Un especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México asegura que después del Coronavirus, la vida no volverá a ser la misma.
Lo sabemos, aunque todavía sin la certeza sobre si una nueva etapa significará que la humanidad mutará para ser mejor o no, y si muchos de nuestros hábitos, propios de nuestra idiosincrasia, podrían cambiar de manera radical.
Su análisis no tiene el propósito de escrudiñar las posibles variaciones de la conducta humana tras periodos de crisis –médica, económica, emocional-, más bien pretende establecer un augurio científico al asegurar que en un futuro próximo cambiará la manera en que nos relacionamos y por tanto, las medidas de sana distancia deberán permanecer cuando menos hasta que se logre desarrollar una vacuna capaz de contener la enfermedad del COVID-19.
“A menos que tengamos una vacuna en este periodo (2 ó 3 años más), no volveremos nunca a vivir como hemos estado viviendo hasta ahora, este estado relativo de relajación porque el riesgo de infección se va a mantener y tendremos que retornar a nuestras actividades tomando en cuenta el riesgo, y vigilantes de que surgiera nuevamente un brote epidémico”, considera el coordinador del Programa Universitario de Investigación en Salud, Samuel Ponce de León Rosales.
No ocurrirá, ejemplificó el autor, como en la novela Ensayo sobre la ceguera, del Premio Nobel portugués José Saramago, en la cual la población, atacada por una epidemia de ceguera, despierta un día y comienza a recuperar la vista y, cuando menos en lo físico, las cosas vuelven a ser como eran antes del primer caso.
“En esta situación, nosotros no vamos a volver a ver. No se va a resolver así la situación. Vamos a tener que mantener una serie precauciones porque el riesgo va a permanecer por lo menos los próximos años”, dijo.
El especialista de la UNAM estima también que en las próximas semanas se observará un incremento de casos a mayor velocidad, y aunque todos confiamos en que los servicios de salud sean suficientes, cree que son reducidos todavía los esfuerzos de aislamiento social hasta ahora practicados.
En consecuencia, sugiere mayor restricción y, sobre todo, mayor conciencia de que ahora, lo realmente esencial es salvar la vida.
Todo eso podría ser cierto, pero acotaría que superada la pandemia vendrán en efecto los momentos de reflexión sobre lo que podrá cambiar y veremos entonces si nos atreveremos a ser mejores. Será sin duda un gran desafío.
No obstante, me temo que en esa ruta podamos mantener la rigidez que ahora se exige en las medidas de sana distancia. Creo que será casi imposible, al menos en un corto plazo.
Somos por naturaleza festivos, apapachadores, muy próximos a los nuestros y proclives al saludo de mano, al beso y al abrazo. Es una utopía pensar que esas conductas las podríamos postergar, como lo recomienda el investigador, hasta que exista una vacuna capaz de contener la enfermedad del COVID-19.