Por: Jaime Carrera
Dentro de la sincronía en la división de las calles y manzanas del Centro Histórico de Puebla, hay elementos arquitectónicos que sobresalen de paredes y fachadas: los balcones esquinados.
De acuerdo con Arturo Saavedra, activista en defensa del patrimonio cultural de Puebla, era común encontrar este tipo de balcones en las casas señoriales del siglo XVII, aunque este elemento arquitectónico dejó de utilizarse cuando la talavera se puso de moda en las fachadas de casonas durante el siglo XVIII.
Estudiante de la maestría en Hábitat y Equidad Socioterritorial, Saavedra señaló que los habitantes de estas viviendas se caracterizaron por adoptar una solución arquitectónica que permitiera extender el espacio de la casa hacia la calle.
El tipo de balcones de esquina ubicados en Puebla poseen los vanos (huecos) adintelados (sin curvas) apoyados en una columna o pilastra a manera de parteluz, y aunque resultan sencillos, en comparación con otros en el mundo, tienen peculiaridades como la calidad en su ejecución.
Eso lo documentan Ignacio Arellano y Robin Ann Rice en el libro Barroco de ambos mundos. Miradas desde Puebla, publicado en Estados Unidos.
“Contando a Puebla, hay cinco ciudades hispanas con un patrimonio notable de balcones esquinados: Antigua (Guatemala), Trujillo (Perú), Jaén y Sevilla (España) y Puebla”, agregó Arturo Saavedra.
Explicó que en cada región se imprimió un sello particular a los balcones esquinados y, en el caso de los de Puebla capital, comenzó con la influencia del afamado Pedro López Florín, arquitecto de origen español que introdujo las formas clasicistas.
En las construcciones civiles entre los siglos XVII y XVIII, las fachadas debían tener distinciones, por lo que contar con un balcón esquinado permitía una mirada diferente desde el exterior de las casonas.
De hecho, Arellano y Rice destacan en su publicación que “en el aspecto formal, estas ventanas en ángulo destacan por el hecho de estar construidas con sillares (piedra labrada por varias de sus caras)”, por lo que se distinguen del resto de las fachadas caracterizadas por un revoque liso.
En estos balcones, las familias ostentaron poder y observaban desde arriba la rutina y la cotidianeidad de la Puebla de antaño: son elementos arquitectónicos únicos que caracterizan a la Puebla del siglo XVII, puntualiza el arquitecto José Blas Ocejo en el libro Los balcones esquinados (1999).
Hubo 20, ahora son nueve
De acuerdo con registros diversos, en la Angelópolis había al menos 20 balcones con esas características en el centro, hoy se mantiene existentes apenas nueve.
Hay uno en la 4 sur número 302, parte de una casona patrimonio de la BUAP. Otro se encuentra en la 3 Sur 507. Uno más está en la 7 Oriente 10. También hay otro en 4 Norte 2.
Debajo de uno más, opera una tienda de abarrotes en la 2 oriente número 402, pero todos, se encuentran conservados y con características similares.
“El balcón de la 2 Oriente y 4 Norte es uno de mis favoritos. Se encuentra frente a San Pedro Museo de Arte y tiene la peculiaridad de ser el único que no se apoya en columnas. Llaman la atención sus frisos labrados con motivos fitomorfos y el soporte arquitectónico con forma de amorcillo”, expuso Saavedra.
Delineados en un mapa, esos cinco balcones esquinados forman una especie de “L”, y todos se encuentran a no más de cinco cuadras del zócalo.
Por la ubicación, los estudiosos de estos elementos arquitectónicos coinciden en señalar que debieron ser acaudalados los dueños de las casonas.
Además, tienen ciertas coincidencias por las que pueden considerarse regionales.
Para algunos podrían ser sólo espacios habitables, pero para otros representaron prestigio.
Lo que se sabe es que contar con un balcón de este tipo significó dejar atrás al patio interior como eje rector de una casona.
“Además de estos cinco, sobreviven otros cuatro ejemplos del siglo XVII. También se conservan vestigios de algunos más en edificios ya modificados”, concluyó Saavedra, quien invitó a los poblanos a admirar Puebla y sus balcones esquinados.