Rodolfo Rivera Pacheco
Los contagios y muertes por coronavirus han aumentado en forma alarmante desde fines de la semana pasada. Ya hay más de tres mil infectados diariamente y seguramente subirá la cifra, así como la de fallecidos.
Eso que son las cifras “oficiales”, pero bien sabemos que al no haber pruebas masivas, los contagiados en el país probablemente son ocho veces más.
Tampoco es algo que no se nos haya dicho. Recuerdo a la perfección cuando a finales de enero, el doctor Hugo López-Gatell decía que en una fase masiva y sin tomar previsiones, en México podría haber unos 12 millones de contagiados y al menos unos 500 mil muertos. Lo dijo, no sé por qué ahora nos espantamos con lo que está sucediendo.
Y bueno, al parecer los peores escenarios se empiezan a cumplir. La mentada curva no se ha “aplanado” y si sigue la maldita terquedad de muchísima gente en salir una y otra vez como si no pasara nada, pues tardará mucho tiempo (meses, años) en que la normalidad regrese a nuestro país y a Puebla.
O quizás nunca como la conocimos antes del COVID-19.
Tendremos que aprender a vivir (los que sigan vivos) con la pandemia.
Las grandes pandemias en la historia de la humanidad han tardado varios… años. Ninguna ha ocurrido en unos cuantos meses (la peste medieval, la viruela en Tenochtitlan, las influenzas en varios países del mundo).
No. La crisis NO terminará en junio, pues. Ni en julio ni agosto. Quizás podamos ver que la curva se contuvo… para septiembre–octubre. Pero los expertos vaticinan que para entonces empezará como cada año el brote de influenza y esto puede complicarse con COVID-19.
Para esas fechas, si el confinamiento tuviera que extenderse (generalizada como hasta ahora) la mayoría de comercios y servicios habrán quebrado o estarán realmente dañados. Sólo sobrevivirán las empresas cuyos dueños tomaron previsiones, se arriesgan a invertirle de sus recursos, llegan a acuerdos con sus empleados en cuanto a reducciones salariales y seguramente disminución de personal.
Habrá desempleo y despidos, es inevitable. Nadie quiere perder más dinero (reitero, casi ningún empresario estará dispuesto a vender su casa para salvar su empresa).
Y como siempre, sufrirán más los que menos tienen. Los ricos tendrán crisis (pero una crisis de rico es no poder ir este año de shopping a Estados Unidos o a pasear a Europa), pero sobrevivirán y algunos hasta harán buenos negocios con la escasez.
Pero los grandes conglomerados de pobreza en las grandes ciudades serán los más afectados con esta pandemia prolongada por este virus.
Porque los pobres del campo en México están acostumbrados a sobrevivir del autoconsumo. Vamos, sí les afecta la crisis, pero más pobres ya no pueden estar.
NO, los grandes afectados son los millones de pobres que hay en los cinturones de miseria de las grandes ciudades, que son empleados o subempleados que sí perderán sus empleos o ingresos con esta crisis pandémica.
Y los profesionistas, que ahora se dan cuenta que se requieren médicos (cualquier profesión del área de la salud), ingenieros y técnicos para reactivar la vida en todos los sentidos en este país. Todas las demás profesiones sufrirán y habrá hileras de despedidos y desempleados que no logren reinventar sus oficios y capacidades intelectuales.
Y desde luego, los gobiernos y la política tendrán que cambiar. Los presupuestos tendrán que reorientarse para que las grandes masas en la miseria no provoquen estallidos sociales. Ahora más que nunca el término de la “Economía Social” tendrá que aplicarse en todas las latitudes, México y Puebla incluidos.
En serio, los futurólogos más visionarios ya lo preveían hace unos años (de los que más me gustó leer –aparte de las Megatendencias de Naisbitt y Aburdenees a Jacques Attali, quien ya hablaba de una megacrisis provocada por una guerra mundial o una pandemia, de la que puede surgir un mega imperio o bien una mega democracia, dependiendo de qué valores prevalezcan. “Breve Historia del Futuro”.)
Todo cambiará. Todo está cambiando ya y la enorme mayoría de la población ni siquiera se ha dado cuenta. Nos habíamos acostumbrado al consumismo capitalista desordenado e idiota y acumulamos cosas que nunca utilizamos, mientras que hay otros que sobreviven con apenas lo indispensable.
La fábula de “La cigarra y la hormiga” está más vigente que nunca.
La pandemia nos hizo y nos hará cambiar… aunque no queramos ni nos demos cuenta. Alguna enseñanza nos tendrá que dejar… aunque no queramos ni nos demos cuenta.
Repito… los que sobrevivan a ésta.
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