Es el sentimiento de pena por la lejanía, así se define la nostalgia, la cual invade al club Puebla tras cumplir 30 años de haberse coronado como campeonísimo, luego de vencer en la final de Liga en la temporada 1989-1990 a Leones Negros de la Universidad de Guadalajara, lo cual conjugó con el título de copa obtenido semanas antes ante Tigres, en un hecho que se sigue venerando en la ciudad y que contó con protagonistas que tienen los recuerdos a flor de piel, como Arturo Cañas, Guillermo Cosío, Manuel Lapuente y Carlos Poblete.
Fue el 26 de mayo de 1990 cuando el estadio Cuauhtémoc tuvo un sobrecupo de más de 50 mil personas, que tres horas antes del partido ya vivían una fiesta de cara al juego de vuelta al que La Franja llegó con un marcador a favor de 2 a 1, obtenido en Guadalajara.
“En la ida obtuvimos un buen resultado y ya en Puebla recuerdo que salimos del hotel cerca de las cinco de la tarde, el partido era a las ocho, y cuando llegamos al estadio (Cuauhtémoc) estaba a reventar, la gente ya esperando con ansias y nosotros también para jugar la final”, relató Arturo Cañas, miembro de ese plantel histórico.
Pero el objetivo de llegar a ese juego decisivo, los camoteros se lo plantearon desde dos años antes, en la campaña 88-89, en la cual arrasaron en la fase regular terminando como súper líderes, aunque en la liguilla no pudieron reflejar su dominio y fueron eliminados.
“Desde una temporada antes tuvimos un buen rendimiento, el equipo comenzó a formarse, fuimos superlíderes, desgraciadamente en liguilla nos lesionamos jugadores y no teníamos banca, entonces la directiva reforzó al equipo para la 89- 90 y dio frutos”, comentó Guillermo Caballo Cosío, también miembro de ese Puebla de época.
Por ende, Cañas le da su justo valor a la labor del entonces dueño Emilio Maurer, quien lejos de desanimarse por la eliminación un torneo antes, invirtió aún más dinero para reforzar al equipo para la siguiente temporada, haciéndose de figuras que fueron claves en el campeonato.
“Hay que darle el mérito a don Emilio por cómo reforzó al equipo de gran forma, porque le apostó a quedar campeón, no se dio en la temporada 88-89, pero a la siguiente le volvió a meter.
Trajo a Manolo Lapuente, Chepo de la Torre, (Pablo) Larios, Edgardo Fuentes, armó un equipazo, también trajo a Romerito, paraguayo que jugó en el Barcelona, Emilio le apostó a lo grande y le resultó”, dijo.
La fase regular de la 89-90 no fue lo avasalladora del año pasado para los blanquiazules, pero les alcanzó para volverse a meter a la etapa final, en la cual iniciaron descontando a Correcaminos de Tamaulipas por marcador de 4-4, pero avanzando por mejor posición en la tabla, mientras que en la semifinal pasaron por encima de Pumas con global de 8-6.
“En esa liguilla y en la copa que también ganamos casi siempre tuvimos que remontar marcadores, lo lográbamos gracias a la calidad de jugadores que teníamos, pero también al carácter y al buen grupo que hicimos”, recordó Cosío.
Ya en la final, la ida la jugaron en el estadio Jalisco, donde el equipo tapatío comenzó ganando, pero la resiliencia que caracterizó a ese Puebla lo llevó a remontar y regresar a la Angelópolis con un 2 a 1 a favor.
“Recuerdo que en el partido de ida nos fuimos abajo en el marcador con un golazo de (Octavio) Mora a los ocho o nueve minutos, después descontó Aravena con un gol de cabeza a centro de Chícharo (Javier Hernández padre) y (Carlos) Poblete hizo el 2 a 1 para traernos ese marcador a casa”, rememoró Cañas, quien en 1991 fue fichado por el América. Sin embargo, a La Franja nunca le ha gustado la comodidad.
El entorno de un estadio colmado y la cercanía de alcanzar algo histórico, los hizo entrar desconcentrados al partido de vuelta, el cual sufrió yéndose abajo en el marcador por 2-0 apenas a los 15 minutos de iniciado, pero esa fue la oscuridad más profunda antes del alba y así lo recuerda el propio Cañas.
“En los primeros 15 minutos del partido la UdeG nos pegó un baile, nos metió dos goles rápido, un autogol de Roberto (Ruiz Esparza), que sin querer la metió a nuestra portería, luego un gol de Daniel Guzmán, pero lo importante en ese partido fue que de inmediato sacamos la casta, descontamos en una jugada de pase largo de Roberto, la peinó Poblete, le cayó al Chícharo, recortó al defensa y la metió al ángulo.
Ahí nos levantamos, no dejamos que retomaran el control del juego, y en el segundo tiempo Jorge Aravena metió el empate y el 3 a 2 en una jugada que le robó el balón a Martín Vázquez, y luego el mismo Mortero mandó un pase largo a Poblete, que le ganó al portero Víctor Aguado y metió el del gane. Al final el Vikingo (Jorge) Dávalos metió el 4 a 3, pero ya no les alcanzó”, recordó.
Después de eso, la ciudad entró en un fervor que no ha vuelto a vivir porque su equipo se unió al grupo selecto de los campeonísimos, la afición se entregó a sus jugadores y con cariño les retribuyeron la felicidad generada.
“Muy padre, recuerdo cuando Bonifacio (Núñez) agarró el balón y dio el silbatazo final, comenzamos a festejar, soltaron los juegos pirotécnicos, dimos la vuelta olímpica, la ciudad se volvió loca, recuerdo que para pasar de Plaza Dorada al zócalo y de ahí a la Juárez estaba imposible, esa noche no durmió Puebla, y es algo que todavía lo vivimos, lo tenemos aquí en la mente”, continuó con su narración Arturo Cañas.
Empero, esa misma algarabía marcó el inicio de una etapa turbia para la institución, ya que, si bien en 1991 logró el título de la Concacaf y en 1992 quedó subcampeona al perder la final ante León, los éxitos prácticamente han desaparecido y fueron sustituidos por dos descensos (1999 y 2005), además de cambio de colores, de escudos y hasta de nombre, situación que Caballo Cosío lamenta.
“Nunca nos imaginábamos que después se iba a caer, nosotros pensamos que iba a ser un gran equipo por mucho tiempo, que lo sigue siendo, pero desgraciadamente no han podido darle de nuevo esa alegría a la afición, que es muy noble cuando le das resultados”.
“Pensar que ya pasaron 30 años me hace sentir que ya estoy viejo (…) Se sigue recordando ese campeonato porque lamentablemente no ha habido otro, porque si ya hubiera salido un nuevo campeón, ese estaría en la mente del aficionado, pero deseo de todo corazón que ya vengan los buenos tiempos”, consideró.
A 30 años de la hazaña, los involucrados siguen en contacto, no permiten que el tiempo borre su memoria y tratan de revivirlo con reuniones, que este año fue suspendida por la cuarentena, o a través de un chat.
“Nosotros seguimos en contacto, tenemos un grupo de WhatsApp y ahí nos escribimos, partimos nuestro pastel virtual porque nos llega la nostalgia por recordar esos 30 años, pero también nos da alegría porque éramos un equipo que se partía el alma, porque llegar a ser campeonísimo fue sufrido, no fue fácil”, apuntó Arturo Cañas.
“Normalmente nos juntábamos a comer, pero obviamente por la pandemia está difícil por la situación, estamos todos encerrados, tranquilos, ni modo no se pudo festejar, pero ya el año que entra feste jaremos doble”, contó Manuel Lapuente, el director técnico que le dio los dos títulos de liga que ostenta el club (1982-1983 y 1989-1990).
Finalmente, una de las estrellas de aquel equipo, el chileno Carlos Búfalo Poblete, destacó el gran grupo que generaron durante cuatro años en el que el Puebla fue el equipo a vencer en el futbol mexicano.
“Todo ese periodo del 88 al 92 donde tuvimos la oportunidad de ser campeones de Copa y Liga, luego subcampeones en León, un equipo que fue súper líder en el 88 y semifinalista en la 90-91, todo ese periodo fue maravilloso, donde pudimos compartir con un gran grupo y sentir el cariño de la gente y afortunadamente estamos en la historia de un club que si bien en las últimas épocas no ha tenido buenos resultados, creo que es uno de los grandes del futbol mexicano por sus logros, uno de los cinco campeonísimos, campeones de la Concacaf, muchos equipos no pueden presumir eso”.