Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Como en cualquier acto circense, el epílogo morenista del pasado viernes era absolutamente previsible. Todos esperaban ver un conejo y, en efecto, debajo del bombín del mago apareció… ¡un conejo!
Pese a que todos conocían, o al menos intuían el expectante final, la maniobra mereció aplausos del respetable, entre quienes había actores de primera línea, pero también colados, paleros y hasta algunos ilusos que creyeron en un desenlace inesperado.
Ahora vendrá el colofón para el que ya se cruzan apuestas, con la advertencia de que “no hay nada para nadie”.
Se descarta, no obstante, que pudiera haber sorpresas.
El final de la trama del acto estelar que se conocerá cuando concluya este mismo mes ya está decidido. Su script está guardado bajo siete llaves en la sala principal del Palacio Nacional y no hay ninguna manera de modificar su contenido.
Es así como puede compendiarse el proceso interno de Morena para decidir quién habrá de abanderar su causa para los comicios locales del año entrante.
Todo un espectáculo perfectamente diseñado para generar interés, suspenso, expectativas y ruido, mucho mediático. Mentir con la verdad es todo un arte, ni duda cabe.
Fue así, ante una espera tan larga como en apariencia inexplicable, que finalmente la dirigencia nacional de Morena, esbozada en una Comisión de Elecciones que funge como mero interlocutor, dio a conocer el pasado viernes el listado de quienes participarán en la encuesta final de la que surgirá el o la candidata para disputar la gubernatura de Puebla.
Siete son las y los agraciados; ya se presagiaba: tres mujeres y cuatro hombres. Desde el pasado 30 de septiembre ya habían ganado su lugar por decisión del Consejo Estatal, en una oscura maniobra con tufos de imparcialidad, Olivia Salomón, Lizeth Sánchez, Ignacio Mier Velasco y Julio Huerta.
A ellos, tras una intencionada espera de casi dos semanas, se añadió a Claudia Rivera, Alejandro Armenta y a Rodrigo Abdala, “por tener altos niveles de conocimiento”, de acuerdo con diversos estudios de opinión.
Ninguna novedad. Ni uno más, ni tampoco menos de lo que se esperaba.
Así, como en la infantil canción de los “perritos”, cada vez son menos.
De los 27 que tenían, les quedaron 7, y al final habrá sólo una o uno, previa bendición presidencial.
¿Por qué la demora para completar este listado? ¿Cuáles fueron las razones para postergar la designación de tres aspirantes más, cuya inclusión parecía más que obligada?
¿Fue acaso que la dirigencia nacional, que funciona como oficialía de partes del mismísimo señor presidente Andrés Manuel López Obrador, alargó el proceso definitorio para medir el comportamiento de los contendientes finalistas?
¿Los puso a prueba para calibrar comportamientos, reacciones, lealtades? ¿Dejó a propósito que ampliaran su ventilación con más eventos propagandísticos, anuncios, informes o publicación de dudosas encuestas?
Imposible saberlo, pero las dudas crecieron entre tanta incertidumbre, entre ellas, saber por qué con antelación no se ha decidido el género; saber si será hombre o mujer para facilitar la competencia y evitar desgaste entre las y los contendientes.
La posibilidad de que sea mujer existe; incluso va en concordancia con la intención aún vigente del Instituto Nacional Electoral para obligar a todos los partidos a postular mujeres en por lo menos cinco de los nueve estados que renovarán sus gubernaturas, entre ellos Puebla.
¿Qué pasaría si en la encuesta definitiva lidera un hombre y luego las circunstancias obligan a elegir una mujer?
Como en el Big Brother, desconcierta el cambio de reglas. Y más que eso: genera innecesarias pugnas y muchos riesgos, algunos de los cuales se dejaron ver en la reunión previa del pasado jueves, a la que acudieron 14 de los 27 inscritos, quizá porque no todos fueron convocados y eso ya supone discriminación adelantada.
Eso no fue lo peor. Se tuvo la ocurrencia de informar a los medios que, de las primeras encuestas realizadas para determinar a los finalistas, hay dos aspirantes que figuran como los mejor posicionados.
No se dieron nombres, pero todos dedujeron que se referían a Ignacio Mier y a Alejandro Armenta.
Eso no significa, se aclaró, que los más populares sean los mejor evaluados.
El más conocido no necesariamente es el mejor votado.
Tal desliz, obvio, generó que se agrandaran las especulaciones, pero lo absurdo fue que la misma dirigencia culpara después a los medios por hacer conjeturas.
En un comunicado previo a que se conocieran los nombres de los aspirantes que participarán en la evaluación final mediante encuestas, el Comité Ejecutivo Estatal morenista exhortó a los medios a conducirse con “calma, tranquilidad y mesura” en torno a su proceso interno.
Se insistió en que los resultados de la primera consulta de reconocimiento no definen el perfil que los representará en los comicios, sino que son acaso “una referencia” para las decisiones que asuma la Comisión Nacional de Elecciones.
También se pidió a militantes y simpatizantes “no dejarse influenciar por noticias falsas o datos inexactos que pudieran distorsionar la realidad” y a “no dejarse llevar por la desinformación”.
En suma, alborotaron al gallinero y después se vieron obligados a llamar a los medios a mantener una calma y la serenidad de la que ellos adolecen.
Naturalmente que entre aspirantes a la candidatura también hubo reacciones por la sola referencia de que había “dos punteros”, como fue el caso de Olivia Salomón, quien, al sentirse agraviada, calificó como falsos los “supuestos resultados de la encuesta de conocimiento”, por lo que llamó también a evitar información no confirmada.
Lo único cierto es que los vericuetos morenistas no sólo han abonado en confusiones, sino que también han dado pauta a roces entre los contendientes, en riesgo de una unidad que sólo tiene acomodo en los discursos.
De ahí también que en la víspera la propia Olivia Salomón convocara a los liderazgos que integran la final “a firmar un acuerdo público de unidad por el bien del movimiento, del estado y de la ciudadanía”.
Ciertamente, mantener la unidad es ahora la mayor preocupación de Morena en Puebla, pero también hacer creer, a propio y extraños, que la competencia final será justa y transparente, con piso parejo para quienes están involucrados.
El final-final está cerca.
Se escuchan los tamborazos y las luces se concentran en la figura del mago para acrecentar la expectativa.
Y aunque esta vez el final también parece absolutamente predecible, ya veremos qué aparece debajo de su muy ajetreado bombín