Soliloquio
Felipe Flores Núñez
En el contexto del proceso electoral en marcha, el actual periodo de intercampañas no significa necesariamente inamovilidad de los aspirantes tanto a la presidencia a nivel federal, como a la gubernatura local. Todo lo contrario.
Esta absurda pero obligada pausa ofrece a los contendientes la oportunidad para afinar tácticas y definir acciones concretas a fin de enfrentar de manera consistente la etapa definitiva de las campañas electorales formales, fase que incluye además de una lucha más cerrada –casi de cuerpo a cuerpo–, la celebración de debates, cuya cuota es por demás relevante por su impacto social.
Queda claro que a estas alturas los actores políticos disponen de la información suficiente como para trazar en definitiva su respectiva ruta crítica, en la que ya no se pueden permitir distracciones ni simulaciones, mucho menos improvisación.
Es evidente también que tanto del lado oficialista como del bloque opositor están ya más que definidas las principales directrices de las que se desprenderán acciones concretas, que van desde la configuración de una agenda para actos públicos con las elementales líneas discursivas, hasta la gestación de contenidos para los mensajes en spots de radio y televisión, anuncios y pendones en la vía pública y las otras muchas herramientas propagandísticas.
Cada quien sabe de sus fortalezas y de sus debilidades. El reto es cómo potenciar unas y minimizar las otras.
Es justo ahora cuando se privilegia la intervención de los llamados “cuartos de guerra”, cuerpo colegiado lo conforman expertos en comunicación y marketing político, cuya función es diseñar acciones tácticas que servirán de modo cotidiano durante las campañas políticas tanto para fortalecer a sus candidatos, como para debilitar a los contrarios.
Los que saben, hablan ahora de estrategia, de agenda setting, de encuestas y sondeos, de plan de medios, de posicionamiento, de focus group, de propaganda, de media training, de segmentación y de manipulación.
Analizan, discuten, ponderan factores vinculados al voto duro, al segmentado, de los indecisos, de la guerra sucia y de las fake news.
Por supuesto, planean embestidas en redes sociales –Facebook, Instagram, YouTube, Twitter (ahora X), TikTok y de otras plataformas digitales–, y hasta refieren al uso de drones y de la inteligencia artificial.
El adecuado y hábil manejo de todos esos instrumentos incidirá, definitivamente, en el resultado final, sin desdeñar la narrativa, la exposición clara y objetiva de la oferta política de cada quien, de lo cual haremos referencia en posterior entrega, aunque por ahora podemos adelantar:
1.- De acuerdo con todas las encuestas, Claudia Sheinbaum está por delante al menos por 20 puntos, por lo que se mantendrá disciplinada para evitar cualquier desvarío, así que se apegará a su formato en defensa de los principios básicos de la Cuarta Transformación. Dispone además del apoyo virtual de 23 gobernadores morenistas y más aún, con el del presidente López Obrador, que desde Palacio Nacional maniobrará hasta donde sea posible. Con algunas innovaciones, su sello es el de la continuidad.
2.- Xóchitl Gálvez se enfrenta al enorme desafío de remontar la diferencia en las encuestas, lo que parece casi difícil, pero no imposible. Parece haber encontrado el enfoque de su narrativa y de ahí no se saldrá, basado en exaltar los errores y hasta excesos de la actual administración federal, ejes que son del agrado del segmento poblacional que no comulga con el actual estilo presidencial. Este periodo de inactividad proselitista le pesa mucho más que a su oponente, pues necesita tiempo para mejorar su posicionamiento. Su mayor oportunidad la tendrá en los tres debates anunciados, de ello dependerá mucho su posible escalamiento. Poco le ayudan los partidos que la postularon, sobre todo por la mala imagen de sus respectivos dirigentes, por lo que tendría que ir prácticamente sola, sustentada en su carisma, empatía, frescura y frecuentemente grata personalidad. La tiene muy complicada.
¿Cómo será la campaña de cada una?
Ese es ahora el dilema, a sabiendas que las contiendas políticas con fines electorales se han ido transformando al paso del tiempo. Quedaron atrás como premisas los recorridos en terreno y los mítines masivos incluido el acarreo con todo y torta.
Ya no más las matracas y el confeti.
La batalla electoral, al menos para la Presidencia de la República, irá ahora mucho más allá de una mera confrontación de propuestas y de visión de país.
A los medios tradicionales, útiles todavía, se suman ahora otros misiles tecnológicos, mucho más poderosos y lesivos.
La guerra será brutal.
Ya se verá.