El arte funerario es una expresión artística, pero primero es afectiva que nace de la necesidad de manifestar algo desde la individualidad, desde los afectos acudiendo a lo bello de una forma perenne sobre la permanencia que constituyen esta serie de sepulcros que están hechos en piedra o concreto y mármol en la ciudad de Puebla en los panteones Francés y Municipal, señala Jesús Joel Peña, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
NECESIDAD
Desde los inicios de la historia del hombre se tiene la necesidad de erigir monumentos funerarios, pero también se establece la jerarquización de la sociedad, en una pirámide de posibilidades y estatus social para determinar la forma en que se expresan hacia el difunto.
En el mundo romano se emplearon lápidas con oraciones en latín compuestas a Césares y líderes militares.
Después llega a Europa y se adapta al cristianismo formando el arte funerario efímero que conocemos.
El investigador del INAH explicó a Crónica Puebla que en la capital poblana el ayuntamiento estaba obligado a levantar una tira funeraria costeada en conjunto con el Cabildo, en el centro de la catedral y se levantaba un cúmulo –sepulcro–, donde se mandaban a hacer pinturas, esculturas, emblemas, oraciones latinas, con una ceremonia de exequias, que se llamó arte funerario efímero y permitió las estructuras permanentes.
Un aspecto de la historia de las tumbas en México se remonta cuando a la gente se les enterraba dentro de los templos o en los atrios, funcionando como panteones hasta antes de la Ley de Cementerios en 1863.
No se contaba con la posibilidad de colocar monumentos, salvo excepciones como los obispos o virreyes.
En algunas tumbas se colocaban lápidas, pero fue prohibido por el clero porque incluían cruces y la gente que llegaba pisaba la cruz y era considerado una profanación.
Hasta que se fundaron los primeros campos santos se retomó la colocación de monumentos.
En Puebla capital no se cuenta con estrategias para retomar el arte funerario como un atractivo turístico con recorridos y dramatizaciones.
Sin embargo, muchas personas se pronunciaron en contra de las iniciativas por considerar que el cementerio no es un teatro y debe respetarse el descanso de los difuntos.
Foto: David RamírezEn caso de concretar alguna propuesta, Joel Peña resaltó que se deberá consultar a los familiares de los difuntos porque se cuenta con arquitectura funeraria que en su momento fue importante e innovadora.
Señaló que es indispensable tener un estudio serio sobre este tipo de arte que apoye un proyecto adecuado para contar con este atractivo, que brinda un alto valor histórico más que artístico.
Consideró que mientras no se cuente con los detalles de cada pieza funeraria no se tendrá ese vínculo con los panteones que hoy sólo son visitados por los familiares de los difuntos y la gente no se detiene a ver quien descansa en las tumbas.
Resaltó que otro problema a enfrentar es que algunas tumbas están en abandono y un diagnóstico de las piezas permitiría un mayor cuidado y conservación ante el vandalismo.
El investigador explicó que se debe reflexionar en la relación que tenemos con los muertos, para un túmulo modesto o con alto contenido artístico, merece respeto, porque antes que piezas de arte son manifestaciones afectivas.
OLVIDADO
Hoy, la tradición de crear piezas artísticas se ha perdido y sólo se limitan a construir “casitas”.
Otros les seduce el estilo estadounidense con una lápida sencilla sobre la tumba o gavetas para depositar cenizas.
El diseño de las funerarias tampoco permite crear piezas artísticas, por lo que se debe revalorar las piezas antiguas, señaló Jesús Joel Peña.
Consideró importante una campaña de información para valorizar este arte, así como la cerámica que se quedó en los atrios de los templos.
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VIAJE POR LA HISTORIA
Para Sergio Vergara, secretario de Cultura estatal, el Panteón Francés, fundado en 1896, es un sitio que se debe caminar para apreciar cada una de las piezas que nos cuenta un poco de la historia de la arquitectura de la ciudad, con influencias árabe, francesa, italiana y los mármoles de diferentes sitios del orbe.
Otra de las tumbas más conocidas en este camposanto es el monumento del historiador alemán Hugo Leicht Meyer, quien radicó en Puebla por más de 20 años y autor del libro “Las calles de Puebla”.
Otro lugar relevante es la de los franceses que murieron y se rescataron de la zona de Xanenetla durante la batalla del 5 de Mayo y descansan en la tumba del soldado desconocido.
El Panteón Municipal tiene tumbas más populares y cuenta con un área que es un museo. En la parte trasera están enterradas personas que fallecieron por epidemias como tifo, así como fosas comunes.
Después de estos dos camposantos, según relató el titular de Cultura, empieza el crecimiento de otros panteones como el de La Piedad, que replicaron obras del Francés y el Municipal, con nuevos conceptos y áreas como crematorios.
Este panteón es el más antiguo que opera en la ciudad como tal fuera de un recinto religioso, con tumbas que datan de 1841.
En este año se tenía el plan de realizar recorridos en los panteones Francés y Municipal, narrando la historia de quienes descansan en esos lugares.
La fiesta por el Día de Muertos en los panteones de la capital poblana, con el cierre de calles y miles de personas llegando con flores para el ser querido no se podrá llevar a cabo este año por la pandemia de COVID-19 que ha azotado al país.
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