Soliloquio
Felipe Flores Núñez
El mal ejemplo siempre cunde, es una regla general.
Eso está ocurriendo en el ambiente político, pues luego de que el presidente Andrés Manuel López Obrador decidiera desde hace rato “destapar” con inusitada premura a sus “corcholatas” para sucederlo en el 2024, lo mismo está ocurriendo ahora en otras esferas del poder.
Es así que, en abierto reto a las disposiciones legales en la materia, andan por todo el país en franca precampaña tanto la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, como el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y el canciller Marcelo Ebrard. Con menos respaldo, también, el incomprendido senador Ricardo Monreal.
Esa prisa morenista por adelantarse a la jugada se repitió en la víspera con la virtual designación de la maestra Delfina Gómez como candidata a la gubernatura del Estado de México, cuando falta todavía un año para la elección.
Todas estas precipitaciones en desacato al calendario electoral han acabado por contagiar a todos.
Por lo pronto, llegaron también a Puebla.
El gallinero se alborotó localmente, luego que en unos cuantos días varios aspirantes levantaron la mano.
Y no sólo de Morena, que lo hicieron casi en estampida luego que el gobernador Miguel Barbosa diera luz verde, sino también del PAN y hasta del PRI.
En el caso del PRD local hay silencio absoluto, pero no por disciplina política, sino porque simplemente no tiene a ninguna figura digna de una postulación.
En lo que a Morena se refiere, podría explicarse ante la evidencia de que sólo eran dos los que cabalgaban por las praderas del proselitismo –Ignacio Mier Velasco y Alejandro Armenta– por lo que se hacía pertinente darle juego a otros aspirantes.
Fue así que el mandatario estatal Miguel Barbosa abrió las puertas y de inmediato aparecieron en el escenario el líder del Congreso, Sergio Salomón Céspedes Peregrina y el presidente del Tribunal Superior de Justicia, Héctor Sánchez Sánchez.
A ellos se añadieron por propia voluntad los miembros del gabinete estatal Olivia Salomón Vivaldo, Gabriel Biestro Medinilla, Melitón Lozano Pérez y Lizeth Sánchez García.
Hay otra figura que podría ubicarse en las filas morenistas, que ha decidido mantenerse al margen pero por su creciente aceptación y popularidad podría también ser incluido, y no es otro que el actual secretario de Salud, José Antonio Martínez García.
Lo que no puede entenderse, salvo que sea una estrategia meramente mediática, es la razón por la que militantes destacados de otros partidos hayan decidido, de súbito, exponer también sus nombres en la ruleta electoral rumbo a la gubernatura.
Así, por el PAN en días recientes esbozaron un “yo también quiero”, la diputada federal Genoveva Huerta Villegas y el legendario consejero nacional Francisco Fraile García, quien se resiste a una merecida jubilación.
La exdirigente estatal panista fue tan presuntuosa que llegó a decir que ella y el presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, son los únicos perfiles preparados y con capacidad para competir por el cargo en las próximas elecciones.
De última hora se sumó también por el blanquiazul el exsenador y ex de todo Javier Lozano Alarcón, cuya sola concurrencia le dará sin duda mucho sabor al caldo.
Tras su destape, por cierto, el gobernador Babosa Huerta ironizó al decir que “para el PAN, el PRI, para el PRD es el candidato que merecen; los felicito, es un buen candidato para esos tres partidos”.
Desde luego que en esa lista está faltando el alcalde Eduardo Rivera, que sin duda lleva clara ventaja sobre los demás, pero cuya actuación ha sido hasta ahora más discreta y pertinente.
Desde luego que aspira, y a eso está jugando, pero ante cuestionamientos expresos dijo recientemente que –al fin político– por ahora está concentrado en sus funciones en el ayuntamiento de Puebla.
Sin descartarse, aseguró que será cerca de 2024 cuando emita su interés o no por participar en el proceso electoral para la gubernatura.
“Ahora estamos en el 2022; entonces yo estoy muy contento de seguir trabajando por Puebla en 2022, 2023 y ya más cerquita del 2024, estaré dando mi opinión de qué voy hacer”, afirmó.
En el caso del PRI no hay muchas sorpresas, aunque mantiene su discurso cantinflesco: el sí implícito pero no abiertamente declarado.
Incluso el novel dirigente estatal Néstor Camarillo Medina se incluye, aunque en algún momento ya reveló como sus cartas fuertes a la legisladora federal Blanca Alcalá Ruiz y al diputado local Jorge Estefan Chidiac.
Esta semana, para no quedarse atrás, el diputado Javier Casique Zárate tímidamente anunció que iría por una candidatura, sin precisar a qué cargo, pero desde luego que sueña con “la grande”.
Otro que no ha dicho “esta boca es mía”, pero que en cualquier momento podría aparecer, incluso bajo siglas inesperadas, es Enrique Doger Guerrero, de quien –se dice– no aguanta más su larga estancia en “la banca”.
Así las cosas, estamos hablando ya de 17 posibles aspirantes que se enrolarían en la sucesión por la gubernatura de Puebla, cuando estamos todavía a dos años de la elección.
Demasiados aspirantes y demasiado extensa la sinuosa ruta por recorrer.
Quizá todos crean en aquello de que “al que madruga, Dios le ayuda”.
Aunque deberían saber también que “no por mucho madrugar, amanece más temprano”.
Ya se verá.