Durante años, el PAN fue oposición en Puebla. Una oposición, digamos, “inteligente”. Y hasta valiente, con todo y su laberinto de inconsistencias e incongruencias.
Sabía dar la pelea al partido de Estado y algunas veces incluso alcanzaba victorias, pírricas, pero finalmente victorias. Había mística, ideología, valores y compromiso. Se destrozaban en sus asambleas y convenciones internas.
Sin embargo, lo superaban pronto y se unían en un solo frente. “Eran felices y no lo sabían”. Pero eso fue hace mucho. Hoy, el partido está en manos de arribistas e improvisados, mercachifles y marchantes de la política aldeana.
Huérfana y sin brújula, así navega el que un día llegó a ser un trasatlántico azul. Una pena.