En torno a la iniciativa del presidente Andrés Manuel López Obrador en materia eléctrica se han emitido durante las semanas previas múltiples versiones tanto de quienes la impulsan con rigor desmedido, como de aquellos que la rechazan.
Los argumentos a favor y en contra lindan con frecuencia en los extremos y hasta en fanatismos ideológicos, lo que hace que el debate sea confuso y hasta contradictorio, al menos para la mayoría de la población.
Esa debería ser nuestra mayor preocupación. En los excesos caben las dudas y en ese embrollo es más fácil ser presa del engaño.
En estricto rigor, la propuesta presidencial pretende reformar tres artículos de la Constitución para limitar a 46 % la participación privada en el mercado de generación eléctrica, mientras que el restante 54 % sería para la Comisión Federal de Electricidad como empresa pública.
En principio, tal planteamiento contraviene el espíritu de la reforma concretada en la anterior administración de Peña Nieto, que permitía para la generación de energía el libre acceso a la iniciativa privada, nacional y extranjera, en el marco de acuerdos y tendencias internacionales, y del tratado de comercio con Estados Unidos y Canadá.
La reforma de la 4T implicaría en buena medida convertir a la Comisión Federal de Electricidad en un monopolio, lo que implicará la cancelación de contratos con proveedores privados por más de 1.6 billones de pesos, la destrucción de inversiones y el pago de miles de millones de dólares por indemnizaciones.
Se calcula que el costo de las posibles compensaciones para los actuales inversionistas sería de unos 85 mil millones de pesos, aunque este fin de semana Manuel Bartlett, director de la CFE, aseguró que no habría pago alguno.
“Por la posible cancelación de los contratos vigentes no se indemnizará a las empresas con las que se tiene contratos de suministro de energía, ya que el cambio constitucional avalaría su cancelación con carácter retroactivo”, advirtió el poblano.
Entre las voces que se oponen a la iniciativa, se sostiene que la reforma presidencial contraviene principios constitucionales por el incumplimiento de reglas adoptadas, alteración del orden establecido para la concurrencia entre los sectores público y privado, retroactividad que entraña despojo y supresión de los mecanismos autónomos de control, que se entrega a los mismos sujetos que deben someterse a él.
Se afirma además que la iniciativa marcha contra la tendencia mundial recogida en instrumentos internacionales que México suscribió, promueve la contaminación del ambiente y genera condiciones desfavorables para millones de usuarios del servicio de energía. La tendencia monopólica de la propuesta presidencial favorece la generación de energía por medios contaminantes que afectan la salud y encarecen el suministro.
AMLO justifica la reforma por “el vil saqueo” del sector eléctrico, en tanto que el sector privado advierte que “destruiría al mercado” y desataría paneles internacionales porque hay 44 mil millones de dólares de inversión privada en riesgo.
De un lado se asegura que de aprobarse, se mantendrá intacta la soberanía nacional y se reducirán los precios de las tarifas.
Por el otro, que el valor de la energía se elevará y podría llevar a México a la quiebra.
Unos dicen que se eliminará el modelo privatizador neoliberal y fortalecerá la transición energética con el uso sustentable de las fuentes de energía.
Otros, que la iniciativa es destructiva y regresiva, afectará inversiones, cadenas productivas, actividades económicas, generación de empleos, tipo de cambio y medio ambiente.
A favor, que con esta propuesta se impulsarán políticas científicas, tecnológicas e industriales necesarias para la transición energética, apoyadas por el financiamiento y la demanda nacional como palancas de desarrollo.
Y en contra, que la CFE es una de las empresas más impopulares de México, lidera las quejas y denuncias por cobros indebidos y mal servicio, de modo que al concentrar facultades su ineficiencia se multiplicaría de manera exponencial.
La 4T afirma que la reforma es consecuente con el principio constitucional de exclusividad y rectoría del desarrollo nacional del Estado sobre las áreas estratégicas, para garantizar que éste sea integral y sustentable, que fortalezca la soberanía de la nación y su régimen democrático.
Los oponentes, que se debe apostar por las energías limpias y baratas en beneficio de la gente y la participación de particulares en la generación de la electricidad, así como nuevas inversiones y la generación de empleos en el sector energético, para sostener la competitividad del país ante la comunidad internacional.
Dice el presidente que “no hay negociación ni moneda de cambio” para lograr la aprobación de la reforma eléctrica, aunque la realidad es que la bancada que lo apoya en el Congreso de la Unión –Morena, PT y Verde– está obligada a negociar. No le alcanza por sí sola para aprobar la iniciativa del Ejecutivo. Algo tendrá que ofrecer.
Y quiso el destino que sea el PRI el que pudiera definir la votación, aunque cualquiera que sea su decisión será duramente cuestionado, como bien lo dijo ya la inteligente política poblana Rocío García Olmedo:
“Cuando esta iniciativa sea abordada en el Pleno, si las y los legisladores priístas votan en contra, serán ‘traidores a la patria’. Malo. Si votan a favor se dirá que ‘se vendieron’, ‘se entregaron’. Malo. De una u otra forma el partido ha perdido”.
¿Debe entonces o no aprobarse la reforma constitucional que plantea la 4T? ¿Es válida la disyuntiva presidencial: “¿Estás con el pueblo o con las empresas?… ¿Estás con Lázaro Cárdenas o con Carlos Salinas de Gortari?”
¿Conviene entonces a este país regresar al monopolio del Estado y concentrar las decisiones en materia energética?
¿A quién creerle frente a todo ese alud de argumentos? ¿Quién nos está mintiendo?
¿Se sumará el PRI al bloque opositor que comanda el PAN para frenar la reforma de la 4T? ¿Coincidirá en que vamos como los cangrejos que caminan hacia atrás, cuando el resto del mundo va en sentido contrario?
O se cumplirá la consigna del escritor Paco Ignacio Taibo II, que a su “se las vamos a meter doblada” ahora agregó: “Vamos a ganar la reforma energética, compañeros; nos los vamos a chingar”.
Ya lo veremos.
Pero por mientras, es de lamentarse que en un tema toral y por encima de los grandes objetivos nacionales prevalezcan, además de incertidumbre, las posiciones ideológicas, los falsos nacionalismos y los intereses grupales al por mayor.