Fue inaugurado en 1840 y nombrado en honor al general insurgente Miguel Bravo. Desde entonces, ha sido uno de los sitios emblemáticos de la capital poblana.
Algunos registros históricos señalan que antes de ser parque, fue habilitado como plaza de toros, zoológico, acuario y sitio de juegos mecánicos.
A lo largo del tiempo ha tenido múltiples nombres –Paseo de la Emperatriz, por ejemplo, durante el fugaz imperio de Maximiliano de Habsburgo–, pero indudablemente ha sido testigo silencioso de miles de historias que, para bien o para mal, han dado forma y sentido a la sociedad poblana, tan diversa como caótica.