Por: Jaime Carrera
Fotos: Isahmar Torres
En Izúcar de Matamoros, Celestino López Hernández rechaza la producción en serie de la artesanía emblemática del sitio. Los cráneos que modela son un homenaje para una tradición, una danza o vestimenta que enaltece la cultura de toda una región o entidad.
En este municipio, entrada a la Mixteca poblana, se vive una fascinación artística por las calaveras –literal, sólo los huesos de la cabeza descarnados– elaboradas a partir de una mezcla semilíquida de agua y arena, que tras días, semanas y hasta meses de moldeado, pintado y decorado, se transforman en obras de barro policromado, las cuales recuerdan la inevitable muerte.
Tras constantes búsquedas y análisis dentro de su obra y la de alfareros de la región, este hombre de 44 años de edad halló un vacío sin ser cubierto por otros colegas: depositar historias, recuerdos y agradecimientos en cada una de sus piezas que por su tradicional proceso de elaboración, contienen 300 años de historia.
Entre los diseños únicos del artesano, está el del penacho de la vestimenta de la danza “Quetzalin”: un baile típico de la región oriental de la Sierra Norte, específicamente de municipios como Cuetzalan del Progreso, cuyos orgullosos representantes representan aves y es ahí, cuando parece que desde su obra emerge el sonido del tamboril y la flauta de carrizo.
El cuestionamiento de Celestino López resultó, en su momento, complicado: ¿Qué elementos se tienen que conservar de la técnica del barro policromado y cómo aplicarlos a nuevos diseños? A partir de allí surgieron otros modelos de cráneos adornados con mariposas monarca, con una muñeca lele –la de trapo otomí, emblema en Querétaro– sostenida por listones y con elementos de la “Danza del venado”.
Cada pincelada o adorno de sus cráneos multicolor reflejan sabiduría, de esa que comenzó a forjar a sus 18 años de edad y que no ha dejado de alimentar porque siempre hay maneras de innovar, algo que cataloga como una fortaleza de su taller “Cllart” que se consolidó a partir de 2016 y donde comparte su conocimiento con jóvenes artesanos.
Celestino es guardián de la materia prima de la que se dice que Dios tomó para crear al hombre y aunque jamás pensó dedicarse a la elaboración de artesanías, desde el primer momento en que por sus dedos corrió arcilla supo que ese era su destino: crear universos multiformes en cráneos que forman parte del sello de su producción.
MANOS AL BARRO
Cuando era jardinero, entre 1996 y 1998, por casualidad, descubrió el arte del barro policromado en un taller del maestro Alfonso Castillo. Trabajaba para pagar sus estudios y aprendió el oficio, en un inicio, por necesidad y curiosidad, hoy lo hace por pasión, por no dejar morir una tradición que se preserva en apenas 16 talleres en Izúcar de Matamoros.
“Estuve seis meses como jardinero y a la vez viendo el proceso, me salí de ahí, ya con la técnica, pero sin práctica y empiezo a hacer cosas pequeñas, aunque carentes de calidad en cuanto al modelado y la pintura, pero a mucha gente le gustaban mis piezas, todo lo fui mejorando, con otro taller del escultor poblano Emeterio Valderrábano”.
Tras reafirmar sus conocimientos, empezó a hacer piezas novedosas, sin perder la identidad del oficio. También decidió dejar atrás un trabajo que lo único que le dejaba era deterioro a su salud, por lo que decidió cambiar –dice– su “chip” de artesano a emprendedor, porque no era suficiente el talento, sino la habilidad para hacer negocios.
Además de los cráneos que tienen su mayor apogeo de comercialización y venta en temporada de “Día de Muertos”, este artesano elabora catrinas, “Árboles de la Vida” y adaptaciones de artesanías en marcos de madera, los cuales ha catalogado como únicos en la región, pues la pieza trasciende más allá de una repisa o mueble.
El barro de las piezas de este artesano es traído de San Marcos Acteopan, municipio poblano cercano al estado de Morelos, cuyos bancos de este material contienen barro de alta durabilidad y con gran resistencia al medio ambiente, pues no se erosiona rápidamente y al choque térmico del cocido a fuego directo en parrillas artesanales.
Así, desde hace 20 años, Celestino ha buscado posicionarse como un referente en su arte y lo ha conseguido. Sus piezas son llevadas por turistas a Francia, España, Alemania, Japón, Brasil, Venezuela y Estados Unidos, todas con su respectivo certificado de autenticidad. Pero también las redes sociales le permiten difundir su trabajo.
EL LEGADO
Además de heredar saberes y artesanías a sus descendientes, Celestino López considera que sus conocimientos deben ser compartidos con las nuevas generaciones, por ello imparte talleres sobre el manejo del barro a niños de preescolar, aunque su principal objetivo es que los jóvenes con problemas de adicciones, vean este oficio como una forma de vida.
“Para eso aprendemos, para enseñar, para que este arte no se pierda, y lo que más me gusta es trabajar con jóvenes que están perdidos, que no saben qué estudiar o si trabajar, o andan en busca de algo que los motive, que con la enseñanza tuvieron el valor de salir de las drogas, yo los preparo que abran sus propios negocios.