Dr. José Manuel Nieto Jalil
Director del Departamento Regional de Ciencias en la Región Centro-Sur Tecnológico de Monterrey Campus Puebla
En las últimas semanas, diversos informes referentes al espacio están inundando las noticias del mundo. La semana pasada, tras diez meses de vuelo en el espacio, la misión DART de la NASA por fin conseguía su objetivo en la madrugada del martes: terminar su vuelo kamikaze sobre el asteroide Dimorphos y demostrar que la humanidad está preparada para desviar una de estas rocas espaciales en caso de que la Tierra corra algún peligro.
Otra de las noticias es que el rover Perseverance detectó en Marte las concentraciones de moléculas orgánicas más altas nunca vistas en el planeta rojo.
Se trata de la mejor pista hasta ahora de la posible existencia de antiguos microbios, algo que los científicos esperan confirmar cuando esas muestras de roca lleguen finalmente a la Tierra.
Finalmente, el lanzamiento y varias cancelaciones realizadas del despegue de Artemis 1 que ahora se ha pospuesto para el periodo de lanzamiento que se abre el 12 de noviembre y se cierra el 27 de noviembre.
El programa Artemisa de la NASA constituye la antesala de la conquista del humano de otros mundos y constituye la nueva gran aventura que por vez primera creará colonias permanentes de seres humanos fuera de la Tierra. Pocos acontecimientos pueden ser más históricos o trascedentes que convertir a la humanidad en una especie multiplanetaria.
Todas estas noticias nos permiten soñar con una conquista cercana de otros planetas y la pronta colonización de la Luna. Pero el problema no es tan sencillo, la protección planetaria es un objetivo mundial que ante todo debe evitar la contaminación biológica entre los cuerpos celestes del Sistema Solar.
Ante todo, se debe evitar cualquier contaminación de los cuerpos celestes vecinos por parte de microorganismos terrestres. Adicionalmente, hay que proteger a nuestro propio planeta y a su biosfera frente a la entrada de posibles microorganismos extraterrestres.
El Comité de Investigación Espacial (COSPAR), fundado en 1958, es un organismo internacional no gubernamental, compuesto por científicos espaciales de 44 países preocupados por el progreso a escala internacional de todo tipo de investigaciones científicas realizadas con vehículos espaciales, cohetes y globos.
Su Panel de Protección Planetaria se ha encargado especialmente de crear cinco categorías diferentes de exploración espacial, atendiendo al nivel de riesgo que presentan las diferentes misiones en cuanto a contaminación biológica y al grado de interés astrobiológico del cuerpo celeste objeto de estudio.
Dentro de dichas categorías está la IV que se refiere a las misiones de aterrizaje o exploración en superficie de objetivos con potencial de albergar vida, y susceptibles de ser contaminados con microorganismos provenientes de la Tierra.
Por su parte, la categoría V, se refiere a misiones donde es posible acopiar y traer muestras a la Tierra. Esta última se considera dentro de las misiones de tipo restringidas, y requieren de dispositivos de contención de muestras no esterilizadas, y consideradas altamente infecciosas, hasta que se demuestre de forma segura que no lo son.
Estas categorías obligan a desarrollar métodos que permitan construir y ensamblar las naves de forma que queden libres de todo riesgo de contaminación biológica, lo más cerca posible de la esterilización absoluta, para así evitar los falsos positivos que podrían interferir en los experimentos de astrobiología. Actualmente, todas las naves son sometidas a un exhaustivo proceso de limpieza para garantizar que no llevan microbios a bordo.
Muchas partes son limpiadas con disolventes, bañadas en vapor de peróxido de hidrógeno y calentadas a diferentes temperaturas en función de su composición y de cómo vayan a entrar en contacto con el mundo exterior.
Las personas, por otro lado, somos sacos enormes de microbios, y mantenernos aislados del entorno de Marte, una vez que nuestros astronautas lleguen allí, seguramente será algo imposible.
En su lugar, los especialistas en protección planetaria esperan que los científicos puedan descubrir lo suficiente sobre el entorno del planeta antes de que enviemos seres humanos allí, para protegerlo o para que dejemos de preocuparnos por contaminarlo.
Las futuras misiones tripuladas a Marte tendrán altas posibilidades de contaminación directa del planeta y de contaminación inversa de la Tierra, en ambos casos a través de los organismos de los propios astronautas. Por lo que eliminar estos riesgos constituye un inmenso reto técnico y humano.
Además, hasta que no sepamos más sobre el futuro de la vida extraterrestre, debemos cuidar que las naves espaciales o muestras extraterrestres que vuelven a la Tierra no contengan nada que pudiera dañar a los habitantes de la Tierra y los ecosistemas.
Las políticas de protección planetaria deben tomar en cuenta todas estas incertidumbres, incluso mientras la exploración continúe en búsqueda de vida en otros planetas.
Hasta que lo sepamos con seguridad, debemos ser cautelosos para impedir que la exploración interrumpa o interfiera con algún tipo de vida, en otros planetas o en la Tierra.
Evitar que cualquier cuerpo celeste pueda ser contaminado por algún microorganismo terrestre es una misión que, cada vez se está volviendo más compleja.
Si cometemos errores, no sólo estaremos poniendo en peligro las posibles formas de vida que pudiera haber allí, también podemos exponernos al proceso inverso: que haya algún tipo de organismo marciano que pueda aguantar el viaje de vuelta a la Tierra y contaminar nuestros ecosistemas.
Los próximos años traerán más desafíos a la protección planetaria. A medida que más países desarrollen su capacidad de vuelo espacial, más posibilidades habrá de contaminar otros lugares.
Puede que sea un mal necesario, una consecuencia inevitable de dar el paso para expandirnos más allá de la Tierra, pero no por ello hay que renunciar a proteger otros mundos para poder encontrar sus formas de vida nativa, si es que las tuvieran.