Álvaro Ramírez Velasco
En plena cresta de la emergencia y con una alta vulnerabilidad a contagiarse o ser foco de contagio de coronavirus, en las calles de Puebla capital hay unos 800 transmigrantes, la mayoría centroamericanos, que se quedaron “atorados”, luego del cierre de las fronteras norte y sur y de las estaciones migratorias, calculó el sacerdote Gustavo Rodríguez Zárate, encargado de la Pastoral de la Movilidad Humana en la Arquidiócesis de Puebla.
Luego de que la Secretaría de Gobernación federal instruyó el pasado 26 de abril, a través del Instituto Nacional de Migración (INM), la liberación de todos los extranjeros en situación migratoria irregular que estaban “albergados” en sus centros, la mayoría quedó “en situación de calle”.
Y, por ahora, los refugios católicos no pueden darles cobijo, ante la falta de recursos, agregó el también guía de la Parroquia de la Asunción, en la capital poblana, donde funciona un refugio.
En entrevista, el religioso dijo que esta Pastoral y el INM calculan que la cifra de transmigrantes en esta condición en todo el país debe alcanzar las 60 mil personas.
Al decretarse la emergencia sanitaria, organizaciones no gubernamentales y de la misma Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) recomendaron abrir las puertas de las 65 estaciones migratorias del país, que albergaban a cientos de ellos, además de que miles, como es cotidiano, estaban en tránsito.
De acuerdo con el cálculo del INM, al año atraviesan el país unos 350 mil transmigrantes, la mayoría centroamericanos en camino hacia Estados Unidos, de los que al menos 150 mil cruzan por el territorio poblano.
PANDEMIA NO DETIENE MIGRACIÓN
A pesar de la cresta en la pandemia del COVID-19 y el cierre de las fronteras, en México no se ha detenido el paso de los migrantes centroamericanos.
Si acaso, lo distinto hoy es que la mayoría está atorada sin poder regresar a sus países de origen ni alcanzar la meta: cruzar hacia Estados Unidos.
El poblano Gustavo Rodríguez Zárate, quien también forma parte del equipo nacional de la rama de la iglesia Católica que atiende a este sector, aseguró que “los transmigrantes siguen pasando con el apoyo del crimen organizado, los coyotes; siguen pasando y, los que no tienen dinero, arriesgando sus vidas.
Recordó que, una vez que “las organizaciones de derechos humanos exigieron a Migración no tenerlos encerrados, entonces se abrieron las estaciones.
“A algunos los regresaron a sus países, pero otros se quedaron atorados en Tapachula, Chiapas, o en Tenosique, Tabasco, porque está cerrada la frontera con Guatemala y Honduras”.
Muchos otros –agregó– están en Puebla, así como en otros estados y ciudades, pero los albergues de las iglesias, que son anexos a los templos, no tienen forma de atenderlos.
“Nos pidieron que los últimos que estaban en las estaciones migratorias del país los metiéramos en los albergues católicos, pero no podemos, no tenemos ni voluntarios ni dinero”.
En la Asunción, las monedas y los billetes con que se atiende a los migrantes en el albergue anexo llega en las limosnas de los feligreses. Hoy, que las puertas están cerradas, “es responsabilidad del gobierno”, indica.
—En las calles de Puebla, ¿cuántos transmigrantes estarán ahora?
—En Puebla, calculo como 800; y en todo el país unos 60 mil.