Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Se dice que hay fuego amigo cuando los ataques provienen del mismo bando.
Se trata de un recurso sucio cuyo único propósito es lograr, a cualquier costo, objetivos personales.
En ese juego avieso no importa el daño que se pueda causar a la honorabilidad de las personas, o incluso a la de instituciones.
En la vida pública son frecuentes esos ataques entre miembros de una misma facción. Tanto es así, que en el transcurso de esta semana traslucieron en distintos ámbitos al menos tres casos de fuego amigo.
Uno fue el que se lanzaron –una vez más– dos de los aspirantes a la gubernatura de Puebla.
El domingo, Ignacio Mier aseguró ser el mejor posicionado de Morena, por lo que seguramente ganará la encuesta interna que se haga en su momento para definir la candidatura por el gobierno estatal. Con ese optimismo, el diputado federal descartó que pudiera haber un “choque de trenes” con Alejandro Armenta, su acérrimo contendiente.
Con ese optimismo, el diputado federal descartó que pudiera haber un “choque de trenes” con Alejandro Armenta, su acérrimo contendiente
En respuesta, al día siguiente, lunes, Armenta Mier minimizó el supuesto potencial de su primo y ratificó que no habría “choque de trenes”, porque mientras Ignacio Mier va en uno de vapor, él lo hace en un Shinkansen, el ferrocarril japonés de alta velocidad catalogado como de los más rápidos del mundo.
“Claro que no va a haber choque de trenes, cómo va a haber si vamos 20 estaciones arriba”, dijo burlonamente el senador de la República.
Otro tipo de fuego amigo es el que lanzaron este martes algunos legisladores locales de Morena en contra del gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina, al recriminarle no haber incluido a personajes de la izquierda morenista en los ajustes que hizo de su gabinete.
Arrogandose un derecho que no les corresponde, ni ameritan, quienes lanzaron ese dardo parecen no haber entendido que en los cambios, ante todo, el gobernador privilegió la experiencia y la capacidad, sin importar filiación política, a fin de mantener la gobernabilidad.
La pregunta que al respecto lanzó el mandatario estatal lo dice todo: “¿Vale más un gobierno que se cierra o el que genera apertura y diversidad?
El fuego amigo se ha asomado también durante las horas recientes en los umbrales del Poder Judicial.
Este caso, mucho más trascendente que los apenas anecdóticos citados, era un tanto previsible tras el alcance de las reformas que de manera visionaria promovió el extinto gobernador Miguel Barbosa para hacer que el sistema de justicia poblano se transformara radicalmente y, con ello, “hacerlo uno de los más avanzados del país”.
Esas reformas plantearon, entre otros objetivos, una renovada administración de la justicia y hacerla más cercana a la gente, para lo cual el aparato judicial debería sujetarse a vigilancia, evaluación de desempeño, mayor disciplina, mejor selección, auténtica carrera judicial y, por supuesto, un grado máximo de probidad.
Toda una reestructura al Poder Judicial, que ahora tiene cuatro “brazos”: el pleno del Tribunal Superior de Justicia, el Consejo de la Judicatura, el Tribunal de Justicia Administrativa y la Sala Constitucional, los cuales gozarán de mayores atribuciones para instalar la “nueva realidad” de la administración de la justicia.
Con su visión de jurista, el propio Barbosa exaltó en su momento que las modificaciones al Poder Judicial tenían como alto propósito “acabar con los privilegios de magistrados del Tribunal Superior de Justicia, para que se vuelvan verdaderos servidores del pueblo”.
Eso no gustó del todo a la que había sido una casta dorada, casi intocable.
Al ver amenazados sus intereses, muchos de la cúpula del Poder Judicial se sintieron agraviados. ¿Cómo que ser “servidores del pueblo”?
Ante el impedimento de seguir traficando al amparo de las leyes, algunos han recurrido ahora al fuego amigo. Uno de ellos es Ricardo Velázquez Cruz, extraño personaje cuya habilidad le ha permitido gravitar en todo tipo de escenarios.
Fue fiel y mucho muy cercano colaborador del exgobernador Mario Marín Torres, aún recluido en un penal por acusaciones de tortura. Luego sirvió bajo las sombras a los gobiernos de Rafael Moreno Valle y Antonio Gali. Ya con Miguel Barbosa, fue consejero jurídico y hace cosa de un año retomó su cargo de magistrado en el Tribunal Superior de Justicia.
Hoy, Ricardo Velázquez atiza el fuego amigo con el ánimo de tomar el control del Tribunal, y hasta incluso se jacta de que cuenta con el apoyo de varios magistrados.
De ahí provienen los ataques que casi concertados se han divulgado durante las horas recientes contra quienes tras las reformas ocupan los cargos de más alta responsabilidad en el TSJ.
En esa sucia maniobra hay otras manos que también arrojan leños a la hoguera.
Su objetivo es amedrentar a quienes tras la reforma comandan ahora al Tribunal, a fin de que no se sigan investigando las corruptelas que cometieron durante su gestión.
Sus esfuerzos serán vanos, y pronto se sabrá de ello con toda precisión.
Sin duda la ley sí es la ley, por más que se diga lo contrario. Al final de cuentas, cada quien por sus actos quedará en el lugar que le corresponda.
Entonces sí la impartición de justicia en Puebla, como lo presagió el propio Miguel Barbosa, “vivirá buenos tiempos”.