Soliloquio
Felipe Flores Núñez
La noticia, buena a todas luces, es que el presidente Andrés Manuel López Obrador reapareció después de una extraña ausencia de poco más de tres días, tras el anuncio de su contagio de COVID-19.
Lo hizo ayer por la tarde, en un video de 18 minutos que fue difundido por redes sociales, con lo cual dio por terminada la oleada de rumores y especulaciones sobre su estado de salud, los que fueron provocados –dijo– “por sus adversarios”, a quienes les espetó que “el muerto que tu matáis, goza de cabal salud”.
Hubo en efecto quienes en plan “carroñero” divulgaron versiones alarmistas sobre la inédita “desaparición” del mandatario, pero lo cierto es que el largo silencio informativo dio pie para tejer conjeturas y dar vuelo a la imaginación.
Yo mismo debo confesar que en mi colaboración inicial –que debí corregir anoche– hacía un cuestionamiento sobre el vacío de datos oficiales y de lo endeble de las versiones difundidas desde el domingo, así como de la total ausencia presidencial y de la falta de un mensaje vivencial –como lo hizo en sus dos anteriores infecciones– lo que, apuntaba, contribuía a que permanezcan las dudas y sea mayor la incertidumbre.
Me parecía “extraño” que tampoco hubiera aparecido, ni siquiera de manera virtual, a la reunión de trabajo que presidió ayer mismo el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, con los 20 gobernadores emanados de Morena, incluyendo a Sergio Salomón Céspedes, de Puebla, y eso, afirmaba, abonaba más a la especulación.
Según se dijo, dicho encuentro en Palacio Nacional no tenía ese propósito y más bien fue para “revisar los avances de la Estrategia Nacional de Seguridad y evaluar los programas de Bienestar”, precisó el jefe del gabinete, quien aseguró haber visto al mandatario. “Ya aparecerá, tengan paciencia”, respondió a la pregunta obligada sobre la inasistencia del Ejecutivo federal.
En el recuento de los hechos del pasado domingo, afirmaba también que los mensajes emitidos a destiempo y un imperdonable desliz del vocero presidencial habían dado pauta a distintas conjeturas, que debieran ser precisadas a la mayor brevedad, bajo la premisa de que la salud del presidente es un asunto de amplio interés y de la incumbencia nacional.
La versión oficial, difundida el mismo domingo, indicaba que el mandatario había resultado positivo de COVID-19. Así, el propio AMLO lo divulgó en sus redes sociales y luego Presidencia de la República lo ratificó mediante un comunicado a los medios informativos, en que literalmente se añadió:
“Aunque no es grave y su corazón se encuentra en óptimas condiciones, el mandatario suspendió la gira por el sureste mexicano, donde supervisaba avances del Tren Maya, y regresó a la Ciudad de México para permanecer en aislamiento”.
En el escueto boletín de prensa se reproduce el tuit presidencial, cuyo texto dice: “Ni modo amigas y amigos, salí positivo de COVID-19. No es grave. Mi corazón está al 100 y, como tuve que suspender la gira, estoy en Ciudad de México y de lejitos festejo los 16 años de José Ernesto. Me guardaré unos días. Adán Augusto López Hernández encabezará las mañaneras. Nos veremos pronto”.
Todo hasta aquí parecería normal, al dejar la impresión de que el gobierno federal cumplía a cabalidad con su obligación de informar sobre un hecho relevante y de amplio interés público. Pero al parecer no es así, había escrito.
Y es que por la secuencia de los hechos, la realidad indicaba que tanto el mensaje inicial de AMLO por redes sociales como la confirmación mediante un comunicado tuvieron más bien la intención de frenar las versiones que previa y difusamente ya estaban circulando por redes sociales en un tono de mayor gravedad.
Ello porque antes de los mensajes oficiales referidos, medios informativos de Yucatán, entre ellos el Diario de Yucatán, con un acreditado prestigio de 98 años, ya habían informado sobre un presunto “desvanecimiento” del mandatario, que lo obligó a cancelar un desayuno con el gobernador yucateco y regresar de manera urgente a Ciudad de México, en un avión militar.
Esa versión de los medios yucatecos subió de tono más tarde y provocó otros mensajes difundidos en redes, entre los que incluso se llegó a afirmar que el presidente había sufrido un infarto, y de allí la cancelación imprevista de su gira.
La confusión fue mayor cuando en ese trance un periodista del diario El Universal consultó al vocero oficial de la Presidencia, Jesús Ramírez, quien aseguró que esos rumores eran falsos y que el mandatario seguía con su gira de trabajo como lo tenían planeado, pero un par de horas después apareció en la cuenta personal del presidente López Obrador su mensaje para avisar del contagio y su regreso a la capital del país.
Las múltiples dudas se derivaron también al revisar el horario secuencial de los hechos: a las 11:35 horas surge la primera versión sobre el posible desvanecimiento y el retorno apresurado a Ciudad de México; a las 12:10 horas, la versión digital del Diario de Yucatán lo publica; hasta las 15:32 horas, AMLO envía un mensaje para informar de su contagio; y poco después, el vocero afirma que nada ha pasado.
Ahora se sabe, lo reconoció ayer AMLO, que en efecto hubo el referido “desvanecimiento”, aunque no el posible infarto que algunos llegaron a mencionar.
El presidente habló de “vaguido”, se quedó dormido, pero nunca perdió el conocimiento. Explicó que por su “desmayo transitorio” fue atendido de inmediato por los médicos que lo acompañaban y tras estabilizarse, regresó a Ciudad de México en una ambulancia aérea.
Durante su mensaje de ayer, el presidente lució de muy buen aspecto y explicó que durante su aislamiento ha estado trabajando para elaborar sus mensajes para la conmemoración del Día del Trabajo, el 1 de Mayo, y para la celebración en Puebla de la Batalla del 5 de Mayo.
En mi texto original, señalaba la importancia de que estos hechos pudieran servir al menos para reflexionar sobre la importancia de un manejo eficiente, oportuno y transparente de la comunicación gubernamental.
Esa no es una tarea fácil, pero cualquier error o permitir vacíos y lagunas informativas puede tener consecuencias graves y repercusiones incalculables, que se dimensionan aún más si trata de la salud del presidente de la República, por tratarse de un asunto de Estado.
Ocultar la información nunca será el mejor recurso. Tampoco es conveniente actuar con demora. Oportunidad, claridad, transparencia y apego a la verdad, son las mejores pautas para combatir a los rumores. El respeto al derecho a la información es inquebrantable.
Para evitar hoyos informativos que provocan confusión e incertidumbre, no hay mejor receta que ir siempre a la ofensiva y nunca ser reactivos.
Así lo dicen los manuales básicos de la comunicación y la experiencia lo ratifica, al menos para quienes henos tenido la oportunidad de ejercer esa relevante, difícil y compleja función en el servicio público.
Celebro que el presidente esté en franco proceso de recuperación. No quiero ni pensar lo que hubiera ocurrido en un caso contrario, más aún cuando el país está fragmentado por hondas diferencias, y en la víspera de un proceso electoral que ya se avizora histórico.
Y celebro, también, que esté dispuesto a venir al Desfile del 5 de Mayo y podamos escuchar, de viva voz, las “muy buenas noticias” que tiene para Puebla.