EXAMINA OBRAS DE ARTISTAS ESPAÑOLES QUE SUSTITUYERON LA INHUMANA REALIDAD DE GUERRA QUE VIVÍAN POR TENEBRISMO, “MIEDO AL VACÍO Y MOVIMIENTO
Mario Galeana
Las paredes del Museo Internacional del Barroco (MIB) parecen azuzadas por el viento. Su arquitectura hace que el sol barra los muros y que las sombras se azoten, violentas, sobre los espejos de agua construidos a su alrededor.
Como si, al diseñar el museo, el renombrado arquitecto japonés Toyo Ito reconociera que el barroco no es más que un baile de claroscuros que nunca cesa.
Con esto en mente, Carlota Álvarez Basso, la curadora del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en España, diseñó una exposición en la que el trazo arquitectónico del museo poblano dialoga con la obra de siete artistas españoles que alcanzaron el éxito a mediados del siglo XX.
La exhibición reúne 56 piezas traídas desde España de los artistas plásticos Antoni Tàpies, Antonio Saura, Eduardo Chillida, Elena Asins, Jorge Oteiza, Pablo Palazuelo y Soledad Sevilla.
Entre pinturas, dibujos, grabados, esculturas y material audiovisual, la exposición marca un precedente en Puebla y en el resto del país.
“La última vez que se expuso una selección de obras del Museo de Arte Reina Sofía en México, fue entre octubre de 1997 y enero de 1998 en el Museo Palacio de Bellas Artes, es decir, hace 26 años”, resaltó Álvarez Basso, quien curó la exposición en conjunto con Michael López Murillo.
El diálogo entre el MIB y las piezas expuestas se articula a través de tres elementos característicos del barroco: el movimiento, la luz natural como generadora de claroscuros y la relación hombre-naturaleza.
Para lograr esta sinergia, los curadores identificaron tres conceptos presentes tanto en la arquitectura como en las obras: el horror vacui –el miedo al vacío–; el monocromo, el tenebrismo barroco o el bicolor y el movimiento, ya sea informal o geométrico.
La segunda intención de la exhibición se basa en ofrecer nuevas perspectivas sobre el canon del arte español del siglo XX.
Como apunta Álvarez Basso:
“Queríamos ir más allá del trío de artistas universales que han situado la creación española en el epicentro del arte contemporáneo del siglo pasado: Pablo Picasso, Joan Miró y Salvador Dalí”.
En lugar de centrarse en estos nombres consagrados, la exposición se enfoca en una generación puente, que creó su obra desde el periodo de entreguerras en España, pasando por la posguerra civil, hasta la mejor generación del arte abstracto.
Esta selección de artistas ofrece una visión más amplia y matizada del arte español, destacando la diversidad y riqueza creativa de esta época.
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LA GEOPOLÍTICA Y EL SURGIMIENTO DE UNA GENERACIÓN
Los siete artistas incluidos en la muestra alcanzaron el éxito durante la dictadura de Francisco Franco en España, que se extendió desde 1939 hasta 1978, tres años después de la muerte del militar.
Como España se encontraba aislada internacionalmente durante los años 40, trataba de establecer puentes con Estados Unidos, país que a su vez estaba interesado en desplegar bases militares en el territorio español para contener la influencia soviética.
“Sin embargo, el apoyo de Estados Unidos al franquismo exigía previamente que el régimen suavizara el rostro represor y aliviara la mordaza de la libertad de prensa con ligeros gestos de apertura”, explica Álvarez Basso.
Esa apertura ocurrió precisamente a través del arte de los años 50, con la promoción de artistas locales que vieron la oportunidad de exponer sus obras en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos.
“Desde el punto de vista artístico, gran número de personas trabajaban en este páramo español, realizando obras abstractas e informalistas que despertaban mucha curiosidad en otros países, al tiempo que no representaban ninguna amenaza para los franquistas”, agrega la curadora.
Así, el trazo monocromático, la intención de movimiento en el trazo de cada una de las obras de estos siete artistas proyectó una imagen moderna, pero a fin de cuentas un espejismo de lo que en realidad ocurría en España.
“Fue el trampantojo español, porque todo lo demás en España siguió igual: la represión política, la falta de libertad…”, sostiene.
A pesar de todo, para la curadora, el trabajo de los siete artistas fue seminal, una referencia imprescindible e indiscutible para las siguientes generaciones de artistas que crecieron en condiciones de libertad a partir de 1978, con la caída de la dictadura franquista.
La exposición estará disponible en el MIB hasta el 3 de noviembre.
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