Es Relativo
Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Hace unos días celebramos un aniversario más del inicio de la Revolución Mexicana, hecho que debemos recalcar para sostener nuestra identidad nacional, necesaria ésta, para salir avante los mexicanos frente a las problemáticas internacionales y nacionales que estaremos viviendo en los próximos tiempos.
Propiamente se inicia la Revolución Mexicana en 1910 con el pronunciamiento que hizo al pueblo de México Francisco Ignacio Madero contra el presidente Porfirio Díaz a través del plan de “San Luis”.
Francisco I. Madero era un hombre idealista, sencillo, demócrata, preocupado de todo lo social que acontece en el país.
Con su Plan de San Luis convocaba al pueblo de México a iniciar una Revolución el 20 de noviembre de 1910.
Se invitaba al pueblo de México a fortalecer la política internacional y la nacional.
No vio Madero el desarrollo de la Revolución como tal, pues fue asesinado por Victoriano Huerta, y éste después de un brevísimo interinato asumió la Presidencia de la República.
El anterior hecho hace nacer realmente a fondo el movimiento armado de 1910, lo que genera complejas acciones y grandes decisiones que al tiempo seguirán analizándose.
Todos los fenómenos sociales que se dieron en estas épocas, pre y post Revolución se incrustaron en la expresión cultural de los mexicanos, tales como las novelas, las canciones, los periódicos, los libros, en poemas, caricaturas, pintura, política y filosofía, lo que construyó nuestra identidad nacional o parte de ella.
Estos temas siguieron produciendo arte, literatura y ciencia con base en concepciones revolucionarias.
La Revolución Mexicana no fue sólo un hecho “de armas”, de humo y pólvora, de pistolas, puñales y cañones; produjo la más importante reforma que fue la Constitución de 1917.
Los hechos de la Revolución Mexicana tienen una trascendente presencia en el campo de la literatura, la pintura, la poesía, la música, arquitectura, la política entre otras muchas facetas, las cuales sirven para conocer a México y a los mexicanos; hechos de los que se derivan las caricaturas, los chistes, las risas y lógica del ser mexicano que aún no conocemos en su individualidad y en su totalidad.
Que nada impida la necesaria e importante unidad nacional; la que más que nunca, hoy, nos hace falta porque vivimos en una sociedad desigual, dividida por factores económicos y culturales.
Surgen en esta etapa escritores, periodistas, libros como El perfil del hombre y la cultura mexicana de Samuel Ramos (obligada lectura).
La novela Al filo del agua de Agustín Yañez; los murales de Orozco, de Diego Rivera y Siqueiros; la música del maestro Chávez y Blas Galindo; en literatura la obra dramática de Rodolfo Usigli, la novela mexicana que se dice nació con El Periquillo Sarniento de Fernández de Lizardi.
Mariano Azuela con profusa labor novelesca como La mala yerba, Los de abajo.
Dijo Azuela: “Yo escribo para el gran público y no para los selectos, prefiero ser leal con los míos a darles gato por liebre”.
José Rubén Romero, un gran escritor: Mi caballo, mi perro y mi rifle, Apuntes de un lugareño, La vida inútil de Pito Pérez.
José Vasconcelos con su trilogía Ulises Criollo, La tormenta, El Proconsulado.
Así podríamos seguir con autores que le dieron vida cultural a la Revolución como Manuel Gutiérrez Nájera, Salvador Díaz Mirón, Luis G. Urbina, Manuel José Othón, Federico Gamboa, Justo Sierra, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Jaime Torres Bodet, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia… y muchísimos más que se incluyeron en las etapas revolucionarias.
La filosofía es un tema trascendente para conocer y estudiar la Revolución Mexicana, como ejemplo al positivismo que se destruyó por no haber cumplido con su misión histórica.
Vasconcelos, Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, para comprender que el fracaso de Porfirio Díaz fue el fracaso del positivismo: “ni jacobinismo, ni positivismo –dice Caso– ni quijotismo irrealista, ni sanchismo positivista”.
Conocer esos aspectos filosóficos para penetrar en los análisis que se hagan sobre el sistema educativo del país, que debe estar al servicio de la unidad de los mexicanos.
Debemos estar ciertos de qué clase de país somos y de qué clase de ideologías nos orientan para asegurar la vigencia de nuestra identidad nacional.
Mujeres y hombres que construyeron una Revolución, que la fomentaron, que la siguieron nutriendo en su literatura y demás expresiones culturales deben ser recordados, para fortalecer al país que queremos tener, que caminaron por los senderos de la verdad, y unidos en el ejercicio de las virtudes humanas.