Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Tras navegar durante largos meses, a veces en aguas tranquilas y otras entre duras turbulencias, las y los aspirantes a la gubernatura de Puebla por Morena al fin tienen a la vista el puerto donde habrán de escalar para ser expuestos al crucial y definitivo escrutinio público.
Quienes ambicionan el trono han hecho esfuerzos enormes y desmesurados.
En esa travesía, la mayoría de los pretendientes se ha conducido en los linderos de la ilegalidad.
Hay quienes por igual actuaron en desapego a las normas básicas que exige la civilidad política.
Hubo también los que recurrieron a los ataques, injurias, guerra sucia, fuego amigo.
A casi todos se les ha cuestionado por su burda y desmesurada propaganda.
Igual por promover movilizaciones con abundantes y dudosas concurrencias.
Lo que se ha visto son precampañas que no lo fueron, confusas adhesiones, traiciones, voluntarios emergentes con y sin caretas.
Grave que, en todos esos casos, durante el largo y sinuoso periodo previo prevaleció la opacidad en la rendición de cuentas, financiamientos ocultos que generan muchas dudas, y malestar porque nunca serán dilucidados.
Pretenciosos, con inusitada premura y sin recato, algunos incluso ya han cantado victoria anticipada.
Se basan, claro, en sondeos propios.
Así se engañan ante el implacable espejo de una irrealidad que parece irreversible.
Por sus actos los conoceréis.
Eso sí, todos presumen tener la bendición divina.
Unos, del jerarca máximo, del todopoderoso, del que dicta siempre la primera y la última palabra.
Otros, confían en el agasajo y la gracia de algunos súbditos, influencia que también se valora y cuenta.
Los demás –jactantes– se vanaglorian por la cercanía de la recién ungida sucesora, de la investida para gobernar en toda la comarca, de quien ostenta ya el simbólico bastón de mando.
Ella tiene algo más que buena vibra; posee el cobijo que pudiera ser absoluto.
No obstante, hay quienes creen que todos esos mantos protectores de nada servirán, que será el pueblo el que decida.
Lo que vale, aseguran, será el voto popular por encima de un eventual supremo designio.
Imposible saberlo a cabalidad, pero la apuesta es tan valiosa en el caso de Puebla, que parece riesgoso dejarlo al libre arbitrio.
Ya se sabrá. Por lo pronto, ya hay fechas fatales.
Superadas las Fiestas Patrias, el próximo lunes se publicará la convocatoria para el registro de aspirantes y una semana después será la inscripción “para todos los interesados”.
Es decir, en una primera instancia habría lugar para todas y todos.
Por ahora, son nueve, pero podría superarse la decena.
En caso de que sea mujer –posibilidad nada descartable– figuran en la lista: Olivia Salomón, Claudia Rivera, Lizeth Sánchez y, de última hora, Norma Layón.
Por lo varones, todos envalentonados, Ignacio Mier Velasco, Alejandro Armenta Mier, Rodrigo Abdala, Julio Huerta y José Antonio Martínez García.
Con sus virtudes y defectos, en esa camada hay gente valiosa.
No en todos, pero se aprecian ahí virtudes: probidad, lealtad, experiencia, capacidad y bagaje profesional.
¿Suman esos tributos en una encuesta?
El caso que, en conjunto, tales actores públicos serán convocados para competir con dignidad y en apego a los principios del movimiento que sustenta la 4T.
Se les asegurará que habrá “piso parejo”, aunque tan importante condición ha sido puesta en tela de juicio en otras contiendas internas, y el de la víspera pudiera ser un ejemplo.
Se les hará juramentar para que preserven los postulados de “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”.
Pero sobre todo, se les tratará de convencer que mediante varias encuestas, el pueblo, nadie más, tomará la decisión definitiva.
Que ganará la candidatura de Morena al gobierno estatal el que acopie la mayor cifra de adeptos.
Votos que serán puntos en una sumatoria porcentual en apariencia irrebatible.
Para los perdedores, en su caso, habrá los pertinentes premios de consolación, como ya ocurrió a nivel federal con Adán Augusto, Monreal y Noroña.
En el papel las reglas parecen claras, habrá que esperar que ocurra.
Entretanto, en toda esta tesitura queda solo preguntarse si luego habrá rupturas, inconformes, otro Ebrard que descomponga el escenario.
Y eso, de ninguna manera, debería descartarse.