Sergio Vergara Berdejo / Secretario de Cultura
El llamado zócalo de la Ciudad de Los Ángeles, la Puebla del siglo XVI, la ciudad de traza de ángeles, la del Renacimiento, la que nace de medida de escuadra y compás, la que en un decenio cumplirá 500 años, una ciudad que caminamos, que reconocemos en cada momento de la historia; la que nos preguntamos cómo habrán sido sus primeros días, sus primeras necesidades, su transformación, un gran secreto de transformaciones.
Así es la mística de un lugar que ha teñido transformaciones, la que nació como un experimento en un sitio denominado el Cuetlaxcoapan. Pero, ¿cómo entenderla en su nacimiento?
Claro que necesita infraestructura, claro que necesita de un gran conocimiento de urbanismo. No nace de la nada, nace un gran proyecto humanista, de una realidad, de un misticismo de formas de entender lo nuevo, el Renacimiento, y que nos da en ese entendimiento, en el reconocimiento de lo que hemos planteado de su transformación, el centro que conocemos.
Claro que la conocieron sus fundadores, claro que analizaron su comportamiento en cada construcción y uso del espacio. Era la ciudad española, era la primera que se construía en América, en este territorio mesoamericano y por eso le llamaron Puebla; tenían que poblar el sitio, de ahí que su principio era lo elemental de una gran plaza, se distribuía la ciudad en cuatro lugares, en cuatro cuaxilacalis.
Esta gran plaza era el lugar de reunión, de gobierno, de religiosidad, de comercio; el principal punto de reunión.
Por ello es lo más importante para entender su conformación, su estructura, sus secretos del tiempo, por ello le llamaron la plaza de armas, la plaza de la custodia de la ciudad, y como creció, claro, le tuvieron que poner un sistema de desagüe, un tipo de piso, una variedad de elementos de observancia como monumentos y bellezas de esparcimiento.
Pero ahí también era el lugar de comercio, de mercado y unía el hábitat con el servicio tanto religioso como de gobierno; ahí nacen los portales como áreas de mercado y se marcan calles angostas y grandes para el servicio de los que llegaba para comerciar, desde elementos de construcción hasta los propios alimentos y la venta de mercado.
Ahí se labraban piedras para levantar los edificios, ahí se hacían las mezclas para la argamasa y ahí se proyectaban los espacios de comunicación, por lo que sus servicios se iban haciendo en redes de comunicación.
Claro que había ductos de agua, ductos de desechos pero un sinnúmero de construcciones que hicieron las primeras madejas de esos primeros trazos, luego llegaron otros que modificaron el uso los nuevos modelos de urbanismo, entonces existieron nuevas modificaciones, entonces quizá ocuparon los sistemas anteriores y los modificaron.
Luego llegan las luchas, la defensa en cada calle; existían trincheras, zanjas y fortalezas y luego cambian los niveles de ser una plaza se convierte en zócalo, es decir, una elevación que enmarca las propias calles y se transforma su uso, se vuelve un jardín como Tívoli, de recreación, quedando su plaza escondida.
Eso es la historia, eso es lo que nos guarda en su interior; eso es lo que se tiene que conocer. Es un momento histórico para saber de esos mitos, de esas realidades que nadie en realidad conoce: están ahí, enterrados, esperando los exploremos, los conozcamos.
Ese sentido de comprender una historia es de oportunidad para entender la ciudad. Se habla de túneles, quizá drenajes o sistemas de corrientes de agua, pero su tamaño y estructura como es. Lo que sí entendemos es que no era como los tubos de ahora.
Sus construcciones, claro que no eran como las de ahora; la ciudad florecía y tendrían siempre que ser cambiantes los estilos; así era la modernidad.
En fin, por qué no decir o entender esa historia, los cambios, los usos de una de las mejores plazas de la época de contacto del Rrenacimiento; no de las trazas fundacionales de los pueblos antiguos, sino de un nuevo diseño de ciudad.
Así, si todos aportáramos conocimiento, si determináramos un estudio real no hipotético, sería conocer la historia. Ya en muchos lugares se hace conocer la historia del pasado para entender la historia del futuro.
Sólo ponemos un ejemplo de muchos que existen: Barcelona, la Sagrada Familia, un templo de años, de siglos, actualmente presenta su proyecto de descubrimientos de sus primeras cimentaciones, de sus confecciones subterráneas, de sus pavimentos desde la época romana y eso tiene valor excepcional.
Imaginemos y descubramos eso, qué pisos, qué materiales, qué sistemas de soplete, qué estructuras, qué diseños de comunicación.
Pues ahí está el secreto escondido, ahí está el reto de la verdad.
Ojalá y sea realidad.