Dr. José Manuel Nieto Jalil
Director del Departamento Regional de Ciencias en la Región Centro-Sur Tecnológico de Monterrey Campus Puebla
Nuestro planeta es un sistema dinámico que lleva en funcionamiento unos 4 mil 500 millones de años. La Tierra cuenta con un núcleo incandescente, un manto en constante ebullición y una corteza terrestre que se mueve constantemente. Un ejemplo de este movimiento es la apertura de la corteza en el fondo del Océano Atlántico, entre América y Europa, que está separando gradualmente estos continentes a razón de tres centímetros por año. Esta actividad tectónica es una de las manifestaciones más impresionantes de la fuerza de la naturaleza que sigue moldeando nuestro planeta.
En algún momento en el futuro, el manto de la Tierra se enfriará y el fenómeno de convección, que impulsa el movimiento de las partes más cálidas hacia la superficie y las más frías hacia el interior del planeta, dejará de producirse. Como resultado, la actividad geológica de la Tierra cesará, los volcanes ya no harán erupción y la superficie del planeta comenzará a enfriarse gradualmente. A medida que la temperatura disminuye, la atmósfera de la Tierra se irá desvaneciendo a medida que se escapa de la gravedad del planeta. Eventualmente, la vida en la Tierra estaría expuesta directamente a la radiación solar de alta energía y, sin protección atmosférica, no podría sobrevivir. Este proceso llevaría a la Tierra hacia un destino similar al del planeta Marte, sin atmósfera, sin agua líquida y sin vida.
Los temblores o terremotos son la consecuencia del movimiento de las placas tectónicas de una corteza fría y quebrada sobre una superficie líquida dando origen a los volcanes por donde se llega a liberar la presión que ejerce el manto. En paralelo, el crecimiento demográfico ha propiciado que cada día el ser humano se halla instalado en zonas geológicamente activas, por lo que vivir en estas zonas implican un riesgo para sus habitantes.
El volcán Popocatépetl, ubicado en el estado de Puebla, es uno de los volcanes más activos de México y ha tenido varias erupciones en los últimos años. La última erupción importante registrada del volcán Popocatépetl ocurrió el 23 de junio de 2019, cuando el volcán arrojó ceniza y gases a una altura de nueve kilómetros sobre el nivel del mar. Desde entonces, el volcán ha continuado con una actividad constante de emisión de ceniza, gases y ocasionalmente lava, por lo que se mantiene en constante monitoreo por parte de las autoridades mexicanas.
Como dato interesante, acerca el volcán Popocatépetl, podemos citar que es el segundo volcán más alto de México, con una altitud de 5.426 metros sobre el nivel del mar. La altura del volcán es impresionante, pero también hay que considerar que la base del Popocatépetl se encuentra a una profundidad de aproximadamente mil metros debajo del nivel del terreno circundante, lo que lo convierte en uno de los volcanes más grandes del mundo, su historia se remonta a hace más de 700 mil años. En la mitología azteca es considerado uno de los guardianes de la Tierra y el hogar de la princesa Iztaccíhuatl, cuya figura se puede ver en la montaña vecina, llamada con ese nombre.
En el mundo, según el Programa Global de Vulcanología del Smithsonian de Estados Unidos, existen unos mil 356 volcanes activos, entendiendo ese concepto como aquéllos que se encuentran actualmente en erupción, muestran signos de actividad, como terremotos o emisiones significativas de gases o han experimentado una erupción durante el periodo del Holoceno, es decir, en los últimos 10 mil años.
Es importante destacar que, a través de las erupciones, los volcanes liberan gases, ceniza y lava que pueden tener consecuencias tanto positivas como negativas para la biodiversidad. Por un lado, las erupciones volcánicas pueden generar nuevos hábitats para la vida silvestre, como sucede en los casos en que los volcanes arrojan material volcánico que se acumula en los alrededores y da origen a nuevos suelos. En estas áreas, la biodiversidad puede desarrollarse de forma rápida y en ocasiones, pueden aparecer especies endémicas que sólo se encuentran en estas zonas.
Las erupciones volcánicas pueden generar nuevas tierras fértiles gracias a los sedimentos y cenizas que se depositan en los suelos. Estos sedimentos pueden enriquecer el suelo y proporcionar nutrientes que favorecen el crecimiento de plantas y cultivos. De hecho, algunas de las regiones más fértiles del mundo, como las tierras altas de Guatemala y el Valle del Rift en África, son el resultado de la actividad volcánica.
Los volcanes y sus erupciones también pueden ser importantes para la biodiversidad de una región. Las erupciones pueden formar nuevas islas que, con el tiempo, pueden albergar especies animales y vegetales únicas que se han adaptado a las condiciones extremas. Además, los gases volcánicos liberados en la atmósfera pueden fomentar la formación de nubes y lluvias, lo que favorece el crecimiento de plantas y la supervivencia de animales en zonas cercanas al volcán.
La actividad volcánica también puede ser una fuente importante de energía geotérmica. En algunas regiones del mundo, como Islandia y Nueva Zelanda, se han construido plantas geotérmicas que utilizan el calor del subsuelo para generar electricidad. Esto reduce la dependencia de los combustibles fósiles y puede ser una alternativa más sostenible y limpia para generar energía.
Por otro lado, las erupciones también pueden tener consecuencias negativas para la biodiversidad. La ceniza y los gases que se emiten durante las erupciones pueden tener efectos tóxicos para la vida silvestre, sobre todo en especies sensibles como los peces y las aves. Además, la lava y los flujos piroclásticos pueden destruir los hábitats existentes, eliminando especies enteras de plantas y animales y generando un cambio drástico en el ecosistema.
Otra consecuencia negativa para la biodiversidad es el impacto de las erupciones en los suelos y el agua. La ceniza volcánica y otros materiales emitidos por los volcanes pueden contaminar los cuerpos de agua cercanos y alterar su pH y nutrientes, lo que afecta negativamente a las especies acuáticas. Asimismo, la ceniza y otros materiales pueden afectar la fertilidad del suelo, disminuyendo la capacidad de crecimiento de las plantas y la biodiversidad que depende de ellas.
Por último, aunque no menos importante, la actividad volcánica también puede representar una amenaza para la población. Las erupciones pueden causar daños significativos a las comunidades cercanas al volcán, desde la destrucción de viviendas hasta la pérdida de cultivos y ganado. Además, la ceniza y los gases volcánicos pueden ser perjudiciales para la salud humana, especialmente para personas con enfermedades respiratorias. Por lo tanto, es importante que las comunidades cercanas a los volcanes se preparen y estén alerta ante cualquier señal de actividad volcánica.