Por: Mario Galeana
Hay algo en La encantadora de serpientes, la obra insigne del pintor Henri Rousseau, que está erizado por el misterio. A la sombra del follaje de los árboles, una flautista convoca a su encuentro serpientes y aves, las plantas y la superficie del agua se mecen al tacto del viento y, aunque todo está en calma, parece que algo está a punto de suceder.
En el texto que abre Bosque Camaleón (Crisálida Ediciones, 2022), el más reciente libro de Amaranta Castro, la autora describe el cuadro de Rousseau para explicar que, del mismo modo en que la flautista persuade serpientes y aves, la literatura atrae imágenes y sonidos para comprender algo que no es perceptible con el lenguaje común.
Un encuentro que, sin embargo, “casi siempre está inacabado”, porque “las aves y las serpientes que acuden para ser escuchadas nos entregan apenas unas palabras para narrar sus historias”.
A partir de la ensoñación de estos seres, Castro creó un bosque poblado por seres impregnados por lo fantástico. Un compendio de cuentos, poemas, viñetas, diálogos, listas e historias que no poseen un hilo conductor aparente, pero que están unidos por la noción de la pérdida y la metamorfosis.
“La idea de este bosque está ahí desde el principio, a partir del cuadro de Rousseau, porque comparto la idea de que el bosque es una atmosfera, un bosque habitado por diversos seres, de manera metafórica. Hay una interpretación poética, un pequeño cosmos habitado por la metamorfosis de los personajes”, explica.
En el libro hay listas de palabras, provocaciones para que el lector escriba su propia historia. Hay textos que se detienen en un instante irreversible en la vida de los protagonistas. Y hay otros que son breves composiciones llenas de símbolos, imágenes que acaban como un suspiro.
Como señala el escritor Alejandro Badillo al comentar el libro, “Bosque Camaleón recupera la exploración como vocación literaria. Desde las primeras páginas se tiene la sensación de entrar a un artefacto conformado por textos que se resisten a una clasificación segura (…) el lector sentirá que explora un mundo íntimo que revela solo lo necesario para que nosotros completemos la historia”.
Bosque Camaleón fue publicado recientemente por Crisálida Ediciones, una editorial independiente fincada en San Luis Potosí, que encargó el libro a Amaranta Castro a partir de una muestra de su trabajo como poeta. Puede adquirirse en su sitio web en cualquier lugar del país.
Cuando comenzó a escribir el libro, la autora quería escribir sólo poemas. Siempre ha estado interesada por lo efímero, una influencia marcada por la literatura japonesa. Pero después llegó la pandemia y, a medida que avanzaba en la escritura, concluyó que las narraciones debían decir más, durar más, como una forma de prolongar el encuentro con los personajes.
“Nunca he tenido esas condiciones idílicas del artista genio, eso no existe en mi vida. Yo escribo en el caos, escribo en el escenario actual, escribo mientras viajo, escribo mientras mi hijo me llama. Creo que escribo mucho sobre la metamorfosis por lo que he vivido con mi cuerpo tras la maternidad, los matices, las fases, los instantes que puedo recuperar y unir en la literatura”, dice.
LA EXPLORACIÓN DE LOS GÉNEROS
Amaranta escribía un diario cuando era niña, una especie de bitácora de lo que sucedía alrededor. No pensaba necesariamente en ser escritora, pero en ella ya habitaba el germen de la creación.
Cuando entró a la carrera de Estética y Arte, su formación académica orientó su escritura hacia el ensayo. En ese tiempo le interesaba escribir acerca de música y de cultura, y la influencia de aquel tiempo puede encontrarse en las columnas que suele escribir para la revista Penumbria, donde analiza libros y películas que dialogan entre sí.
En 2013, tras un periodo de enfermedad, tuvo tiempo de cursar un diplomado en creación literaria en la Escuela de Escritores SOGEM, y allí compartió sus textos públicamente por primera vez.
Y fue allí, sobre todo, cuando alguien le dijo que su prosa tenía la huella de la poesía.
“Aprender siempre ha sido mi detonante y mi intención en ese momento era conocer los géneros. En esos talleres había que mostrar lo escrito y leerlo en voz alta. Empecé a escuchar el trabajo de las personas que estaban ahí y a compartir lo propio. Luego vino un trabajo de mucha disciplina, de leer y de escribir con base en lo leído”.
Para 2015, Castro ya tenía escrito un poemario, Ikebana, que hablaba sobre las estaciones del tiempo, el tránsito de la vida, la noción inherente de lo efímero. Decidió mandar una selección de esos poemas al Festival Internacional de Escritores y Literatura en San Miguel de Allende, Guanajuato, y resultó ganadora del primer lugar.
Después, volvió al ensayo. Participó en un concurso de la Fundación para las Letras Mexicanas con un texto sobre la infancia, el reino vegetal, las raíces de la memoria. Se llamaba Voces de los árboles. El texto terminó finalista, pero no acabó ahí.
En 2018 expandió el proyecto a partir de un programa de innovación artística del IMACP y Voces de los árboles se convirtió en un libro en el que trabajó con varias niñas de una casa hogar.
“Trabajamos diferentes técnicas, a partir de lo que ellas necesitaban. Si querían leer terror, arte, cualquier cosa que ellas quisieran. Fuimos formándonos hasta que finalmente ellas eligieron un seudónimo –en eso fui muy clara desde el principio, porque me importaba mucho su privacidad– y escribieron sobre sus experiencias en el orfanato”.
Desde su primer diplomado en escritura hasta la publicación de su último libro, Amaranta Castro lo ha explorado casi todo. Como La encantadora de serpientes, las manifestaciones de la literatura han acudido a su llamado.
—¿Y una novela? ¿te interesa?
—Si escribo novela, será mi última obra.
¿A QUÉ AUTORAS SIEMPRE VUELVES?
Doris Lessing
Alejandra Costamagna
Cristina Peri Rossi
Amparo Dávila
¿UNA OBRA QUE RECOMIENDES?
Me gusta Las pequeñas virtudes, de Natalia Ginzburg, porque hay un fragmento donde dice que es una escritora pequeña, pero que realmente no le importa mucho porque ella quiere creer que nadie ha sido como ella. Es decir que, por pequeña que sea como escritora, ante todo está la idea de ser una autora que pueda mostrar una perspectiva distinta de la realidad.