Soliloquio
Felipe Flores Núñez
A una semana de la elección más grande de la historia, oscilamos ahora entre burdos escepticismos y valederas preocupaciones. Unas y otras circunstancias se asoman en los linderos de lo que será nuestra nueva realidad.
Por un lado, aunque no debería sorprender porque el impacto emocional ha sido enorme, es de llamar la atención que haya todavía quienes sostengan que detrás de la abrumadora victoria de Morena en los comicios del pasado domingo hubo toda una maniobra fraudulenta.
Suena hasta irrisorio, pero en especial por redes sociales todavía corren versiones que pretenden hacer creer que es ilegítimo el triunfo de Morena y que los resultados ya conocidos aún podrían revertirse. No obstante, por endebles, los argumentos de tales versiones se desmoronan por sí solos ante falta de sustento.
Entras las elucubraciones, los muy sofisticados hablan de toda una maniobra cibernética mediante el uso de algoritmos que habría ejecutado un grupo experto en informática, con capacidad de invadir sistemas y alterar cualquier tipo de datos sin dejar rastro alguno. Suena bien para un guion peliculesco, pero nada más.
Otros, con mayor ingenuidad, insisten que el truco estuvo en el proceso de implementación del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), para lo cual se aduce que sólo se basó en las casillas donde Claudia Sheinbaum y Morena tenían ventaja para que el conteo de votos les favoreciera. En ese intento publican en redes sociales copias del conteo final de casillas en los que el resultado final favorece a Xóchitl Gálvez. “En mi colonia ganamos y eso ocurrió en todos lados”, arguyen.
Tal argumento es falso y diría que hasta doloso. Las casillas que se utilizaron como referencia fueron seleccionadas previamente, además que en sentido estricto, el PREP no cuenta votos, sino que captura y publica la información asentada en las actas de escrutinio y cómputo por los ciudadanos que participan como funcionarios de casilla que son –no hay que olvidarlo– ciudadanos como usted y como yo.
Además, los representantes de los partidos políticos tienen copia de dicha acta, lo que les permite cotejar los datos publicados por el PREP.
Más allá de toda sospecha, debe entenderse también que el PREP no es el resultado definitivo de la elección y mucho menos llega a sustituir los cómputos distritales, los que se han realizado desde el miércoles pasado y que este mismo fin de semana concluyen para confirmar, con toda certeza, el triunfo avasallador de la ahora virtual presidenta de la República, así como de otros muchos cargos de elección en el país, incluido desde luego el caso de Puebla, donde Alejandro Armenta fue muy amplio ganador.
Los resultados de dicho cómputo son más que inobjetables: Claudia Sheinbaum obtuvo 35 millones 923 mil 996 votos, casi 19 millones más que la aspirante opositora Xóchitl Gálvez, con lo cual la morenista se convierte en la candidata más votada en la historia de una elección presidencial en el país.
Con 2 millones 146 mil 741 votos, 65.19% del total, Puebla fue de las entidades que más votos le aportaron a la morenista, 392 mil 145 más que el millón 754 mil 596 que en 2018 obtuvo Andrés Manuel López Obrador.
Xóchitl Gálvez Ruiz logró en Puebla 716 mil 148 sufragios, poco más de los 618 mil 397 que en 2018 obtuvo Ricardo Anaya Cortés; Jorge Álvarez Máynez se quedó con 332 mil 71 votos.
Ante ello, tras un nuevo conteo en el 68.16% de los paquetes –lo cual despeja toda posibilidad de duda–, el INE destacó que tales cifras confirman “la consistencia y coincidencia plena entre los resultados de los conteos rápidos, del PREP y de los cómputos distritales”.
Ya con los resultados generales a la mano, es para destacarse que la ola morenista también haya inundado al Poder Legislativo, luego que la coalición “Sigamos haciendo historia” contará con 370 diputados federales, cifra con la que supera el mínimo para tener mayoría calificada en la Cámara Baja y que le permite realizar las modificaciones constitucionales que mejor le parezcan, entre ellas el paquete que con antelación había anunciado el presidente López Obrador.
El frente opositor apenas pudo obtener 69 curules para el PAN, 34 al PRI y sólo una al PRD.
En cuanto al Senado, Morena, PT y Verde alcanzan la mayoría simple con 83 legisladores y sólo estarán a tres para la mayoría calificada, los que eventualmente podría sumar si logra negociar con los escasos opositores o con Movimiento Ciudadano, partido que tendrá cuatro representantes.
La frialdad de todos estos números no admite mayor cuestionamiento, aunque es del todo justificable la preocupación que existe por el hecho de que el dominio absoluto que tendrá Morena se traduzca en una evidente falta de contrapesos para el futuro mediato del ejercicio del poder.
A una semana de la elección, los mercados financieros ya mostraron nerviosismo y la depreciación del peso mexicano es prueba de ello.
La expectativa entonces se reduce ahora a conocer cómo asumirá la 4T su victoria aplastante y eso se sabrá a corto plazo. ¿Van o no desde ahora las 20 iniciativas que propuso López Obrador en febrero pasado?
La respuesta se conocerá con certeza mañana mismo, cuando el presidente López Obrador se entreviste por primera vez en Palacio Nacional con la presidente electa, pero por lo pronto los indicios hacen pensar que la decisión está tomada.
Lo prudente sería que el paquete de reformas se aborde hasta después del 1 de octubre para que sea Claudia Sheinbaum ya como presidente quien las perfile a su conveniencia en el contexto económico y sociopolítico del momento; pero López Obrador parece no pensar así, no al menos en uno de los temas torales de sus iniciativas: la relacionada con el Poder Judicial, con el que ha tenido serias confrontaciones.
El pasado viernes, engreído por los resultados electorales y animado por ponerle la cereza al pastel, AMLO afirmó con toda claridad que la reforma al Poder Judicial saldrá este sexenio, ya que por encima de los mercados financieros está la justicia.
En su sustento, AMLO dijo que el pueblo quiere cambios; quiere que se vaya purificando la vida pública y eso lo manifestó el pasado domingo y señaló que con la reforma judicial se alarman los que se sentían dueños de México, porque no habrá quien les ayude a realizar sus transas.
De ser así, ahora los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial serán electos de manera directa por el pueblo, que poco o nada conoce del tema ni pondera las posibles consecuencias que una medida así podría incitar.
Dejar que las designaciones del aparato judicial, lo que no en ningún país democrático del mundo, supone que una inmensa mayoría social aprobaría las propuestas que en su momento se hagan desde Palacio Nacional para que luego sean avaladas por la propia mayoría legislativa de Morena.
Dicho en otras palabras, el poder Ejecutivo no sólo acapara ya la aprobación de muy amplios segmentos sociales, sino que ahora tendría en sus manos al Poder Legislativo que ya ganó y de remate también al Poder Judicial.
Poder absoluto, total; eso fue lo que decidió la gran mayoría, aunque persistan aún las dudas y un incompresible escepticismo.
Lo único valedero en todo caso debiera ser la preocupación por el hecho de que una sola fuerza política sea dueña del espectro entero.
Como en los viejos tiempos del ahora vituperado PRI.