Soliloquio
Felipe Flores Núñez
En estos días de regateo político recordé el juego de la bolita, que hace tiempo era muy popular en mercados, festividades y algunos lugares públicos. Cuando era pequeño lo vi en la zona del Paseo Bravo y muchas veces durante la Feria de la Virgen del Carmen.
Desde entonces me pareció siempre intrigante observar el engaño de esos personajes, que, al grito de “¿dónde quedó la bolita?, llamaban la atención para ejecutar sus maniobras y hacerse de fáciles ganancias.
Lo que con habilidad extrema hacían esos hombres de “la bolita” era mover entre sus dedos una pequeña pelotita que al final escondían entre uno de los tres recipientes colocados sobre una mesa para que, previa apuesta, los incautos trataran de acertar su verdadera ubicación.
La charada era perfecta, imposible ganar. En realidad, no había trampa en ese juego, si acaso un enorme engaño para los crédulos apostadores que además no se percataban que el merolico contaba con paleros, que en papel de cómplices a veces aparentaban ganar para hacer más creíble la artimaña.
Algo similar está ocurriendo en el caso de Morena tras emitir la convocatoria para definir a su candidato a la gubernatura de Puebla.
Pareciera que cada vez se sabe más del proceso y de su desenlace, pero en realidad se conoce menos. Imposible acertar, como en el juego de “la bolita”.
Y es que las reglas de la disputa interna morenista parecen claras, pero en sus entrelíneas hay apuntes que hacen suponer la posibilidad de que una mano hábil pudiera influir en la decisión final.
Se aparenta apertura y equidad, pero hay confusión en las reglas, lo que hace percibir desde ahí la sombra del hombre de “la bolita”.
De entrada, la convocatoria concede la posibilidad de participar de manera abierta, al permitir libre acceso de inscripción a todos los que aspiren la candidatura, los que por ahora son al menos 11.
Hasta donde se sabe, quedarían inscritos entre el lunes y martes de esta semana, por las mujeres, Olivia Salomón Vibaldo, Lizeth Sánchez García, Claudia Rivera Vivanco y Rosario Orozco Caballero.
Mientras que por lo varones, Ignacio Mier Velazco, Alejandro Armenta Mier, Julio Huerta Gómez, Rodrigo Abdala Dartigues, José Antonio Martínez García, David Méndez Márquez y Melitón Lozano Pérez.
No importa que al haber abierto las compuertas se puedan colar algunos desbocados; al fin y al cabo, todos suman y hacen más creíble la contienda.
Es por eso que en la larga lista estarían apareciendo nombres como el de Melitón Lozano o el de David Méndez.
Suponemos que habrá algunas migajas para ellos, aunque no están previstos los premios de consolación.
En esa apertura, y a fin de mantener la unidad y evitar fracturas, se consideró importante también mantener los equilibrios. Así lo ejemplifica el caso de Rosario Orozco, la viuda del exgobernador Miguel Barbosa.
Al final de cuentas, la idea fue hacer participar a todos, movilizar a los cuadros, a la base misma y, en ese sentido, hacerlos creer que todos tienen posibilidades, además de voz y voto, aunque, en realidad, la mayoría será apenas como los paleros que se coludían con el hombre de “la bolita”.
En el juego se trata quizá de engañar con la verdad, porque no necesariamente avanzará el que tenga mayores méritos, ni el mejor evaluado mediante una o varias consultas públicas para que sea en verdad el pueblo el que decida. No será así de fácil.
Lo cierto es que la depuración estará a cargo del Consejo Estatal, entre cuyos miembros hay adeptos e incondicionales de unos y otros de los aspirantes.
Justo decirlo: la inmensa mayoría de los 151 consejeros eran afines al extinto gobernador Miguel Barbosa y luego quedaron adheridos a Julio Huerta, quien a su vez influye en el presidente del Consejo Estatal Andrés Villegas Mendoza, actual subsecretario de Gobernación.
Tal circunstancia ya es motivo de sospecha. Será entonces que posiblemente la mano del hombre de la “bolita” tenga su primer asomo para elegir entre todos a sólo cuatro: dos hombres y dos mujeres.
Pero, válgame, no todo entonces estará ya definido. El resto de los contendientes no quedará aún eliminado, pues la Comisión Nacional de Elecciones –guiada siempre por la mano divina– podrá todavía, a su conveniencia y si lo considera pertinente, sumar a otros dos aspirantes más. Con tal canonjía, la maniobra final será más sencilla.
Elegidos ya los perfiles adecuados, para el próximo jueves 28 de septiembre se conocerán nombres y apellidos.
Pueden ser cuatro, pero no más de seis, quienes no podrán hacer campañas, ni tampoco (¿ya para qué’) colocar anuncios espectaculares o propaganda alguna, además de que deberán deslindarse de bardas y publicidad estática.
De nada servirá mientras tanto asegurar que en las encuestas hechas con antelación alguno haya dicho que va ganando la contienda. Tampoco la difusión de imágenes en compañía de quienes maniobran “la bolita”.
Ya entonces vendrán las encuestas y, de ahí, la determinación final que se conocerá el 30 de octubre, cuyo resultado definitivo “será inapelable”.
Entre tanto vericueto, casi imposible creer que no habrá interferencias. La habilidad de quien esconde la pelotita es ilimitada y si acaso consultará la ratificación, el aval –desde luego– de quien ya desde hace días posee el magno bastón de mando.
Todo concertado tras un juego en el que todos caben, pero uno solo (¿una sola?) ganará.
Eso de que el pueblo decide luce más como una utopía, una expresión maquiavélica cuyo único objetivo es engañar con la verdad.
Es por eso que nadie podrá decir que lo cuentearon.
No hubo, no habrá mentiras, sólo se engañó con la verdad.
Es bajo esta lógica que sorprende la actitud de Marcelo Ebrard, pues sabía desde un principio que la ganadora en la contienda presidencial era –siempre fue– Claudia Sheinbaum.
Y como no hay mentiras, tampoco debería haber agravios; si acaso, malos entendidos.
Se habrá mentido con la verdad.
“La bolita” siempre estuvo a la vista de todos.