Esta antología reúne todos los cuentos de los libros publicados por el escritor tlaxcalteca, uno de los grandes de la narrativa mexicana
Mario Galeana
Lo recuerdan como el chico melómano que llegaba a las tocadas de rock. Como el estudiante de humor irónico que leía en las jardineras de la facultad. Como el amigo que, poco a poco, se convertía en lo que fue: un gran escritor. Como el maestro que cada jueves dirigía un taller de cuento en la Escuela de Escritores de la Sogem. El sabio que repetía que, para hablar de escritura, no había recetas. El portador de una de las voces más singulares en la narrativa mexicana.
Se llamó Alejandro Meneses Cuautle, nació el 18 de junio de 1960 en Atltzayanca, Tlaxcala, y murió cuarenta y cinco años después, el 4 de julio de 2005 en la ciudad de Puebla, que lo adoptó desde pequeño.
En sus veinticinco años como escritor, publicó artículos, poemas y canciones, pero el género que más cultivó fue el cuento. Su obra está reunida en cuatro libros: Días extraños (Universidad Autónoma de Puebla, 1987), Ángela y los ciegos (Cal y Arena, 2000), Vidas lejanas (ABZ, 2003) y el póstumo Tan cerca, tan lejos (Ediciones de Educación y Cultura, 2005).
Una década después de su muerte, en 2018, José Luis Benítez Armas, uno de sus mejores amigos, pensó que sería buena idea reeditar su primer libro de cuentos, que adoptó su título por una canción de The Doors, la banda liderada por el legendario Jim Morrison.
Metido en esa empresa, Benítez decidió que sería mejor reunir todos los cuentos de Meneses en una antología.
El gran problema es que ninguna editorial conservaba los archivos digitales de los libros que antes había publicado.
Entonces, letra por letra, Benítez transcribió cada uno de los cuentos de su amigo. Al terminar, se descubrió alterado.
“Para mí fue un shock. Como muchas de las cosas que se narran en sus cuentas yo las vi, o yo participé, porque tuvimos una relación muy estrecha, todo eso fue shockeante, recordé la tristeza de cuando murió, todas esas cosas. Al año de empezar el proyecto yo ya estaba hasta la madre”, dice.
El libro fue publicado por la Secretaría de Cultura de Puebla en 2022 y comparte título con otra canción de The Doors: El fin de la noche (todos los cuentos). Se trata de una obra que incluye veintitrés relatos publicados por Meneses, así como canciones que cedió para algunos de sus amigos músicos, entre ellos Carlos Arellano, Abelardo Fernández, Helio Huesca y Olinto Montiel.
La antología fue presentada recientemente en la Casa de Cultura, como parte del Festival Internacional de Puebla (FIP), por algunos de sus mejores amigos y estudiosos de su obra.
En la mesa estaban el propio Benítez, al que conoció a los 19 en una tocada de rock; la escritora Judith Castañeda, alumna de Meneses en la Sogem; el periodista Moisés Ramos Rodríguez; el investigador y amigo José Carlos Blázquez; y la investigadora Diana Hernández, quien dedicó su tesis de maestría al análisis de su obra.
Castañeda contó que, cada jueves, Meneses les repetía con contundencia que no existían recetas para escribir un cuento. “Entregó su experiencia en favor de quienes en buena medida somos parte de su obra, aunque a través de nuestros propios pasos”, dijo.
Hernández, que lo conoció en 1985 en el Colegio de Letras de la BUAP, recordó que Meneses ironizaba con todo y se pasaba el día con un libro en la mano. Al revisar su obra, la académica comprobó que la pluma de aquel chico debía ser considerada como una de las mejores en la narrativa mexicana.
“Poseía una escritura posmoderna, breve, incierta, fragmentada e hipertextual, cargada de discursos complejos. Era un autodidacta, un lector apasionado, un maestro y un editor. Su exploración en la escritura iba sobre la imbricación de situaciones confusas, personajes débiles y desdibujados y entes poderosos y múltiples en la ambigüedad”, abundó.
Blázquez, en cambio, convivió con él durante su paso por el periódico Cambio y Síntesis, donde Meneses coordinó el suplemento cultural Catedral. Algunas semanas antes de la publicación de Días extraños, su primer libro, los amigos de aquella época se tomaron una fotografía que Blázquez guarda con aprecio.
“Meneses vería impreso ese libro en unas semanas y campeaba la idea o la ilusión de que se estaba dejando huella, cualquier cosa que eso signifique”, dice.
Años más tarde, en el suplemento Catedral, el cuentista publicó una columna que se titulaba “Cómo ser Hemingway y no morir en el intento”. Era un homenaje a uno de sus escritores favoritos, junto con Fitzgerald y Faulkner, pero era también un manifiesto para los escritores noveles.
Sin decírselo a Meneses, Blázquez le pidió a la capturista el escrito original de su amigo. No supo bien por qué, sólo sabía que quería conservarlo. Hasta hoy, aquel escrito se encuentra entre sus posesiones. Esa era la dimensión del cariño y la fascinación que Meneses despertaba entre sus amigos.
El homenaje concluyó con un breve concierto de Carlos Arellano, con quien Meneses coescribió varias canciones, como Muerte fiel, Velas y, la más conocida, El baile de las cosas.
Antes de morir, Meneses le cedió al cantautor varios textos que aún esperan su canción para ser interpretados. Dieciocho años después de su muerte, esas canciones no deberían sonar como un réquiem, sino como la celebración ante la vida.
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