El caso del diputado federal Saúl Huerta Corona es, a todas luces, denigrante.
Denigra a la política.
Denigra a la justicia.
Y denigra a los poblanos.
Acusado por delitos sexuales contra un menor de edad, tuvieron que transcurrir casi cuatro meses para que le fuera retirado el fuero constitucional, a efecto de que procediera la orden de captura y su obligada comparecencia ante la autoridad judicial.
Con pruebas bien acreditadas, la familia de la víctima presentó la denuncia ante la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México, el 21 de abril.
El desafuero en el Congreso federal se concretó hasta el 11 de agosto.
Demasiados días, los suficientes para conceder franco y total espacio a la graciosa huida.
Muy largo periodo nublado de dudas y sospechas.
Muchas horas y muchos días para un velado encubrimiento de la mano de sus compañeros legisladores de Morena, ésos que dicen ser distintos.
No fueron ni prontos ni expeditos, más bien cómplices.
Hoy Saúl Huerta, diputado todavía, es un prófugo que a carcajadas se burla de los políticos, de la justicia y de los poblanos.
El tema es de la atención nacional.
Otra vez, Puebla, los poblanos, en la desnuda mira de todos.
¿De dónde procede esa maldición de figurar en primeras planas bajo la tonada del escarnio?
¿Por qué siempre en el centro del escándalo?
Así hemos transitado durante los recientes años.
Del sonado y vigente caso del “góber precioso”, con Mario Marín y Kamel Nacif como protagonistas, a los episodios mediáticos del morenovallismo, que culminaron en tragedia.
Luego, capítulos absurdos.
De los virales memes por los tropezones en bolardos del Centro Histórico, al inaudito socavón en Juan C. Bonilla, incluida la historia de los perritos rescatados.
Poblanos sumidos en la burla.
Hoy, el tema es la predecible huida de un diputado pederasta, al que le dieron tiempo de hacer maletas y encontrar el mejor resguardo.
La denigración en su apogeo al paso de los años.
Queda, no obstante, el consuelo convincente de que la poblanidad es mucho más que todos esos incidentes que laceran.
De ayer y de nuestros días, hay suficientes capítulos que son motivo de orgullo.
Historias poblanas nobles, dignas, plenas de virtudes.
Con esas nos quedamos.