Todo comenzó hace poco más de un año. Era diciembre de 2020, después de nueve meses de contingencia sanitaria por la pandemia de COVID-19.
Y en medio de la crisis, la educación a distancia complicó aún más los problemas de rendimiento académico en la junta auxiliar de San Francisco Totimehuacan.
Fue ahí cuando un grupo de universitarios decidió apoyar con cursos y talleres a sus amigos, vecinos y familiares. Meses después, se creó la Fundación “Chiquihuite”.
El nombre surgió del cerro vigía del pueblo de Totimehuacan.
Desde que se avanza hacia la junta auxiliar sobre el bulevar Valsequillo se observa el montículo de tierra que, de acuerdo con las historias de pobladores, concentra poderes espirituales y místicos.
Su forma invertida de chiquihuite –del náhuatl chiquihuitl: cesto o canastita– alberga flora y fauna que también es protegida por estos jóvenes.
Lo que inició como un grupo de ayuda para la regularización académica en medio de la pandemia, se convirtió en una fundación que busca preservar, difundir y enaltecer el orgullo de pertenecer al pueblo de Totimehuacan.
Así lo narra María del Carmen García que, junto con sus amigos, impulsó esta iniciativa que hoy acerca la historia de su pueblo al resto de los habitantes de Puebla capital.
EL PROYECTO
En un inicio fue Carmen, después se unió su mejor amiga Estrella, más tarde se sumaron Edmundo y su hermano Omar. También Luis Ángel, Román, Daniel y muchos más jóvenes que decidieron aportar un granito de arena a su comunidad.
“Les platiqué a mis amigos qué es lo que quería hacer con las asesorías a los niños del pueblo, y entonces ellos dijeron que este proyecto daba para más, dijimos vamos a ver, y concluimos que podíamos difundir la historia de Totimehuacan”, explicó.
Poco a poco, más niños, jóvenes y adultos de todas las edades comenzaron a acercarse a la fundación y el proyecto estaba más cerca de lo que se buscaba: establecer vínculos entre los pobladores y generar comunidad.
“Es mostrar un simbolismo de nuestro pueblo, algo muy importante para la cuestión religiosa y hasta cultural y geográfica para ubicar a Totimehuacan”, añadió Edmundo Silva, otro de los jóvenes comprometidos con la sociedad.
EL CHIQUIHUITE
Este cerro ha sido punto de reunión de niños y jóvenes en Totimehuacan, que durante los fines de semana recorren de principio a fin a modo de esparcimiento, recordar su pasado y explorar las bondades de la naturaleza.
De acuerdo con integrantes de la fundación que han sido instruidos y documentados por sus familias, el cerro fue centro de sacrificios. Allí también se encuentran diversas manifestaciones gráfico-rupestres.
Carmen García indicó que en los alrededores del cerro se asentaron las dos últimas etnias indígenas de Totimehuacan: los olmecas xicalancas y los toltecas chichimecas.
De acuerdo con información del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con base en información de Diego Muñoz Camargo, historiador tlaxcalteca del siglo XVI, los olmecas xicalancas construyeron sitios arqueológicos como Cacaxtla en el municipio de Nativitas.
El INAH precisa que los olmeca-xicalancas, controlaron el extremo suroeste de Tlaxcala y la mayor parte del valle poblano en sitios como Cholula, de allí, su arribo a lugares como lo que hoy es Totimehuacan.
Según narran las leyendas transmitidas de generación en generación en Totimehuacan, durante la presencia de los olmecas xicalancas, entre sus pobladores se encontraban magos, adivinos y nahuales.
Actualmente, en lo alto del cerro del Chiquihuite yace un Cristo Redentor, imponente y solitario, pero acompañado de toda la fe de los pobladores del barrio de Santa Clara, que cooperaron para su construcción.