SOLILOQUIO
Felipe Flores Núñez
Al inicio de esta semana, el gobernador electo Alejandro Armenta Mier anunció que promoverá reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública para modificar la estructura de varias dependencias de gobierno y para crear otras nuevas, entre las que destaca la incorporación de la Secretaría del Deporte y Juventud.
Aunque no se brindaron detalles de esa iniciativa, se percibe que el objetivo del nuevo gobierno estatal es disponer de una dependencia con jerarquía administrativa propia y recursos presupuestales suficientes para promover actividades de recreación y deporte entre la niñez y la juventud poblana, asunto que al parecer va mucho más allá de promover una mera activación físico-atlética entre los menores poblanos.
Al incorporar a este nuevo organismo de algún modo se reconoce que el deporte debe ser pieza fundamental en el proceso formativo de las nuevas generaciones, ahora lastimosamente distraídas en banalidades y hasta frecuentemente extraviadas en las marañas de las nuevas tecnologías.
De manera implícita, se asume también que es ilimitado el alcance de una adecuada y estratégica promoción a las actividades deportivas entre niños y jóvenes, toda vez que ofrece beneficios multidisciplinarios. Además de promover sana convivencia y cohesión social, redunda significativamente también en el ámbito de la salud.
Es incuestionable que el deporte es igualmente un valioso instrumento para prevenir o desalentar actividades delictivas. Aunque sea triste reconocerlo, ahora hay menores de edad que nunca han pateado un balón, lanzado una pelota o mucho menos participado en una carrera de velocidad. En cambio, los hay –cada vez más– involucrados en hechos ilícitos, ya sea en el perverso papel de “halcones” o hasta empuñando armas para cometer delitos.
El deporte es, en suma, una expresión superior de la cultura y en ese tamaño habría que dimensionar la decisión para que por primera vez en Puebla haya una instancia que se abocará a su fomento, lo que sin duda habrá de contribuir para alentar valores éticos y humanos y para fortalecer el auténtico espíritu de competencia entre niños y jóvenes y así, generar mejores ciudadanos.
Bajo esas premisas, el compromiso de quienes habrán de asumir esa tarea es enorme. No hay todavía certeza sobre la identidad de quienes encabezarían ese esfuerzo, pero se ha insinuado varios nombres para proyectos específicos, entre ellos el del apreciado maestro de karate do, Koichi Choda Watababe; el del director técnico José Luis El Chelís Sánchez Solá, quien sería comisionado para crear una escuela de fútbol de alto rendimiento, así como el de la que fue campeona mundial de boxeo, la poblana Gabriela La Bonita Sánchez.
Más allá de los nombres y de su bagaje en el terreno deportivo, lo deseable es que el nuevo órgano en la estructura gubernamental no vaya a tropezar con las mismas piedras con las que históricamente se ha desbarrancado el deporte nacional, llámese burocratismo, favoritismo o corrupción.
Y es que por las razones que sean, las organizaciones deportivas de las entidades de gobierno en sus tres niveles parecen estar destinadas al fracaso, en buena parte porque en la gran mayoría de sus estructuras se han enquistado personajes que poco han contribuido a favor del deporte. Es el caso de las federaciones nacionales, donde muchos de sus dirigentes se han enriquecido de modo escandaloso protegidos siempre por su falsa y mal entendida autonomía.
Es más grave aún que organismos del Estado mexicano, como la Comisión Nacional del Deporte, sean ejemplo endémico de los peores males, como ocurre con su actual dirigente, la medallista olímpica Ana Gabriela Guevara, en cuya contra la Fiscalía General de la República abrió en febrero pasado dos carpetas de investigación por presuntos malos manejos y desvío de fondos por más de 200 millones de pesos.
Por su fuera poco, Ana Guevara ha sido cuestionada de manera insistente por deportistas de alto nivel debido a la falta de apoyo y la negativa de obtener becas, situación que obligó incluso a varios atletas a recurrir a juicios de amparo. El colmo de tales negligencias ocurrió cuando el equipo nacional de natación artística tuvo que vender trajes de baño y toallas para financiar su asistencia a la Copa del Mundo de la especialidad, en la que por cierto las mexicanas hicieron historia al obtener medallas de oro y clasificar a París 2024, lo que desde hace 30 años no se lograba.
Destacada en su tiempo en las pistas, Ana Guevara resultó ser una pésima servidora pública, amparada quizá en la premisa que prevaleció entre muchos funcionarios federales de la administración actual: 10 por ciento de eficiencia, a cambio del 90 por ciento de lealtad a la 4T.
En el caso poblano, por lo pronto es muy alentador el solo anuncio de una dependencia para atender exclusivamente al deporte. Puebla se destacó durante mucho tiempo por fomentar el deporte en las distintas etapas de niños y jóvenes y contar con figuras de alta competencia.
Es tiempo de recuperar ese prestigio y de concederle al deporte el valor formativo y educativo que emana por su propia esencia.