Mario Galeana
Entre la algarabía del carnaval de Huejotzingo hay lugar para el amor: mientras los huehues danzan y rellenan sus mosquetones de pólvora, un forajido asciende hasta el balcón de su enamorada y juntos, sobre el lomo de un caballo, huyen para siempre con dirección hacia la serranía.
La representación de la huida de Agustín Lorenzo –el forajido– y de su enamorada –una misteriosa mujer a la que se nombra La Dama– ha sido una de las escenas principales del carnaval desde su fundación, en 1868.
Además de representar la Batalla de Puebla en una danza que mezcla a zuavos, turcos e indios zacapoaxtlas, el carnaval ha alimentado la leyenda de Agustín Lorenzo, un bandido generoso que defendía campesinos de hacendados despóticos.
Pero el mito se ha desvanecido con el paso de los años, a decir del escritor Joel Méndez Justo, autor de La leyenda de Agustín Lorenzo, un libro que recupera la historiografía y la tradición oral de un personaje arquetípico en la región de Huejotzingo.
“Podemos decir que la figura de Agustín ha caído en desuso. Antiguamente la representación del rapto de La Dama tenía un peso mucho mayor en el carnaval, ahora muchas personas no entienden a profundidad la figura de este personaje”, explica.
La investigación que Méndez Justo realizó durante más de un año busca cualquier vestigio documental de la existencia del forajido, pero sólo encuentra registro de su figura en la memoria oral de los habitantes de la región.
“En parte, la tradición está perdiendo su protagonismo por la multiplicidad de versiones. Como cada persona reconoce la versión que le fue transmitida, no existe un punto en común que sustente la tradición de Agustín Lorenzo”, apunta.
La leyenda más aceptada sugiere que Agustín Lorenzo era un niño huérfano de origen humilde que era maltratado en una hacienda en la que trabajaba como peón. Eso marcó su carácter, hasta que, harto de las burlas y las vejaciones, huyó a la sierra.
Allí se encontró con otros indios que compartían el resentimiento hacia los hacendados que los maltrataban. La cuadrilla era liderada por él, y seguida por El Pato, El Gachupín, El Tierradentro y El Meco, la mano derecha de Lorenzo.
Al arribar a Huejotzingo para asaltar las haciendas, el forajido conoció a La Dama, que no era otra que la hija del corregidor en la región. Fue el flechazo instantáneo de un amor que, por supuesto, el corregidor nunca consintió. A la medianoche, Agustín Lorenzo subió al balcón y el rapto ocurrió.
“Por supuesto, no es un personaje del folclor poblano, más bien lo retomamos de Guerrero o Morelos, tampoco existe mucha precisión histórica. Nuestra intención es, por eso, que la gente también trate de acercarse a las fuentes históricas”, indica el autor.
El escritor Víctor Hugo Sánchez Reséndiz, por ejemplo, también escribió un libro basado en su figura, titulado “Agustín Lorenzo, el empautado: dios de la tierra, diablo y libertador”, donde se le describe como una suerte de Robin Hood guerrerense que hizo pacto con el diablo para hacer justicia a los pobres.
Las versiones en torno a este personaje son tan disímbolas que lograron llegar al mural “Carnaval de la vida mexicana”, que el mítico Diego Rivera realizó en el Hotel Reforma de Ciudad de México.
En esa la pintura, el forajido lucha incluso contra las tropas francesas, algo de lo que no existe registro histórico.
La leyenda de Agustín Lorenzo, de Joel Méndez Justo, fue publicado por la editorial Flor y Canto, en Huejotzingo, y condensa los principales relatos orales sobre la figura de este personaje en una narración ficcionalizada.