NOTAS PARA UNA DEFENSA DE EMERGENCIA
SILVINO VERGARA NAVA
Será muy difícil a corto plazo automatizar empleos que requieren inteligencia creativa, inteligencia social o sentido común, porque falta bastante tiempo para que la inteligencia artificial sea tan buena como los humanos en estos campos
Nick Bostrom / Director del Instituto para el futuro de la humanidad
Oxford, Inglaterra
Con el afán de mejorar la administración de justicia y la defensa de los derechos de los gobernados, el pasado mes de agosto de 2024, la ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Lenia Batres sostuvo que la ciudadanía podría evitar asistirse de abogados.
Dijo que podrían usarse formatos de llenado sencillo y con ello mejorar el acceso a la referida administración de justicia.
Incluso, sostuvo que se podría usar la inteligencia artificial para ir sustituyendo a esos profesionistas siempre mal vistos por el pensamiento y sistema central que son los abogados.
Las preguntas al respecto son: ¿por qué sustituir a los abogados?, ¿qué han realizado que son tan molestos?, ¿qué hará la inteligencia artificial por los justiciables?
Lo cierto es que, a partir de lo que sucedió con la pandemia, se revolucionó la tecnología de la información; por lo menos, se hizo más usual por la generalidad de la población.
Antes de la pandemia, no se conocía mucha tecnología para comunicarse, como las videollamadas.
Ante los cierres y paros por la crisis sanitaria, muchas industrias tecnificadas aprovecharon el tiempo para mejorar sus procesos de producción, al grado de que cuando los empleados regresaron solamente acudieron por su liquidación; ya no contaban con trabajo, pues habían sido sustituidos por máquinas.
El problema de asumir que el gobernado se puede defender solamente con unos formatos es muy complejo.
Eso la teoría del derecho ya lo ha abordado; no es nada nuevo. Incluso, cuenta con un área que se denomina “teoría de la decisión judicial”.
En ésta se hace una clasificación de los casos jurisdiccionales, en donde se establece el grado de complejidad de los asuntos jurídicos; no por cuantías, no por materias, no por regiones territoriales, sino por el caso de qué tanto se requiere de racionalidad para poder resolver esos asuntos.
Así, contamos con que los casos más sencillos son a los que se les ha denominado “rutinarios”, que son los casos en masa; los que reciben los tribunales en kilos de demandas y que ya están propiamente mecanizados.
No se requiere más que la aplicación mecánica de la norma al caso concreto.
Los formatos y llenado de declaraciones, formularios de pago de impuestos y las famosas fotomultas son un ejemplo de estos, en donde no se requiere de la mano humana para poder aplicar el derecho.
El problema es que eso no es todo.
Se cuenta con otro tipo de casos en los que se requiere mayor capacidad de análisis jurídico: aquellos en donde la norma no es clara, existe penumbra u obscuridad; por ende, se necesita la interpretación humana.
O bien, aquellos en donde pueden aplicarse dos normas al mismo tiempo, pero que resultan contradictorias.
Casos en los que hay lagunas; es decir, las regulaciones no establecen algo que permita la resolución del problema.
También se cuenta con casos en los que se deben ofrecer prueba periciales, ingenieros, contadores, médicos, etcétera.
Y los más complicados son aquellos en donde se debe elegir qué derecho humano priorizar, teniendo que excluir otro.
Para todos esos casos, como lo cita el científico inglés Nick Bostrom, se requiere inteligencia creativa, de sentido común, que en el campo jurídico se denomina “criterio jurídico”.
Y eso solamente corresponde, por el momento, al ser humano; es decir, a quienes ejercen la profesión de abogado.
Claro que el problema que pretende resolver la ministra es la existencia de tanto cuasiabogado, tinterillo, rufián, vividor, que ha explotado esa profesión en perjuicio de los justiciables; es decir, del ciudadano de a pie.
Pero para ello hay otras medidas que se pueden aplicar sin necesidad de dejar a su suerte a los gobernados con la simple inteligencia artificial, que por el momento aún sigue siendo una herramienta útil para aquellos casos rutinarios o en masa, pero no para los más complicados jurídicamente, para los cuales se necesita del “olfato jurídico” del abogado.