Garganta Profunda
Arturo Luna Silva
[email protected] / Twitter: @ALunaSilva
Desde el estilo y la concepción que el gobernador Miguel Barbosa Huerta tiene sobre el ejercicio de gobierno, en la ruta que comienza con la apertura, sigue con el desarrollo, para luego llegar a la madurez y preparar, finalmente, el cierre, su administración está en ese clímax. Con las vicisitudes y vaivenes naturales, inherentes a la complejidad de un estado como Puebla, hay que reconocer que el barbosismo está en su punto de madurez.
Prácticamente, no hay problema que se presente que no pueda ser atendido desde el gobierno del estado.
En la mayoría de los casos, con prontitud.
Nada se ha eludido en lo político.
Tampoco en lo social ni en lo administrativo.
La seguridad pública estatal, un ejemplo.
Esto viene al caso porque se han rebasado ya los tres años de ejercicio de Miguel Barbosa en la gubernatura.
Ha pasado más de la mitad de este periodo sui generis de un quinquenio, por las circunstancias que se presentaron en 2018.
El barbosismo ha transitado este tiempo con eficiencia.
La pandemia se superó.
La administración pública –con marcaje personal al gabinete– se ha enfocado en otras tareas, sin descuidar la prioridad de la salud.
Actualmente se ha avanzado mucho en un plan intenso de obras carreteras.
Algunas son nuevas.
En otras urgía su conclusión y mantenimiento, pues se trata de tramos que hace muchos años quedaron pendientes.
Fueron obras que dejaron a medias o apenas iniciadas otras administraciones estatales.
En seguridad pública hay por supuesto serios problemas, pero también ha habido acciones contundentes.
En los próximos días, Tecamachalco va a ser un ejemplo de ello.
Lo político también camina sin nubarrones.
Asimismo, conflictos con algún matiz social, como el caso de la normal rural de Teteles, también se han atendido.
No hay un grupo social que legítimamente pueda justificar acciones de protesta en el estado de Puebla.
Que pueda decir que no hay diálogo, negociación y búsqueda de soluciones.
Incluso los y las radicales de Teteles, quienes este miércoles quisieron tomar la caseta de la vía Atlixcáyotl, han sido escuchados y escuchadas muchas veces.
El connato de protesta no duró más de 20 minutos.
No hay en esencia conflictos sociales actuales en el estado que ameriten protestas genuinas.
Este 2023 también será el mejor año en términos presupuestales para el estado.
La suma de las participaciones federales y los recursos propios superan los 111.6 mil millones de pesos.
Algunos se quejan y les tiemblan las piernas cuando el gobernador reclama la atención del gobierno federal.
“Se está peleando con la Federación”, gritan entre el estupor y la felicidad.
Pero no.
Son reclamaciones justas.
Este jueves lo hizo, por ejemplo, respecto del hospital de Amozoc, que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) no ha comenzado a construir.
Pero es su estilo.
Y estilo que pocos entienden.
Y que, sin embargo, le ha funcionado.
Con la mayoría de los alcaldes tiene buena relación.
Ha asistido a muchos informes de los municipios que son cabeceras.
La cercanía es evidente.
No ha distinguido colores.
Ni regiones.
La distancia no ha sido un pretexto.
Con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el gobernador Barbosa y Puebla tienen muy buena relación.
Con la posible sucesora más adelantada, Claudia Sheinbaum Pardo, también es inmejorable.
Efectivamente, en esa parábola, la ruta de los gobiernos, Puebla está en la madurez.
Le llamamos parábola para hacer una analogía con la parábola aristotélica de la literatura, del relato narrativo tradicional.
En aquella, el punto máximo es el clímax.
Previo al desenlace.
En ese punto está el gobierno de Miguel Barbosa.