de respeto a la sociedad.
De modo adicional, los aspirantes morenistas también han hecho caso omiso a las disposiciones emitidas puntualmente por el gobierno estatal para evitar que usen bardas y espacios públicos para su promoción.
¿En qué quedamos, entonces? Propios y extraños asumen que es una irregularidad que rebasa incluso la normativa electoral, pero nadie hace por evitarlo.
Es irrefutable que los centenares de anuncios espectaculares, incluyendo ahora algunos luminosos, y la pinta de miles de bardas a favor de unos y otros aspirantes de Morena son ilegales desde la perspectiva de la legislación electoral, que impávida no hace nada para evitarlo, además que generan espesa contaminación visual.
El despliegue de promocionales es también ofensivo y hasta una afrenta a la inteligencia ciudadana y eso lo saben los actores políticos, pero poco parece importarles.
Las preguntas obligadas, entre otras, serían: ¿De dónde proceden los recursos para financiar toda esa propaganda personalizada? ¿Alguien lleva la cuenta de los costos? ¿Es creíble que se trata de aportaciones de meros simpatizantes? ¿En aras de una obligada transparencia, en su momento los aspirantes involucrados rendirán sus respectivas cuentas? ¿Las harán públicas?
¿Hará algo la autoridad electoral, en este caso la local, toda vez que la Vocalía en Puebla del INE ya aclaró que las denuncias que se hagan aquí por presuntos actos anticipados de campaña, como la pinta de bardas y exposición de anuncios espectaculares, deberán ser atendidos por Instituto Electoral del Estado, pues no es jurisprudencia del organismo federal?
Muchas preguntas, ninguna respuesta.
En suma, queda claro que todos se hacen guajes, simulan y se echan la bolita, pero nadie asume su responsabilidad.
El ciudadano común –al fin de cuentas juez implacable con su poder de elección– parece advertir toda esta simulación que implica gastos excesivos, y entiende que la promoción personalizada es un acto anticipado de campaña, así como un uso de recursos opaco y nada transparente.
Es, en pocas palabras, ofensivo e ilegal.
Alguien debería pagar los platos rotos. ¿O no?